16 – Mayo. Lunes de la V semana de Pascua
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Evangelio según san Juan 14,
21-26
El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?».
Respondió
Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis
palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me
envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os
lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
Comentario
San Juan expresa muy
plásticamente lo que implica el seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús significa
estar enamorado de Él, guardar sus palabras. Beber de la fuente de la Palabra y
dejarse embargar por el Espíritu de Jesús hasta que, como decía Pablo, no
soy “yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”. Vivir en esa
burbuja de amor que todo lo relaciona y lo visualiza desde el prisma del
enamorado, desde la óptica del Otro que ocupa mi cosmovisión, mis sensaciones y
todo mi actuar. Porque abiertos al Señor, Dios Padre nos sacia de su amor, nos
inunda con su gracia. Somos templos de Dios, amigos de Dios que nos acompaña y
nos habita. La morada de Dios es así el propio hombre, el discípulo que ama a
Cristo y guarda sus palabras. Y la palabra de Jesús es el mandamiento nuevo:
amaos unos a otros como yo os amo. Amaos sin privilegios y sin imposiciones,
siendo servidores unos de otros, porque Dios ha puesto su morada en nosotros.
Dios nos ha amado, y por la encarnación y redención de Cristo, ha instaurado
una nueva religión, en espíritu y verdad. Dios ha establecido una relación
personal con el hombre, con los hombres y con el mundo, y ha restablecido el
orden original. Todo viene de Dios y debe tender hacia Dios. Nuestra vida ahora
es un caminar ya, en esa nueva dimensión. Vivir desde la sabiduría del
Espíritu, descubriendo el sentido trascendente de la creación y de la nueva
humanidad. No podemos quedarnos plantados, pasivos y despreocupados de nuestro
mundo ni de nuestros hermanos. Dios ha instaurado su tienda entre nosotros y
hemos de abanderar este proyecto divino: que todos seamos uno en el Padre, el
Hijo y es Espíritu Santo, hasta la plenitud verdadera.
¿Me siento parte de este proyecto
transformador, de hacer presente el Reino del Señor en nuestro mundo?
Fuente: Dominicos