10 – Junio. Viernes de la X semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 5,
27-32
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de
repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión
ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada
comete adulterio.
Comentario
El Evangelio forma parte del
Sermón de la Montaña, el primero de los grandes discursos en los que San Mateo
reúne las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. Jesús detalla las
actitudes que debemos guardar respecto a la Ley, a Dios, al prójimo y en la
oración. Comienza el discurso detallando las bienaventuranzas que dibujan el
rostro de Jesucristo y muestran su caridad. Jesús, nos enseña aquí la plenitud
de la Ley, nos invita a dar un paso más, a vivir la vida cristiana no como unos
mandamientos a cumplir sino como unas actitudes a alcanzar. Bienaventurado
quiere decir dichoso. Las bienaventuranzas son nuestro camino para la
felicidad.
Es en este contexto en que
debemos entender el Evangelio de hoy. Jesús va descendiendo a detalles
concretos para alcanzar la plenitud de la Ley.
Con motivo del precepto sobre el
adulterio (cfr. Ex 20,14; Dt 5,18), Jesús llama a un excelso respeto hacia los
demás que subyace en la Ley. Si el adulterio consiste en adueñarse por
satisfacción personal de una persona casada, esto no debe hacerse ni siquiera
en el fuero interno, donde se comete el mismo pecado, aunque no se realice
externamente: “ha cometido adulterio en su corazón” (v. 28). Una enseñanza que
es una llamada a entregar la plenitud del corazón. Para ser bienaventurados,
para alcanzar una mayor felicidad, nos conviene tener un corazón casto, un
corazón enamorado donde no haya espacio para el egoísmo, para los pensamientos
impuros del corazón humano.
También Jesús habla de la antigua
costumbre del repudio. La legislación mosaica introdujo la obligación del
libelo: es decir, un acta firmada por el marido que permitía a la mujer ser
recibida por otro hombre. Sin embargo, para subrayar la grandeza y dignidad del
vínculo matrimonial con una mujer, Jesús hace inválidos todos los repudios, ya
que siguen exponiendo al adulterio a la mujer y a quien la recibiera.
El Maestro nos invita a mirar
siempre nuestra propia interioridad. El pecado no es una acción meramente
exterior, sino una acción interior. Nos hace daño a nosotros mismos porque nos
aleja de Dios y del prójimo. Por eso, ser capaz de vencer la tentación interior
nos predispone a ser hombres más libres porque en nuestro fuero interno tenemos
espacio para Dios y para los demás, somos más capaces de amar.
Jesús nos invita a mirar siempre
la raíz interior de nuestros pecados. Pidamos su gracia para tener siempre un
corazón preparado para amar a Dios y al prójimo, libre de las ataduras del
pecado.
Fuente: Opus Dei