Un pensamiento sobre la controvertida imagen de la oveja y 3 razones para identificarnos con la imagen del rebaño y el Pastor
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Una de las paradojas de la vida
es que el bien siempre suscita reacciones adversas. Y quien intenta hacer el
bien nunca pasa desapercibido, debe estar dispuesto a pagar las consecuencias.
Ya sea que se trate de algo
humano o que también esté involucrada la dimensión espiritual. Todos
experimentamos que el amor suscita envidia, hasta el punto de desencadenar
un odio destructivo.
A lo largo de la historia esta
dinámica algunas ocasiones ha llegado hasta la persecución.
Probablemente nosotros también hemos experimentado grandes o pequeñas dinámicas
de persecución.
El bien
molesta porque nos recuerda que no hemos sido capaces de hacerlo o
simplemente porque es más fácil intentar matar a la oveja que al león
feroz.
La controvertida imagen de la
oveja
La imagen del rebaño no
siempre ha sido bien recibida y tal vez aún hoy, a veces, oponemos resistencia
a esta representación.
De hecho, es cierto que
implica obediencia al pastor, una confianza, un vínculo con el
rebaño.
Muchas veces preferimos en cambio
seguir nuestras ideas, no confiamos en la voz del Pastor, queremos alejarnos
del rebaño. Sin embargo, sentirnos ovejas del Pastor nos hace bien:
1. EL PASTOR ES DIGNO DE CONFIANZA
La figura del Pastor y
las ovejas fue muy importante para la primera comunidad cristiana, una
comunidad perseguida pero acompañada y afianzada por
el amor de su pastor.
Dios en su Palabra nos deja muy
claro que somos «su pueblo y ovejas de su rebaño» (Salmo 100) y que Él como
Pastor se encargará de llevarnos la felicidad: «el Cordero, que está en medio
del trono, será su pastor y los guiará a las fuentes de las aguas de la vida” (Ap 7,17).
Además, Jesús nos reafirma en su
amor incondicional cuando nos dice:
«Yo soy la puerta; si uno entra
por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” .
Jn 10,9
«Yo soy el buen pastor, yo doy mi
vida por las ovejas».
Jn 10, 11
«Yo soy el buen pastor y conozco
mis ovejas y las mías me conocen mí».
Jn 10, 14
2. EL PASTOR NOS CARGA SOBRE SUS
HOMBROS
La imagen del pastor es sin duda
una de las representaciones más antiguas de Jesús, muy presente en las
catacumbas y en los sarcófagos del siglo III. d.C.
Por ejemplo, en las catacumbas de Priscila en Roma, el pastor aparece con
una oveja sobre los hombros, en la que todos podemos vernos: somos esa oveja
que Jesús lleva sobre sus hombros.
Esta imagen dibujada en medio de
la persecución nos indica -con cierto realismo- cuál es la condición del
discípulo de todos los tiempos. Nos recuerda que no estamos solos pues
El pastor nos acompaña y protege a su rebaño.
3. NOSOTROS PODEMOS RECONOCER LA
VOZ DEL PASTOR
En el mundo antiguo, el pastor
era el responsable de la pérdida de las ovejas que salían del recinto por la
mañana para regresar por la tarde.
Jesús no solo expresa
su responsabilidad personal hacia nosotros, sino que marca una
diferencia con la figura habitual del pastor: no es un pastor a sueldo, no
se le paga para realizar ese servicio, sino que las ovejas le
pertenecen.
Con mayor razón existe una
estrecha relación entre el Pastor y las ovejas, hay una familiaridad con
su voz.
De hecho, cuando conocemos bien a
alguien, somos capaces de reconocer su voz incluso a la distancia, sin ver a la
persona directamente o cuando su voz se confunde con otras voces.
Así debe ser nuestra relación con
Jesús: a medida que nos familiaricemos con Él, podremos reconocer su voz
aun cuando no sea tan evidente o cuando otras voces traten de taparla.
Jesús nos advierte de los
peligros y de los lobos que acechan, nos pide que permanezcamos bajo
su mirada.
Porque solo a través de un
vínculo cada vez más estrecho con Él podremos salvar nuestra vida y
atravesar la inevitable persecución.
“No es el poder lo que redime,
sino el amor. Este es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces
desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara
el mal y creara un mundo mejor. (…)
Nosotros sufrimos por la
paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia.
El Dios, que se ha hecho cordero,
nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores.
El mundo es redimido por la
paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres”.
Benedicto XVI
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia






