9 – Agosto. Martes. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, virgen y mártir, patrona de Europa
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 25,
1-13
Entonces se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban
a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al
banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las
otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En
verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el
día ni la hora».
Comentario
La Iglesia celebra hoy la memoria
de santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y nos propone, para
contemplar su vida, la parábola de las vírgenes que esperan velando al esposo.
Estas mujeres estaban encargadas
de acoger y acompañar al novio en la ceremonia de boda. El Señor propone, pues,
esta historia para recordar que debemos estar preparados para el encuentro con
Él. Una preparación que exige ciertamente resistir el sueño, pero sobre todo
estar listos y con la lámpara encendida cuando se presente el momento.
Muchos santos han visto en la
imagen de la lámpara la luz de la fe que logra brillar gracias al aceite de la
caridad. Edith Stein mostró con su vida la verdad de la parábola. Desde su
acercamiento a la fe católica a la edad de 30 años, pasando por su ingreso al
Carmelo -donde cambiará su nombre por el de Teresa, en honor a la santa
fundadora española-, hasta su muerte heroica en el campo de concentración de Auschwitz,
se esforzó continuamente por amar y mostrar su fe en Jesús.
Entendió desde el inicio que
velar junto al Esposo significa estar dispuesta a abrazar la cruz y será este
de hecho el fondo de su libro más célebre “La ciencia de la Cruz” escrito meses
antes de morir.
Cuenta un sobreviviente que
conoció a Teresa en sus últimos días, que la santa supo mantener encendida la
lámpara hasta el final: “Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple
máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una
persona verdaderamente grande”.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta
del encuentro de Teresa con su amado Esposo, a quien esperó y acompañó
pacientemente, sabiendo conservar el aceite de la caridad, velando hasta el
final.
Martín Luque
Fuente: Opus Dei