El Papa Francisco canonizó en el Vaticano este domingo 15 de mayo al Beato Charles de Foucauld
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Retrato de Charles de Foucauld y Papa Francisco. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
Junto a Charles de Foucauld, el
Papa Francisco proclamó santos a: Titus Brandsma, Lázaro, llamado Devasahayam,
César de Bus, Luigi Maria Palazzolo, Giustino Maria Russolillo, Maria Rivier,
Maria Francesca di Gesù Rubatto, Maria di Gesù Santocanale y Maria Domenica
Mantovani.
La Santa Misa con el rito de
canonización fue presidida por el Papa Francisco en la Plaza San Pedro del
Vaticano ante miles de personas procedentes de diferentes partes del mundo.
Se trató de la primera ceremonia
de canonización que se realiza desde 2019 debido a la pandemia del coronavirus.
Al inicio de
la Eucaristía el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el
Cardenal Marcello Semeraro, pronunció en latín los nombres de los diez beatos y
leyó en italiano breves datos biográficos de cada uno.
Luego, la asamblea cantó la
letanía de los santos.
Finalmente, el Papa Francisco
pronunció la fórmula en latín de la proclamación de canonización de cada uno de
los Beatos. Mientras que el Santo Padre pronunció cada nombre, las personas
presentes ovacionaron y aplaudieron.
Las reliquias de los diez nuevos santos
fueron colocadas al lado del altar junto al incienso para ser veneradas durante
toda la Celebración Eucarística.
En su homilía en
la que improvisó en varias ocasiones, el Santo Padre pidió “una conversión
en relación con la idea que a menudo tenemos sobre la santidad” porque “a
veces, insistiendo demasiado sobre nuestro esfuerzo por realizar obras buenas,
hemos erigido un ideal de santidad basado excesivamente en nosotros mismos, en
el heroísmo personal, en la capacidad de renuncia, en sacrificarse para
conquistar un premio”.
“Hemos hecho de la santidad una
meta inalcanzable, la hemos separado de la vida de todos los días, en vez de
buscarla y abrazarla en la cotidianidad, en el polvo del camino, en los afanes
de la vida concreta y, como decía Santa Teresa de Ávila, ‘entre los pucheros
de la cocina’”, advirtió el Papa.
Por ello, el Papa señaló que “ser
discípulos de Jesús es caminar por la vía de la santidad y, ante todo,
dejarse transfigurar por la fuerza del amor de Dios. No olvidemos la primacía
de Dios sobre el yo, del Espíritu sobre la carne, de la gracia sobre las
obras”.
En esta línea, el Santo Padre
explicó que “nuestros compañeros de viaje, hoy canonizados, vivieron la
santidad de este modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo
su vocación -de sacerdote, de consagrada, de laico-, descubrieron una
alegría sin igual y se convirtieron en reflejos luminosos del Señor en la
historia”.
“Estamos llamados también
nosotros a servir al Evangelio y a los hermanos y a ofrecer nuestra propia vida
desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana (…) Intentémoslo
también nosotros, porque todos estamos llamados a la santidad, a una santidad
única e irrepetible. Sí, el Señor tiene un proyecto de amor para cada uno,
tiene un sueño para tu vida. Acógelo. Y llévalo adelante con alegría”,
invitó el Papa.
Breve biografía de Charles de
Foucauld
Charles de Foucauld nació en 1858
en una familia acomodada en Estrasburgo (Francia), quedó huérfano de padre y
madre cuando tenía cinco años y su abuelo materno, que era coronel, se hizo
cargo de él.
Perdió la fe y eligió la carrera
militar, en donde vivió numerosos excesos. Dilapidó la gran fortuna heredada de
su abuelo en fiestas.
En 1880 fue enviado a Argelia,
pero poco después fue despedido por su indisciplina y mala conducta. Sin
embargo, al saber que su regimiento participaba en una arriesgada acción en
Argelia, pidió reincorporarse y durante ocho meses demostró su capacidad
militar.
La calidad de su trabajo en el
reconocimiento de los territorios de Marruecos hizo que le concedieran la
medalla de oro de la Sociedad Geográfica de París.
Luego renunció al ejército y
quedó viviendo en el norte de África, donde le impresionó enormemente el
encuentro con los musulmanes que vivían “en la presencia continua de Dios” y,
al volver a Francia, el 30 de octubre de 1886 decidió confesarse en la iglesia
de Saint-Augustin, en París.
Durante una peregrinación a
Tierra Santa decidió ingresar en el monasterio trapense de Notre-Dame des
Neiges. Siete años después, en 1897 abandonó la orden para entrar como siervo
de las Clarisas de Nazaret. Durante los tres años que permaneció en ella,
escribió la famosa "Oración
del abandono".
En 1900 comenzó a prepararse para
ser sacerdote en Francia, fue ordenado el 9 de junio de 1901, cuando tenía 43
años. Fue enviado al monasterio trapense de Akbes, en la actual Turquía.
En 1905 vivió en Tamanrasset, en
el sur de Argelia, y construyó una ermita con sus propias manos. Allí ofreció
su vida por la conversión de los pueblos del Sáhara. Luchó contra la
“monstruosidad de la esclavitud” y para ello utilizó dinero que le mandaba su
familia desde Francia para comprar y liberar esclavos.
Escribió el primer diccionario
tuareg-francés, que es una obra fundamental para el conocimiento de la cultura
tuareg.
Murió por un disparo durante un
secuestro cuando tenía 58 años. De su carisma surgieron diez congregaciones
religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual.
Fue beatificado por el Papa
Benedicto XVI en 2005 y canonizado por el Papa Francisco en 2022.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa