8 – Agosto. Lunes. Santo Domingo
de Guzmán, presbítero
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Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 17,
22-27
Mientras recorrían juntos
Galilea, les dijo Jesús: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los
hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día».
Ellos se pusieron muy
tristes. Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las
dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga
las dos dracmas?».
Contestó: «Sí».
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó
a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran
impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?».
Contestó: «A los
extraños». Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos.
Sin embargo,
para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que
pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por
mí y por ti».
Comentario
Hoy, la liturgia nos ofrece
diferentes posibilidades para nuestra consideración. Entre éstas podríamos
detenernos en algo que está presente a lo largo de todo el texto: el trato
familiar de Jesús con los suyos.
Dice san Mateo que Jesús y los discípulos iban «yendo un día juntos por
Galilea» (Mt 17,22). Pudiera parecer algo evidente, pero el hecho de mencionar
que iban juntos nos muestra cómo el evangelista quiere remarcar la cercanía de
Cristo. Luego les abre su Corazón para confiarles el camino de su Pasión, Muerte
y Resurrección, es decir, algo que Él lleva muy adentro y que no quiere que,
aquellos a quienes tanto ama, ignoren. Posteriormente, el texto recoge el
episodio del pago de los impuestos, y también aquí el evangelista nos deja
entrever el trato de Jesús, poniéndose al mismo nivel que Pedro, contraponiendo
a los hijos (Jesús y Pedro) exentos del pago y los extraños obligados al mismo.
Cristo, finalmente, le muestra cómo conseguir el dinero necesario para pagar no
sólo por Él, sino por los dos y no ser, así, motivo de escándalo.
En todos estos rasgos descubrimos una visión fundamental de la vida cristiana:
es el afán de Jesús por estar con nosotros. Dice el Señor en el libro de los
Proverbios: «Mi delicia es estar con los hijos de los hombres» (Prov 8,31).
¡Cómo cambia, esta realidad, nuestro enfoque de la vida espiritual en la que a
veces ponemos sólo la atención y el acento en lo que nosotros hacemos, como si
eso fuera lo más importante! La vida interior ha de centrase en Cristo, en su
amor por nosotros, en su entrega hasta la muerte por mí, en su constante
búsqueda de nuestro corazón. Muy bien lo expresaba san Juan Pablo II en uno de
sus encuentros con los jóvenes: el Papa exclamó con voz fuerte «¡Miradle a
Él!».
P. Joaquim PETIT LlimonaL.C.(Barcelona, España)
Fuente: Evangeli.net