Puedo perder la paz si no vuelvo al lugar cada día donde se asientan los cimientos de mi vida...
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Juliane Liebermann | Unsplash CC0 |
Quisiera
pedirle al Espíritu Santo hoy
sus dones. Quiero pedirle
la paz, para que acabe con esa inquietud que me duele, con esa guerra interna
que reina en mi interior. Dice la Biblia:
«En esto entró Jesús, se puso
en medio y les dijo: – Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y
el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor».
Esa paz que llena el corazón de alegría es la que suplico en esta
noche. El
Espíritu puede calmar mis miedos, puede encender la fe, puede llenarme de la
paz al saber que Jesús es quien gobierna en mi vida y todo
va a salir bien.
¿Por qué voy a tener miedo? ¿Por qué
me falta la paz? Porque quiero controlarlo todo. Y eso me
tensa.
Quiero tener
el dominio absoluto. No perder el control porque si se me escapa y no sé qué
hacer.
Estar bien pase lo que pase
Quiero
tener la paz de los niños que descansan en el corazón de Dios. Mis raíces
llegan a lo más hondo, mis ramas a lo más alto.
El Espíritu Santo desciende sobre mí
para llenarme de paz, eso me da tranquilidad.
Quisiera ser un pacificador. Quisiera
repartir esa paz a los que la han perdido y viven luchando consigo mismo, con
sus propios demonios.
Me gustaría tener siempre la paz incluso en los momentos de mayor
tensión. ¿Cómo puedo creer que voy a estar bien incluso si nada sale como yo
esperaba?
Tiene que ser un don, no un logro.
Así como la alegría es algo que se me regala, no algo que he conquistado.
Lo que puedo hacer yo para tener paz
Puedo perder la paz si no vuelvo al lugar cada día donde se
asientan los cimientos de mi vida. Allí donde puedo ser yo mismo y
sentirme lleno del amor de Dios.
Y es que el don de la paz va acompañado del amor de Dios en mi
vida. Quiero cultivar
las actitudes que me dan paz.
No tomarme demasiado en serio. Reírme de mí mismo, de mis
manías. Bajar
las expectativas que tengo sobre las demás personas.
No obsesionarme con el resultado de
todas las cosas que emprendo. No buscar el éxito como única
motivación de las cosas que hago.
Relajarme y
aprender a perder el tiempo. Hacer más silencio, orar con
más hondura. Dejar que el Espíritu calme todos mis ímpetus.
¿Qué me quita la paz? ¿Qué es lo que más me inquieta? Descanso en el
corazón de Dios. Él tiene la respuesta a todas mis
preguntas.
La alegría verdadera y plena será en el cielo pero ya puedo
lograr que esa alegría aumente en mi corazón cuando confío en el poder de Dios.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia