La Iglesia, en varios países, celebra este 12 de junio un día dedicado a dar gracias por la dedicación de miles de hombres y mujeres que entregan su vida a la oración y al trabajo
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P Deliss | Godong |
¿Sabes que en el mundo hay miles
de hombres y mujeres que en estos momentos están dedicando su vida para rezar
por nosotros, consagrándose a Dios en la oración y el trabajo?
Para agradecer la dedicación de
los monjes y monjas contemplativos, que en su gran mayoría son precisamente
mujeres, la Iglesia les ha dedicado un día especial, la Jornada Pro Orantibus.
En países de lengua española esta
jornada se celebra este domingo, 12 de junio, solemnidad de la Santísima
Trinidad.
Más de tres mil monasterios de
contemplativas
A nivel mundial, la jornada fue
instituida por el Papa Pío XII, en 1953. Antes, tras la segunda guerra mundial,
ese Papa había pedido una investigación sobre la situación de los monasterios
de clausura en el mundo. El resultado fue preocupante: a menudo estos conventos
y monasterios vivían en situaciones de indigencia.
En el mundo, hay 3.180 monasterios o conventos de monjas de clausura.
En España, en particular, esta
Jornada tiene una importante tradición, pues en ese país se concentra una
tercera parte de la vida contemplativa del mundo, y es el primer país con el
mayor número de monasterios en su territorio.
Los obispos de la Conferencia
Episcopal Española han enviado con motivo de esta Jornada un mensaje en el que
rinden homenaje a los contemplativos.
Lámparas en el camino de la
Iglesia
En momentos en los que la Iglesia
en todo el mundo está viviendo un camino de renovación, gracias al Sínodo
mundial convocado por el Papa Francisco, los obispos consideran que estas
personas dedicadas a la oración y el trabajo son las “lámparas en el camino sinodal”.
El arzobispo José Rodríguez
Carballo, O.F.M, secretario del Dicasterio para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida
Apostólica de la Santa Sede, considera que los contemplativos y las
contemplativas son “custodios para todos del pulmón de la oración”.
Por ello, en el momento tan
particular que vive la Iglesia, el arzobispo considera que “deberán sentirse
‘ministros de la oración’; que recuerden a todos que sin comunión con Dios no
puede haber comunión entre nosotros”.
“La oración, al mismo tiempo que
nos abre el apetito de la fe, provocará en nosotros el hambre y la sed de
‘caminar juntos’ en el único camino que tiene un nombre propio: Jesús el
Señor”, indica monseñor Rodríguez.
La Conferencia Episcopal Española
comparte, con motivo de esta Jornada Pro Orantibus, el testimonio de tres
contemplativos.
El secreto, la oración
Es particularmente interesante el
de la hermana María Elena Tejero Muñoz, religiosa concepcionista
franciscana, del convento de Mairena del Aljarafe, en Sevilla; quien confiesa
con sinceridad cómo la oración le ha salvado en momentos de crisis.
“He vivido en soledad el silencio
de Dios y he experimentado su misericordia cuando cansada y desilusionada por
el camino, a veces arduo y pedregoso, he querido abandonar; entonces he
procurado ‘orar sin desfallecer’ sabiendo que así estoy realizando la misión
que tengo en la Iglesia”, escribe la religiosa.
Pero hoy, confiesa: “soy feliz.
Vivo feliz, y sigo cada día con renovada ilusión y alegría mi camino de
búsqueda del Señor; porque sé y experimento que cuanto más lo busco, más me
sorprende y sale él a mi encuentro de la manera que menos lo esperaba”.
Por eso, “lejos de ensimismarme y
quedarme deleitando en ‘las cosquillas del corazón’ que Jesús a veces me hace;
vivo en oblación personal al servicio del reino, y así seré lámpara que ilumine
la presencia de Dios en medio de esta humanidad que grita de sufrimiento; y
alumbre hacia adelante el camino sinodal que toda la Iglesia quiere vivir”.
Jesús es el centro
Por su parte, el padre Juan
Manuel Apesteguía, abad del Monasterio de Leyre, ha publicado su testimonio; para
revelar el motivo por el cual los contemplativos pueden ser hoy lámparas para
la Iglesia.
“Jesús es realmente el centro de
nuestra vida contemplativa – afirma el abad –: Cristo vivido en el alma, Cristo
escuchado en las Escrituras. Cristo abrazado en la fe de la Iglesia, Cristo
celebrado en nuestras liturgias comunitarias; Cristo servido en nuestros
hermanos y en cuantos se acercan a nosotros”.
Por su parte, la hermana
Mari Carmen Ramírez Ortega, OHP, Convento Santa Clara de Cuéllar, invita a los monjes y
monjas a aprender «a acercar el don de la vida contemplativa a las otras vocaciones,
a la misma Iglesia que peregrina en los diferentes lugares y realidades
pastorales».
De este modo, su testimonio
concluye en un acto de acción de gracias dirigido a los religiosos y religiosas
contemplativos «que estáis dando calor humano, luz concreta, a todo lo que
supone el reto de vivir la vida monástica-conventual en este mundo convulso,
sediento de paz, amor, fraternidad, absoluto y vida nueva».
Matilde Latorre
Fuente: Aleteia