24 – Mayo. Martes de la VI semana de Pascua
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Evangelio según san Juan 16,
5-11
Ahora me voy al que me envió, y
ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos
dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la
verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros
el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará
convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De
un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre,
y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está
condenado.
Comentario
En la intimidad de la Última
Cena, el Señor, que sabe que sus discípulos le abandonarán durante su pasión y
muerte en la Cruz, les ofrece la promesa del envío del Espíritu Santo, el
Abogado y Consolador.
Puede sorprendernos un poco la
firmeza con la que Jesús les dice que conviene que se vaya, porque si no, no
vendrá el Espíritu a ellos (cfr. v. 7). No sabemos muy bien si los apóstoles entenderían
ese “irse” del Señor como algo definitivo, en clara referencia a su muerte o a
la posterior Ascensión, pero en cualquier caso no les agradaría la idea de
“perder” para siempre a su Maestro.
Como los apóstoles, también
nosotros en ocasiones no entendemos el modo de actuar de Dios en nuestra vida,
en la de los demás o incluso en el mundo y en la Historia.
En esas ocasiones, podemos
recordar la enseñanza de san Pablo: «todas las cosas cooperan para el bien de
los que aman a Dios, de los que son llamados según su designio» (Rm 8,28). Y es
que lo mejor para sus discípulos en ese momento era que viniera el Paráclito.
Pablo Erdozáin
Fuente: Opus Dei