En los lugares donde la fe se está reavivando, la confesión es un elemento central
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| Dominio público |
Uno de los
grandes problemas de la Iglesia Católica en las últimas décadas y que
explica buena parte de la secularización de Occidente ha sido el arrinconamiento de la confesión.
Durante mucho tiempo se ha quitado importancia a
este sacramento y los sacerdotes abandonaron los confesionarios. Como
consecuencia, muchos católicos siguieron a sus pastores y al percibirlo como
algo secundario dejaron de confesarse.
A diferencia de esta deriva, es importante destacar
que en los lugares donde se está produciendo un reavivamiento de la fe
la confesión es un elemento fundamental.
Pero todavía hoy existe un grave problema con un sacramento central,
pues es común ir a una iglesia y no encontrar un confesor. ¿Los sacerdotes no confiesan porque nadie acude o los fieles no van porque
no hay curas confesando? Sea una cosa o la otra, o una mezcla de las
dos, la realidad es que buena parte de la solución de los males de la Iglesia
llegará por el confesionario.
Para ayudar a muchos católicos que han
abandonado la confesión o apenas recurren a ella, el sacerdote Tim
McCauley, de la Archidiócesis de Ottawa y converso al catolicismo,
ha querido desmontar viejos e inútiles argumentos contra este sacramento así
como el miedo de acudir al confesionario.
El padre Tim McCauley pide a los sacerdotes y
también a los católicos más comprometidos “no limitarse a explicar la
enseñanza de la Iglesia sobre los requisitos y beneficios del sacramento de la
reconciliación. Necesitamos comprender el pensamiento de los numerosos
católicos que evitan este sacramento. Tratemos de encontrarnos con ellos
en el lugar de sus dudas y temores para aclarar su teología equivocada que les
impide ir a confesar y tener una experiencia más profunda de la misericordia de
Dios”.
En su opinión, hay varios motivos por los cuales hay
católicos que no acuden a este sacramento:
-Están los que asumen que creen que la confesión implica
admitir que son muy malas personas que han hecho cosas horribles.
-Los hay que piensan que la confesión regular significa
pensar constantemente en los pecados cometidos recordando así todo el
tiempo en qué han fallado.
- Muchos católicos rechazan la idea de desnudar su
alma por miedo a abrirse y a ser juzgadas o castigadas de
alguna manera.
Respondiendo a la primera de a las posibilidades, este
sacerdote recuerda que “para aquellos que temen que la confesión les obligue a
juzgarse a sí mismos como personas muy malas, necesitamos aclarar la naturaleza
compleja de los seres humanos y cómo nos ve el Padre. El Padre nos ama
como a sus hijos porque somos esencialmente buenos. Jesús mismo nos
recuerda nuestro valor como hijos de Dios. ‘¿No se venden dos pajarillos por un
as? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. De hecho, todos los
cabellos de tu cabeza están contados. No tengas miedo; vales más que muchos
pajarillos’. Jesús está confirmando que tenemos un valor inherente a
los ojos de Dios”, recuerda el sacerdote.
Por otro lado, el padre McCauley señala que “también
poseemos una bondad fundamental como parte de nuestra naturaleza, por el mero
hecho de que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Al mismo
tiempo, también somos pecadores. Como resultado del pecado original,
nuestra naturaleza ha sido herida y nos inclinamos hacia el mal y el pecado”.
Con respecto a la posibilidad de que la confesión
implica obsesionarse y pensar en todo momento en los pecados, el sacerdote
insiste en que si así fuera viviríamos una “obsesión por nosotros mismos y nos
desanimaríamos todo el tiempo. Debemos confesar nuestros pecados y
dárselos a Jesús, luego enfocarnos en Su amor, misericordia y perdón.
Quizás por esta razón la Iglesia ‘renombró’ la confesión como el sacramento de
la ‘reconciliación’, para enfatizar este mismo punto: nuestro enfoque
no está en nuestros pecados sino en reconciliarnos con Dios y recibir Su
misericordia”.
Pero también el padre McCauley habla de los católicos
que tienen una imagen falsa de Dios y malinterpretan cómo Dios ve el pecado.
“El pecado es una ofensa contra Dios”, explica, pero también cree que esto hay
que entenderlo correctamente. Afirma que “no es como si Dios guardara
celosamente su posición y privilegio y se sintiera ofendido de que sus
criaturas se atrevieran a insultar su majestad desobedeciendo sus mandamientos
y pecando contra Él. Esta es una imagen distorsionada de Dios. En el
nivel más profundo, nuestros pecados afligen al Corazón de Jesús porque
nuestros pecados nos hieren a nosotros y a otras personas”.
Por último, este sacerdote habla del caso de los
católicos que temen abrir su alma en la confesión. Por ello, les recuerda que
“Dios nos ama porque somos esencialmente buenos”, es decir, el hombre ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios. Pero considera que hay incluso una verdad
más profunda: “Dios también nos ama como pecadores, como personas
débiles que cometen errores y fracasan, que se hacen daño a sí mismos y a
los demás”.
Así mismo, Tim McCauley afirma que “es difícil para
la mayoría de las personas admitir su vulnerabilidad, debilidades y pecados. Podemos
tender a ser como Adán, escondiéndonos de Dios porque nos sentimos desnudos y
asustados. Pero es precisamente en nuestra vulnerabilidad, debilidad y pecados
donde podemos experimentar plenamente lo mucho que somos amados y la
profundidad de la tierna misericordia de Dios”.
En el fondo –prosigue- “todos tenemos la
necesidad de sabernos amados cuando somos ‘malos’, cuando estamos en
nuestro peor momento. Este es precisamente el tipo de amor que Cristo nos
ofrece”.
Así, cualquier persona puede decir sin miedo: “aquí
estoy Jesús. Estoy tan avergonzado. Estos son mis secretos más oscuros, mis
pecados ocultos. Estas son mis debilidades y fallos como ser humano. ¿Cómo
es posible que me ames con esta parte de mí? No sé si alguien más me
amaría si supiera todo esto sobre mí”.
Sin embargo, cree que acudiendo con esta disposición
arrepentida Dios diría: “Sí, hijo mío. Te amo hasta en tu peor momento. No vine
a condenar al mundo, sino a salvarlo. Recuerda, durante mi tiempo en la tierra
comí y bebí con pecadores. El mío es un amor misericordioso atraído por
los más necesitados. Has confesado y te perdono. Vete en paz”.
J.
Lozano
Fuente:
ReL






