10 – Mayo. Martes. San Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia
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Evangelio según san Juan 10,
22-30
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis;
las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero
vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi
voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no
perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre
me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano
de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
Comentario
La escena que escuchamos hoy en
el Evangelio tiene lugar alrededor de la fiesta de la Dedicación que se
celebraba el 25 de Kasleu (noviembre-diciembre).
Con esta fiesta se conmemoraba
anualmente la purificación del Templo por Judas Macabeo en el año 148 de los
Seléucidas que corresponde al 165 a. C., después de la profanación que había
realizado Antíoco IV Epífanes (1 M 4, 36-59; 2 M 1, 2-19; 2 M 10, 1-8). La
fiesta duraba ocho días.
Jesús se pasea por el pórtico de
Salomón. “Era invierno”. Con esta referencia se indica a los gentiles la época
del año en la que tiene lugar la escena y, por otro lado, que era un lugar
acogedor en ese tiempo.
Jesús está tranquilo, y, de
repente se le acercan unos judíos: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si
tú eres el Cristo, dínoslo claramente”.
Realmente, como ocurre casi
siempre, no se acercan con buena intención. Tienen el corazón cerrado por la
soberbia y no son capaces de escuchar. Jesús, que lee en sus corazones, les
trata con una enorme delicadeza y les dice las cosas con claridad. Si no ven en
Él al Mesías es porque no quieren creer. “Os lo he dicho y no lo creéis, las
obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí”.
Y todavía les dice más: “no
creéis porque no sois de mis ovejas”. Que era como decirles que si le abrieran
el corazón, que si quisieran creer él mismo les ayudaría a creer. Jesús
necesita un mínimo de apertura del corazón para actuar en el corazón de las personas
porque la soberbia ciega. Como decía san Josemaría: “Por eso demuestra tanto
interés el diablo en cegar nuestras inteligencias con la soberbia, que
enmudece: sabe que, apenas abrimos el alma, Dios se vuelca con sus dones”.
A algunos de estos dones se
refiere el Señor: “escuchan mi voz”, “me siguen”. “les doy la vida eterna” y
“nadie me las arrebatará de mi mano”.
Escuchamos este Evangelio
celebrando la Resurrección de Cristo. Jesús nos sostiene con su Amor y nos
promete reinar con Él eternamente. La verdad es que no nos podría ofrecer nada
más grande: vivir en su amistad en la tierra y por toda la eternidad. Y crece
la confianza y la seguridad de las ovejas porque van con el buen Pastor.
Javier Massa
Fuente: Dominicos