¿Todo lo que dice el Papa es infalible? ¿No puede equivocarse?
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Antoine Mekary | ALETEIA |
En 1854, el papa Pío IX «declaró, pronunció y definió» el Dogma de
la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Esto dio lugar a un debate que se arrastra desde hace siglos:
¿María, la «llena de gracia», fue preservada de todo pecado original?
Los Papas y el Concilio de Trento habían pedido dejar de lado esta
pregunta, pero la devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen continuaba
creciendo.
La medalla acuñada en
millones de copias después de las apariciones de la Rue du Bac, en París en
1830, invoca a María «sin pecado concebida». Y las peticiones instaron a que el
Papa se pronunciara.
En 1849, el
Papa escribió a todos los obispos para pedirles su opinión. Esta fue
mayoritariamente a favor de una definición.
Las cartas se conservan aún en el Vaticano, en una «librería» que
es una obra maestra de orfebrería otorgada por Lourdes en 1877.
Gracias a las respuestas que le dieron, el Papa proclamó el dogma
de la Inmaculada Concepción en la fecha tradicional de la fiesta, el 8 de
diciembre de 1854.
El precedente de Lourdes
Menos de cuatro años después, la Virgen se apareció a Bernadette
Soubirous y le reveló su nombre: «Yo soy la Inmaculada Concepción”.
A
pesar del carácter extraño de esta denominación -«Una mujer no puede llevar ese
nombre», dijo el sacerdote-, las apariciones fueron reconocidas auténticas en
1862.
¿Por qué el Papa no habría percibido esta señal como una confirmación
del dogma? Incluso Bernadette lo veía así.
Afirmar la autoridad del Papa
Al mismo tiempo, el poder temporal del Papa disminuía en Italia,
en marcha hacia su unidad política.
La fe cristiana era cuestionada cada vez más por las diversas
doctrinas. Parecía mucho más oportuno afirmar la autoridad doctrinal del
Papa.
El Concilio Vaticano I votó en este
sentido el 18 de julio de 1870. El 20 de septiembre, la ciudad fue
tomada y el Concilio se suspendió.
El texto dice exactamente:
«El Romano Pontífice, cuando
habla ex
cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y
maestro de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica,
define una doctrina de fe o costumbres y enseña que debe ser sostenida
por toda la Iglesia, posee, … aquella infalibilidad de la que el divino
Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y
costumbres.”.
La infalibilidad es aplicable sólo en
condiciones muy restrictivas. Es necesario que el Papa se
exprese como pastor universal: por lo tanto queda excluida la toma de posición
sobre problemas particulares.
Cualquiera
que sea la importancia de Lourdes, el Papa no comprometió su infalibilidad. Los
papas sucesivos dieron muchas muestras de aprobación.
Pero después fue necesario que él comprometiera explícitamente su
autoridad apostólica, aquella que posee como sucesor de Pedro, que
excluye pronunciamientos personales y enseñanzas de circunstancias,
tanto las más oficiales como las encíclicas.
Finalmente, es necesario que las “definiciones” toquen la fe y
la moral:
excluyéndose así las cuestiones políticas que temían los gobiernos de la época.
Infalibilidad de la Iglesia
La infalibilidad del Papa es un aspecto de la infalibilidad de la
Iglesia. Cristo prometió a sus discípulos enviar el Espíritu Santo que
“os recordará todo lo
que yo os he
dicho» y que conduce “a la verdad completa” (Juan 14, 26, 16, 13).
Las mismas facultades fueron dadas por Cristo sólo a Pedro y al grupo
de los apóstoles (Mateo 16, 19, 18, 18).
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once,
anunció la primera profesión de fe: “esté cierto de que al mismo Jesús, a quien
vosotros habéis crucificado, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.
Fue sobre Pedro, después de su profesión de fe, que Cristo
prometió construir su Iglesia, sobre la cual las fuerzas del infierno no
prevalecerían. El Señor oró especialmente por Pedro, para que no perdiera la
fe.
El texto del Concilio Vaticano II termina precisando que «las
definiciones del Romano Pontífice son irreformables» y no necesitan el
«consentimiento de la Iglesia».
Las «definiciones» por naturaleza son
«definitivas», pero pueden ser siempre profundizadas, expresadas en un
marco más amplio.
No necesitan un consentimiento a posteriori: el consentimiento
se expresa antes de la definición.
2. La infalibilidad papal tenía oponentes en
el mundo católico. Esto dio origen al cisma de los «viejos católicos»
Durante el Concilio, las discusiones sobre el tema fueron
enérgicas.
Ningún obispo discutió la autoridad especial del Papa: hacía ya
más de dieciocho siglos que él la ejercía. ¿Pero por qué se tuvo que llegar hasta la «infalibilidad»?
Algunos papas no habían tenido siempre una doctrina perfectamente
fiable. ¿Cuáles son los límites y las condiciones para
el ejercicio de este poder?
¿Vulneraba la autoridad doctrinal de los obispos, que también son
doctores de la fe?
¿La infalibilidad, no crearía un nuevo cisma y aumentaría la
brecha entre la Iglesia católica y las otras confesiones cristianas?
Los obispos trabajaron durante varios meses para responder a las
objeciones y para evitar las interpretaciones maximalistas.
Sin embargo, la décima parte de los obispos abandonó Roma antes de
la votación definitiva. Ninguno de los obispos hizo cisma.
Pero en 1889, un cierto número de comunidades cristianas se agruparon bajo el nombre de «viejos católicos».
Su obispo estaba ya fuera de la Iglesia mucho antes de la
definición de la infalibilidad.
En 1870, el ecumenismo no estaba a
la orden del día y, de hecho, la infalibilidad del Papa fue un punto de
desacuerdo entre católicos y cristianos de otras confesiones.
Tras un siglo y medio de pruebas, globalización, creación
indefinida de nuevas «iglesias», el Concilio Vaticano II, el ejercicio de la
Colegialidad entre el Papa y los obispos, y las iniciativas ecuménicas
como el «Grupo de Dombes»; el rol específico del Papa, su autoridad
doctrinal, ya no es un tema de tabú.
3. Desde 1870, la infalibilidad papal se
llevó a cabo sólo una vez.
Estrictamente hablando, la infalibilidad del Papa se ha dado sólo
una vez: para la definición de la Asunción a los cielos de la Virgen
María, en el día de todos los santos, en 1950.
De hecho, el método fue exactamente el mismo que para el dogma de
la Inmaculada Concepción.
El papa Pío XII escribió a todos los obispos, haciéndoles dos
preguntas:
«¿Creen ustedes que la Asunción
corporal de la Bienaventurada Virgen puede ser propuesta y definida un
dogma de fe? ¿Ustedes, su clero y sus fieles, lo quieren?”
El Papa preguntó entonces sobre la legitimidad,
pero también sobre la conveniencia de tal
definición. Esta fue cuestionada por mucho tiempo.
La celebración litúrgica se realizaba cada 15 de agosto. La
aprobación fue por tanto amplia. Y derivó lógicamente de la Inmaculada
Concepción.
La Constitución Apostólica del
1 de noviembre de 1950 es extensa: contiene todos los argumentos a favor
de la definición.
Pero la definición en sí misma es muy breve. En particular, esta
no responde la cuestión de la transición de María de la tierra al cielo:
¿directamente o pasando por la muerte, como su Hijo?
Temas que
podrían tratarse algún día
Los Papas nunca han querido definir a María como «corredentora»,
como algunos quisieran.
Y tampoco han usado la infalibilidad para condenar la limitación
artificial de nacimientos e incluso abortos.
Algún día quién sabe si podrían usarla para decir que sólo los
hombres pueden ser ordenados sacerdotes y obispos en la Iglesia católica.
4. Los textos del Concilio Vaticano II no
están cubiertos por la infalibilidad pontificia a pesar de haber sido aprobados
y promulgados por el papa Pablo VI.
El uso de la infalibilidad es muy restrictivo. Es el grado
máximo de autoridad que el Papa ejerce en los diferentes
niveles de compromiso.
El papa Pablo VI usó su autoridad para «aprobar, detener, decretar
y promulgar» «todos y cada uno de los puntos» de los textos aprobados en el
Concilio Vaticano II.
Por la voluntad del papa Juan XXIII, el pliego de cargos del
Concilio que él convocó no incluyó el proyecto de la «definición».
Es un error deducir que el actual Papa o cualquier otro sucesor
tenga que dar marcha atrás al Concilio Vaticano II.
Tal como dijo el papa Benedicto XVI, se trata de interpretar
correctamente y sobre todo poner en práctica.
Fuente: Aleteia