No se trata de acertar en todas las decisiones ni de hacerlo todo bien, Él simplemente quiere que sea feliz. Una bella reflexión de Carlos Padilla
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Me
gustaría tener claro lo que Dios quiere de mí. Dice el profeta:
«¿Quién conoce
el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de
los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles. Apenas
conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano:
pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú
no le das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo? Sólo así fueron
rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada,
y la sabiduría los salvó».
Sólo la sabiduría de Dios me salva en
medio de tanta incertidumbre. Sólo el Espíritu Santo que
desciende sobre mí.
¿Quién soy? ¿Cuál es mi misión?
Me
gustaría saber lo que debo pensar. Busco razones en mi alma. Quiero ser sabio
pero estoy tan lejos.
Mis conocimientos son muy limitados,
muy del mundo. Dios me ha dado un corto entendimiento para la vida.
¡Qué difícil es el autoconocimiento! ¡Cuánto me
cuesta mirar dentro para saber cómo soy! ¡Cuánto más difícil me resulta conocer
a Dios y descubrir sus planes!
Dios se escapa lejos de mí estando muy dentro de mi alma. Se
esconde siendo sólo visible al corazón.
Quisiera saber bien si las decisiones que tomo son las correctas.
¿Cuál es el designio de Dios para mi vida? ¿Qué quiere de mí, qué
desea?
Sólo quiere que sea feliz. Sabe que
cuando lo sea voy a hacer felices a las personas que me rodean. Eso lo tengo
claro.
Una humilde felicidad
Quiero
ser feliz y quiero que los que están a mi lado también lo sean. Porque siéndolo
yo, ellos lo serán. Y si ellos lo son, mi felicidad aumenta.
Pero no quiere Dios que viva en tensión queriendo hacerlo todo
bien. Es imposible hacer todas las cosas bien.
Es fácil saber que Dios quiere que haga el bien, que no peque, que
no hiera, que no viva lleno de rabia y amargura.
No quiere que me haga daño con mis
vicios y adicciones porque acabaré enfermando.
No desea que me aísle golpeando con
mis palabras y gestos a mis hermanos. No quiere el pecado en
mí, porque me hace daño y desea que haga el bien.
¿Cómo escoger?
Pero a la hora de elegir entre dos bienes la cosa se complica. ¿Cómo sé cuál
es el camino entre dos bienes posibles?
Siempre se produce esta tensión cuando tengo que elegir. ¿Qué es
lo que me conviene? ¿Cuál es el camino que me hará más feliz, más pleno?
¿Todo lo que me piden las personas es lo que Dios quiere? ¿Todas
las ofertas que el mundo me hace son las que tengo que seguir?
¿Cómo discernir bien lo mejor para mi vida? Parece imposible
saberlo con certeza.
A menudo me piden cosas opuestas que entran en colisión. Entre
pecar y no pecar lo tengo claro. Pero entre hacer un bien y otro, no sé bien
cuál es el camino.
Misterios divinos
Elegir una opción guiándome sólo por el criterio de la generosidad no
basta. Puedo pensar que sí, pero no es el único criterio válido para elegir.
Pero la generosidad empieza por casa. Yo tengo que estar bien para
poder servir con más alegría y generosidad.
Entre varios caminos posibles ¿cuál es el que Dios desea para este
tiempo? No lo sé, no alcanzo a comprender el corazón de Dios, ni sus misterios.
No sé si acierto cuando elijo un camino dejando al lado el otro.
Me entran las dudas. ¿Me estaré equivocando?
Una vez leía: «La mejor decisión es la que he
tomado». Cuando decida algo eso es lo mejor que puedo decidir.
No puedo volver atrás continuamente
para lamentarme por no haber seguido el otro camino posible.
No puedo caer en los escrúpulos y en
los miedos. Miro hacia delante y asumo las consecuencias de la
decisión tomada.
Puede que el tiempo me haga ver lo sabio de mi decisión. Puede que
vea que me equivoqué. Y asuma que fue lo mejor que pude decidir teniendo en
cuenta las circunstancias del momento.
La importancia del silencio
Para
poder saber bien lo que Dios quiere tengo que ser capaz de hacer silencio en
el alma. Callar, esperar, aguardar. Y mirar a Dios a los ojos
buscando sus Palabras.
Es el camino del discernimiento.
Buscar esa luz para interpretar las voces con las que Dios me habla en el alma,
en los acontecimientos de mi vida, en mis circunstancias.
La elección de un camino es un salto de fe,
de confianza. Es creer que Dios va a estar detrás de ese sí que le doy, de esa
entrega.
Confío que no me equivoco porque intuyo que no tengo razones para
no elegir ese camino. Con el tiempo entenderé mejor si fue la decisión
correcta.
Confiar
Mirar
hacia atrás es más sencillo que mirar hacia el futuro. Mientras tanto me abandono
en el amor de Dios.
Él quiere que sea feliz en mi presente, hoy, y quiere que opte por
ese camino en el que voy a ser más pleno.
A veces las circunstancias y las decisiones de los otros me
obligarán a tomar decisiones que no quería tomar.
Lo asumiré como un riesgo y será un acto de amor hacia Dios. Él sabrá
mejor cómo va a sacar un bien de los males que un día me
toque sufrir.
No quiere el mal en mi vida, no desea que sea infeliz, todo lo
contrario. Me quiere de forma incondicional elija lo que elija. Hoy repito como
una oración las palabras del salmo:
Dios es mi refugio y en Él me abandono. Por eso no se trata de
acertar en todas mis decisiones. Me equivocaré a
menudo.
Se trata de tomarme de su mano y caminar confiado aunque no vea
nada claro mirando hacia delante. El amor de Dios me sostendrá en medio de
los reveses que me dé la vida.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






