11 – Junio. Sábado. San Bernabé, apóstol
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Evangelio según san Mateo 5, 33-37
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello.
Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene
del Maligno.
Comentario
Honestidad en nuestra comunicación
El juramento es signo de la inseguridad y de la doble cara
con que se realizan las relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de
Dios o de las cosas santas para dar garantías a nuestros asuntos humanos.
Si no somos personas de palabra, crece la desconfianza y la
sospecha recíproca, el engaño que amenaza la convivencia y daña las relaciones
humanas.
Nuestra convivencia no se construye con medias verdades, con
incoherencias que desmienten nuestras palabras, con juramentos que llevan la
sospecha de autoengaño o mentira.
Si lo que dices es lo que haces, no hay necesidad de
juramento.
Los seguidores de Jesús estamos llamados a instaurar entre
nosotros, en nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de confianza
recíproca, para que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a instancias
superiores para ser creídos.
Vivir la sencillez en nuestras relaciones, honestidad en
nuestra comunicación con los demás, transparencia en nuestras palabras; nos
hace vivir la virtud de la religión y regula el uso de nuestra palabra en la
verdad; en las relaciones humanas y las cosas santas.
La vida es transparente en la gente de palabra, a la que le
basta decir sí, cuando es sí, y no, cuando es no.
Señor ayúdame a ser honesto conmigo mismo y con los demás;
veraz en mis palabras en mi vida y en mi relación con los hermanos. Amén.
Fuente: Dominicos






