Un relieve situado en la Puerta del Rosario muestra a un moribundo. Lo que no sabía Gaudí era que su muerte iba a guardar muchas coincidencias con la figura de la escena
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Thomas Stanbury-(CC BY-NC-SA 2.0) |
Al visitar la Sagrada Familia, en
Barcelona, uno encuentra en la Fachada del Nacimiento multitud de detalles
organizados según la idea de Gaudí, su arquitecto. Él mismo se encargó de
decidir qué elementos escultóricos debía haber en cada lugar, ya que eso formaba
parte del mensaje que encierra todo el templo: el de dar gloria a
Dios a través del perdón.
En la Fachada del Nacimiento
existen dos puertas de entrada laterales. Entrando por la de la derecha, damos
al futuro claustro, que será distinto a todos los claustros conocidos hasta
ahora en la arquitectura religiosa. Gaudí dejó dicho que serviría para
caminar rezando el rosario, y dejó terminada una de sus puertas, precisamente
la de la Virgen del Rosario.
En ella, puede
verse a la izquierda en alto un relieve que muestra «La muerte del justo».
Podríamos decir que se encuentra en una esquina recoleta, que solo «mira»
a la Virgen. La escena muestra un moribundo tendido en horizontal al que
velan el Niño Jesús, la Virgen y San José. Es la Sagrada Familia atendiendo en
los últimos momentos al cristiano.
Una oración popular
Así lo entiende la fe popular,
que lo ha plasmado desde hace siglos en la pequeña oración:
os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María,
asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María,
descanse en paz con Vos el alma mía»
Esta oración es una plegaria del
que espera ser atendido por Dios en el momento de la muerte.
Antoni Gaudí, profundo creyente,
plasmaba una vez más en el templo un elemento de la piedad que ayuda a quienes
visitan la basílica a orar a Dios.
Para que la escultura fuera lo
más realista posible acudió al Antiguo Hospital de la Santa Cruz (Santa
Creu en catalán) para tomar dibujos del natural de enfermos
moribundos. Ese hospital recibía a los pobres de la ciudad de Barcelona y era
atendido por religiosas.
El resultado fue la imagen de un
anciano moribundo yaciendo en el lecho de la muerte, en horizontal, con barba
poblada y rostro sereno, de paz.
Lo que no sabía Gaudí era que
retratando aquel moribundo pobre y de barba poblada atendido por las monjas del
Antiguo Hospital de la Santa Cruz, estaba prefigurando su propia muerte.
¿Por qué decimos esto? Porque Gaudí murió precisamente así. Veamos:
Tratado como un vagabundo
En 1926, la tarde del 7 de junio
Gaudí termina de trabajar en la Sagrada Familia y se dirige a pie, como
siempre, al oratorio de san Felipe Neri, situado al lado de la Catedral de
Barcelona. Allí suele acudir a rezar y a recibir dirección espiritual de parte
de un sacerdote.
Desde la calle Mallorca, donde se
encuentra el templo de la Sagrada Familia y donde él ha decidido instalar su
vivienda desde el año anterior, desciende por las calles del Ensanche hasta la
esquina de la calle Bailén con la Gran Vía de las Cortes Catalanas. Pero allí,
cuando se dispone a cruzar, es atropellado por un tranvía. Cae tendido al
suelo, mal herido.
Gaudí tenía entonces 73 años. Su
vida se había enfocado plenamente a la construcción de la Sagrada Familia y
esto hacía que no prestara demasiada atención a su manera de vestir. Tanto es
así que quienes le encuentran en la calle en el momento del atropello, ven que
va indocumentado y que su ropa hace pensar más bien que se trata de un
mendigo. Gaudí, el gran arquitecto que ya es famoso en la ciudad por la
Pedrera, la Casa Batlló, el Park Güell, la Casa Calvet, la Torre Bellesguard,
el Palacio Güell… no es reconocido.
Quienes lo recogen en la Gran Vía
deciden llevarlo al Hospital de la Santa Cruz, como a un pobre más. Y allí,
atendido por las monjitas, entre moribundos que en su mayor parte no tienen
familia, permanece solo aquel anciano de barba blanca.
Antoni Gaudí fallece finalmente
el 10 de junio de 1926, tres días después.
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Entierro multitudinario
La ciudad de Barcelona queda
conmocionada al saber que ha muerto el arquitecto. Su mecenas, el conde de
Güell había fallecido ocho años antes. En el Templo Expiatorio de la Sagrada
Familia, la Asociación de Devotos de San José decide darle sepultura en la
cripta. El día 12 de junio, miles de personas se agolpan en las calles
para dar el último adiós al carruaje que lleva los restos de Gaudí. Es,
sin duda, un sentido homenaje popular como pocas veces se ha visto en la
historia de Barcelona.
Vista después la imagen
fotográfica de Gaudí difunto, uno dirige enseguida su pensamiento hacia aquel
relieve de «La muerte del justo». En piedra queda reflejada tal como Gaudí
imaginaba la mejor despedida de un cristiano: acompañado de Jesús, María y
José. Sobre la escena, en letra gótica minúscula a gran tamaño, se lee «amén».
Nada más que añadir.
Dolors Massot
Fuente: Aleteia