12 – Mayo. Jueves de la IV semana de Pascua
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Evangelio según san Juan 13,
16-20
En verdad, en verdad os digo: el
criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto
que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo
por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse
la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo
ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En
verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el
que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
Comentario
"El que come mi pan levantó
contra mí su talón". Jesús advierte a sus apóstoles que un amigo íntimo
-sólo puede ser uno de ellos- le traicionará. Sin embargo, ante esa inesperada
conmoción, no deben tener miedo. De hecho, esta traición, cuando se produzca,
será una señal para ellos, para que "creáis que yo soy": la frase
"yo soy" es una afirmación velada de su divinidad. Así que el
acontecimiento confirmará a los apóstoles en su fe. Se les pide que se aferren
a su creencia en Él como Hijo de Dios, incluso cuando lo vean crucificado en la
Cruz. Sabemos que los apóstoles huyeron, pero habrían recordado de antemano la
advertencia de Nuestro Señor, y aunque sin duda estaban muy sacudidos, se
habían reunido de nuevo como grupo en el momento de la Resurrección.
En la vida nos encontramos con
muchas sorpresas, y algunas de ellas no las esperamos. Incluso podemos sufrir
un revés que parece desastroso. Pero este descalabro no debe desconcertarnos;
"no es el siervo más que su señor", dice Jesús, y ciertamente esas
decepciones también nos ocurrirán a nosotros. Cada vez que la Cruz aparece en
nuestra vida, debemos recordar las palabras de Nuestro Señor y reafirmar
nuestra fe como discípulos suyos. Incluso podemos identificarnos con Él cuando
somos defraudados por otros.
Inmediatamente antes de este
episodio, Jesús había lavado los pies de sus discípulos, una tarea muy
servicial, pero que solo realizaban los siervos en aquella época. También había
ordenado que los apóstoles se sirvieran siempre unos a otros como le habían
visto hacer. Hay que tratar de imaginar a Jesús arrodillado y tomando con
cariño el talón del pie de Judas para lavarlo. Entonces las palabras del Salmo
citado por Nuestro Señor, "el que de mi pan comía, alzó contra mí el
calcañar" (Sal 41,9), adquieren un significado adicional más allá de lo
metafórico. Es otra prueba y recordatorio de que nada queda fuera de los planes
de Dios. Jesús sabía desde el principio lo que iba a suceder, y que era para la
realización de nuestra salvación. Pase lo que pase en nuestras vidas, podemos
estar seguros de que Dios convertirá todas las cosas en algo bueno para los que
le aman (cf. Rm 8,28).
Fuente: Opus Dei






