¿Y si dejo de mirar en menos lo nuevo y me abrazo a lo que se me presenta como una oportunidad maravillosa para ser mejor?
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¿Qué
sucede cuando compartes experiencias con quien es distinto a ti? Dicen que
sobre gustos no hay nada escrito, nada que me impida pensar o ver las cosas de
una determinada manera.
No estoy obligado a que me guste lo mismo que a todos. Puedo tener mi
propio gusto, mi opinión. Puedo elegir lo que se adapta mejor a
mi forma de vivir.
Pero a veces trato de agradar, de elegir lo que
otros eligen, de hacer lo que otros hacen y pensar como otros piensan.
Miro a quien admiro y deseo ser igual. O me amoldo a su manera de
ser y vivir. Y sufro, porque no encajo.
No soy libre y trato de adivinar sus gustos. Lo que él elige, lo que
él quiere. Imagino lo que va a pensar antes de que lo piense. Me vuelvo sumiso,
adaptativo, dejo de tener personalidad.
No hay nada escrito sobre los gustos pero me pesa el
desprecio y el desdén de los que me juzgan y me miran en
menos.
¿Qué tengo que hacer? Ser fiel a mis gustos. Tener personalidad y
fuerza para enfrentar los juicios y opiniones negativas cuando no me comporte
como los demás esperan y no haga lo que los demás desean. Cuando no me guste lo
que a otros les gusta.
Ampliar el corazón
n
cualquier caso quiero abrirme a lo que los otros aman. No vivir cerrado en mi
opinión rígida. No quedarme en mis gustos y descartar
descalificándolo el gusto de los demás.
Más humildad me hace bien. Y más apertura.
Comenta el papa Francisco:
“Cuando la
búsqueda del placer es obsesiva, nos encierra en una sola cosa
y nos incapacita para encontrar otro tipo de satisfacciones. La alegría, en
cambio, amplía la capacidad de gozar y nos permite encontrar
gusto en realidades variadas, aun en las etapas de la vida donde el placer se
apaga».
Papa Francisco, exhortación Amoris Laetitia
Cuando sólo busco el placer en las cosas, en las relaciones, dejo
de valorar el gusto de otras realidades.
Cuando amplío mi corazón y lo hago más ancho me vuelvo capaz de
más cosas, de más decisiones, de más y mejores elecciones.
Me gusta la mirada que se ensancha en el camino de la vida. Esa
capacidad de alegrarme y gozar con lo que otros gozan.
Encontrar otro tipo de satisfacciones en lo que hago, en el amor. No buscarme
sólo a mí mismo y quedarme sólo en lo que a mí me gusta como único criterio.
Disfrutar la vida en mi interior
Quiero aprender a disfrutar las cosas que me suceden. Si
me quedo en las expectativas incumplidas nunca apreciaré el valor y la bondad
de las cosas que me suceden.
“Dice san Ignacio que no es el mucho saber
el que sacia y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas en
nuestro interior”.
King, Herbert. King Nº 2 El Poder del Amor
Tengo que aprender a gozar y gustar las cosas dentro del alma.
Apreciar la belleza en cosas que antes pasaba por alto. Alegrarme por detalles
que antes menospreciaba.
La vida está llena de mucha belleza. Y en ella
puedo tomar muchas decisiones. Algunas me harán sufrir.
Pero en todo lo que vivo hay una posibilidad escondida de
disfrutar, de gozar, de vivir plenamente lo que me toca en
cada momento.
La oportunidad de las novedades
Cerrarme a lo nuevo porque no lo conozco me cierra la puerta a
nuevos sabores, olores y vivencias.
Descartar desde mi prejuicio lo que no
conozco me aleja de la posibilidad de disfrutar el presente en toda su
plenitud.
La vida se juega en esa mirada que hace que las cosas tengan el
valor que yo les doy.
Dejo de mirar en menos lo nuevo. Y me abrazo a lo que se me
presenta como una oportunidad maravillosa para crecer, para
avanzar, para ser mejor.
No es mejor el que tiene sus gustos muy definidos y se cierra a
todo lo demás. Sino el que se adapta, se hace caminante con los caminantes,
sedentario con los que descansan.
Compartir con quien es distinto
No por agradarles y así no ser juzgado. Sino por compartir
la vida con ellos, como un don incomparable.
Disfrutar del presente sin estar pensando en lo que ya no tengo o
no puedo vivir.
Estar continuamente comparando las cosas nuevas con las que yo
conozco me acaba alejando de la realidad y hace que siempre viva como un
extranjero. Es lo que tiene echar raíces en este mundo sin ser totalmente del
mismo.
Dios puede enriquecer mi corazón y me permite conocer cosas
nuevas, ver colores diferentes, amar rostros distintos, conocer lenguajes antes
desconocidos que me enriquecen.
Eso es lo que quiero vivir con un
corazón grande, nuevo, flexible, abierto y generoso.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia