Inspirado en las palabras del Evangelio de hoy, el Santo Padre en su homilía habló sobre lo que significa seguir a Jesús
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El Santo Padre en su homilía de
la beatificación del Papa Luciani recordó que seguir a Jesús es tomar como Él
las propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don, gastarla
imitando el amor generoso y misericordioso de Dios. Tal como el nuevo beato que
con su sonrisa logró transmitir la bondad del Señor.
El Papa Francisco, al presidir esta mañana la misa de beatificación del Papa Juan Pablo I, afirmó que el nuevo beato vivió con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo y siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. En una jornada gris, bajo una intensa lluvia, la Plaza de San Pedro fue escenario de la celebración para elevar a los altares al Albino Luciani, un Papa que con su sonrisa – como dijo el Pontífice - logró transmitir la bondad del Señor.
Seguir a Jesús es cargar su cruz
Inspirado en las palabras del Evangelio
de hoy, el Santo Padre en su homilía habló sobre lo que significa seguir a
Jesús, ser sus discípulos, especialmente ante las advertencias que Él mismo
hace a la multitud que fascinaba y asombrada lo seguía: “el que no lo ama más
que a sus seres queridos, el que no carga con su cruz, el que no renuncia a
todo lo que posee no puede ser su discípulo”. Una condición exigente y poco
atractiva, afirmó Francisco, muy diferente a lo qué habría hecho un líder
astuto al ver que sus palabras y su carisma atraían a las multitudes y
aumentaban su popularidad.
“Sucede también hoy, especialmente en
los momentos de crisis personal y social, cuando estamos más expuestos a sentimientos
de rabia o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos volvemos más
vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las
manos de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando
los miedos de la sociedad y prometiéndonos ser el ‘salvador’ que resolverá los
problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación y su poder
aumenten”.
El estilo de Dios no instrumentaliza
El Pontífice explicó que Jesús no actúa
de este modo, porque el estilo de Dios “no instrumentaliza nuestras
necesidades, no usa nunca nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo”,
no seduce con el engaño, no quiere “distribuir alegrías baratas ni le interesan
las mareas humanas”, no busca la aceptación o la idolatría, no quiere que la
gente lo siga “con euforia y entusiasmos fáciles” sin poder discernir sobre las
motivaciones y las consecuencias de lo que significa seguir a Jesús.
“De hecho, se puede ir en pos del Señor
por varias razones, y algunas, debemos reconocerlo, son mundanas. Detrás de una
perfecta apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las
propias necesidades, la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una
posición, de tener las cosas bajo control, el ansia de ocupar espacios y
obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras
cosas. Y esto sucede también hoy”.
Seguir al Señor no es un seguro de vida
Francisco reiteró que este no es el
“estilo de Jesús” y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia.
Seguir al Señor, agregó el Papa, “no significa entrar en una corte o participar
en un desfile triunfal, y tampoco recibir un seguro de vida”, sino cargar la cruz,
“tomar como Él las propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don,
gastarla imitando el amor generoso y misericordioso”, es mirarlo a Él más que a
nosotros mismos.
“Mirando al Crucificado, estamos
llamados a la altura de ese amor: a purificarnos de nuestras ideas
distorsionadas sobre Dios y de nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los
demás, en la Iglesia y en la sociedad, también a aquellos que no piensan como
nosotros, e incluso a los enemigos”.
No vivir a medias
El Santo Padre señaló que es necesario
amar “aunque cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y
de la soledad, aunque nos pongan trabas y seamos perseguidos”. Inclinarse ante
la cruz y que te puncen sus espinas, como decía Juan Pablo I. Un amor extremo,
agregó Francisco, “con todas sus espinas”, sin esperar una vida tranquila o una
“fe al agua de rosas”, sino arriesgarse y no dejas las cosas a medias.
“Si, por miedo a perdernos, renunciamos
a darnos, dejamos las cosas incompletas: las relaciones, el trabajo, las
responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe. Y
entonces acabamos por vivir a medias, cuánta gente vive a medias, también
nosotros, muchas veces, tenemos la tentación de vivir a medias; sin dar nunca
el paso decisivo, sin despegar, sin apostar todo por el bien, sin
comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el
Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Sin
concesiones”.
Papa Luciani y su bondad
El Papa no sólo constató que el nuevo
beato vivió con esa entrega, “con la alegría del Evangelio, sin concesiones,
amando hasta el extremo”, sino que “encarnó la pobreza del discípulo, que no
implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la
tentación de poner el propio ‘yo’ en el centro y buscar la propia gloria, sino
que “siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde.
Francisco concluyó su homilía de la
beatificación de Juan Pablo I con estas palabras:
“Con su sonrisa, el Papa Luciani logró
transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre,
sereno y sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece
los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada
ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia
del pasado cayendo en el “indietreismo”. Roguemos a este padre y hermano nuestro,
pidámosle que nos obtenga ‘la sonrisa del alma’, esa transparente, que no
engaña, la sonrisa del alma. Pidamos, con sus palabras, aquello que él mismo
solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero
hazme como tú me deseas»”.
La paz en Ucrania y el mundo
La beatificación de Juan Pablo I
concluyó con un cielo abierto, claro y soleado. Palabras de agradecimiento del
Papa centraron la breve alocución antes del Ángelus: a cardenales, obispos y
sacerdotes y fieles de diferentes países; a las Delegaciones oficiales reunidas
para rendir homenaje al nuevo Beato; al Presidente de la República Italiana y
al Primer Ministro del Principado de Mónaco; y en especial a los fieles de
Venecia, Belluno y Vittorio Veneto, lugares vinculados a la experiencia humana,
sacerdotal y episcopal del Beato Albino Luciani.
El
Santo Padre invitó a dirigirnos a la Virgen María “para que obtenga el don de
la paz en todo el mundo, especialmente en la martirizada Ucrania” y para que
“nos ayude a seguir el ejemplo y la santidad de vida de Juan Pablo I”.
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