23.7.22

EVANGELIO DEL DÍA

Santa Brígida, religiosa, patrona de Europa

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Juan 15, 1-8

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. 

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

Comentario

Seguramente, a todos nos interpela con fuerza la existencia del mal. De hecho, es el motivo que muchos aducen para poner en duda la existencia de Dios, porque no ven compatibilidad posible entre su Bondad y las cosas malas que suceden. Del mismo modo, muchos creyentes asisten a complejos escenarios y flagrantes injusticias, mientras parece que el Señor está cruzado de brazos.

Jesús, con la parábola del buen trigo y la cizaña, que Él mismo explicó (aunque esa parte no aparece en el evangelio de hoy), revela la razón y el significado de esta trágica realidad. Así, nos hace ver que Dios no es ajeno ni ingenuo: el Señor tiene delante de los ojos toda la maldad de la historia, no la niega ni la desconoce. Y un día la va a juzgar: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra” (Gálatas 6, 7).

De hecho, esta parábola de Jesús afirma rotundamente que existe el mal, que está presente en la vida de los hombres. Al mismo tiempo, declara que no puede provenir de Dios. Es otro el que ha sembrado esa semilla: “La cizaña son los hijos del maligno y el enemigo que la sembró es el diablo” (Mateo 13, 38).

¿Por qué Dios no arranca la cizaña? Jesús nos lo deja claro: arrancarla implicaría llevarse consigo el buen fruto sembrado por Él: la libertad. El Señor no interviene como nos parece a nosotros, en parte porque quiere intervenir a través de nosotros: “la buena semilla son los hijos del Reino” (Mateo 13, 38). Quitar a la humanidad la posibilidad de hacer el mal, implicaría también arrancar la libertad de hacer el bien, la libertad de amar.

Con extrema simplicidad, pero con gran profundidad, el Señor nos está mostrando que toda la historia humana, por compleja que sea, tendrá un instante definitivo: el trigo será separado de la cizaña. Pero ese momento no lo decidimos nosotros: lo decide Dios, que conoce los tiempos de la cosecha.

Lo que a nosotros corresponde es, a pesar de los pesares, cultivar con paciencia todo lo hermoso, bello y grande que nos entregó Dios y dejar los resultados en sus manos. Paga a cada uno según sus obras: “Porque has guardado mi mandato de perseverar, yo también te guardaré a la hora de la tentación que va a venir sobre todo el mundo, para probar a los habitantes de la tierra. Voy enseguida. Conserva lo que tienes, para que nadie arrebate tu corona” (Apocalipsis 3, 10-11).

Luis Miguel Bravo Álvarez 

Fuente: Opus Dei


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