Una vez alguien me dijo «la gente se va a acordar más de cómo la hiciste sentir que de lo que le dijiste». Y esto es una gran verdad
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| Dominio público |
Mirando hacia atrás, confirmo
esta afirmación. Recuerdo más la experiencia que el mensaje que recibí.
Recuerdo la emoción del momento.
Nunca ha sido sencillo conversar
con alguien que tiene ideas o creencias diametralmente opuestas a las tuyas.
Usualmente, en lugar de entablar un diálogo, entablamos un debate que en
algunas ocasiones se convierte casi en un campo de batalla.
Ojalá pudiera decir que ese campo
de batalla es solo verbal, ¡cuántas veces hemos trasgredido este espacio! Casi
exagerando – pero tal vez no – podría decir que guerras enteras se han gestado
en una mesa de diálogo.
Al momento de
comunicar la fe no nos libramos de esto. Comunicar la fe no se trata
de convencer o de hacer proselitismo (parafraseando al Papa Francisco).
Comunicar la fe se trata en primer lugar de una tarea de amor.
Pero también se trata de una
tarea para la que hay que prepararse. No basta con solo formarse
en la fe. Necesitamos también saber de qué manera estamos comunicando esa
fe al otro.
Es comprometerse con ser
reverentes con aquel que tenemos enfrente y piensa distinto. Porque, así
piense distinto o hable en contra de Dios, Dios lo ama. Por lo tanto, mi
misión es también amar.
Como apóstoles tenemos que
promover un encuentro y no un convencimiento de que mi postura es la
mejor. Yo no puedo llevar el amor de Cristo por imposición. Cristo mismo
se dejó morir para que podamos entender que la Buena Nueva no se difunde
a la fuerza, sino dejándose la vida misma.
Dicho esto quiero dejarte algunas
recomendaciones para tomar en cuenta al comunicar la fe.
1. Aprende a mirar en positivo
Antes de pensar en tus
argumentos, mira a la otra persona. Trata de ponerte en su lugar, de
recoger lo positivo. Evita caer en la actitud defensiva y el antagonismo.
Recuerda que tu fe se trata del amor mismo.
2. Alumbra pero no quemes
Hemos sido llamados a ser luz del
mundo, pero una luz que brinda ese calor reconfortante. Evitemos ser llamaradas
incandescentes que desatan incendios de odios. Evitemos, en temas acalorados,
echar más leña al fuego. Recuerda que es necesario respetar el punto de vista
del otro, sin que eso signifique que no mantengas el tuyo. El respeto
puede convivir incluso con desacuerdos.
3. Fíjate en cómo puedes hacer
sentir al otro
Tengamos cuidado no solo con el
tono y las palabras amables, sino con la erudición. Es decir, no usemos
palabras rebuscadas, «eruditas», que sean incomprensibles para la persona que
tenemos al frente. Palabras que, en lugar de acercar, distancien. Palabras que
puedan hacer sentir inferior, atacado o no comprendido al que tenemos al
frente.
4. Cuenta historias
A veces nos quedamos en los
argumentos y nos olvidamos de que las historias son más potentes. Tienen el
poder de llegar a nosotros, de identificarnos con los personajes, con las
situaciones que describimos. Recuerda que Jesús bajó a la tierra para hablar
nuestro mismo lenguaje.
5. Sé compasivo
No olvides que tienes a un
ser humano amado y deseado por Dios desde la eternidad. Tienes a alguien único
e irrepetible al frente. Con fragilidades enormes, con anhelos grandiosos.
Dejemos ese ego de lado al momento de comunicar la fe y pensemos en el otro
como nuestro ser más querido (así nos cueste).
6. Evita ser un robot lleno de
comandos
Deja de repetir todo de memoria.
No des un discurso elaborado, lleno de reglas y formas. En el arte de comunicar
la fe necesitamos también haber elegido esta fe en libertad, recordar que
también fuimos tocados por Cristo, por su amor.
7. No se trata de ti
No se trata de ganar tú una
batalla, sino de colaborar con Dios mismo. Eres apenas un mensajero, un medio. Lo que importa es
el mensaje. El resto es campo de acción de Dios y de la libertad del otro.
Si ves que tienes un reto
personal en esta tarea, tenemos a disposición en la Academia de Catholic
Link un curso dictado por Jack Valero, fundador del método Catholic
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Con él, aprenderás con fundamento,
reverencia y profundidad el arte de comunicar la fe. Es una oportunidad muy
provechosa que no solo redundará en el campo de la fe, sino en distintas
instancias de nuestra propia vida. Porque no olvidemos que la fe está presente
en cada acto de nuestro día a día.
Silvana Ramos
Fuente: Catholic Link






