17 – Junio. Viernes de la XI semana del Tiempo Ordinario
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 6,
19-23.
No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
La
lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá
luz; pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si,
pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!
Comentario
Muchas veces las enseñanzas de
Jesús manifiestan la sabiduría humana, característica de la tradición
sapiencial de Israel. Ya en los Proverbios se lee: “No te afanes por adquirir
riqueza, ten la prudencia de desistir” (Pr 23,4).
Sin embargo, en este pasaje del
evangelio el Señor no nos invita a dejar la natural inclinación humana a
acumular tesoros, a la prudencia de preparar el futuro guardando algo de dinero
para cuando lo necesitaremos. Él insiste más bien en qué tipo de riquezas conviene
amontonar: tesoros celestiales.
En otro momento, cuando un joven
le pregunta qué tiene que hacer para ser perfecto, Jesús le contesta: “Si
quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres, y tendrás
un tesoro en los cielos” (Mt 19,21).
La única riqueza que nunca se
puede perder es el amor que cada uno de nosotros ha puesto durante el tiempo
que se le ha dado. San Juan de la Cruz decía que al final de nuestra vida
seremos juzgados en el amor, es decir en nuestro empeño concreto de amor y
servicio a Dios y a nuestros hermanos los hombres.
Si es verdad que “donde está tu
tesoro allí estará tu corazón”, es verdad también lo contrario: “donde está tu
corazón, es allí donde estás acumulando tu tesoro”. Por eso de vez en cuando
ayuda pensar en qué está metido nuestro corazón, en cómo invertimos nuestro
tiempo, en cuáles son nuestras preocupaciones. Nos daremos cuenta si estamos
sólo en nuestras cosas o hay espacio para los demás. Si el motivo de nuestro
existir es un generoso servicio a Dios y a los hombres.
Así explicaba san Josemaría el
secreto de la felicidad: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es
una vida cómoda, sino un corazón enamorado” (Surco n. 795).
Giovanni Vassallo
Fuente: Opus Dei