La santa veía y sentía a su ángel de la guarda y, a veces, hasta era muy estricta con ella
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| Shutterstock/Lane V. Erickson |
Nuestro ángel también conserva el
recuerdo de nuestras buenas obras, de nuestros sacrificios, incluso hasta de
los más pequeños.
Leemos en la vida de la beata
Emilia Bicchieri (1238-1314), que una de las monjas puestas bajo su dirección
le pidió, en un día de verano muy bochornoso, permiso para beber un vaso de
agua.
«¿Olvida, hermana, que la regla
prohíbe beber a esta hora?»
«Lo sé, Reverenda Madre, pero
¿tengo tanta sed?»
«Bueno, hermana, entonces,
coloque este vaso de agua en las manos de su ángel de la guarda». La monja se
inclinó.
La Aparición y el Purgatorio
Murió unos años más tarde y, al
no ser lo suficientemente perfecta para el cielo, entró en el Purgatorio. Tres
días después, se le apareció a la Beata Emilia: «Ya no sufro, Reverenda Madre.
Con la ayuda de ese vaso de agua que le confié por orden suya, mi ángel apagó
el fuego que me atormentaba».
Si nosotros concedemos a nuestro
santo ángel muchos de estos pequeños sacrificios, ¡qué tesoro acumularemos más
tarde para el Paraíso! Muchos santos han tenido la certeza, y a veces la visión
real, de la presencia angélica a su lado.
La bofetada a santa Francisca
Romana
Santa Francisca Romana fue, entre
todas, una privilegiada de los ángeles. Ella veía y sentía a su ángel de la
guarda, y a veces era muy estricta con Francisca, la quería perfecta.
Un día, cuando participó en una
reunión de chicas elegantes y bastante frívolas, escuchando calumnias y
resoluciones inútiles sin atreverse a dar testimonio de su reprobación, ni
desviar la conversación ni abandonar la asamblea, un ruido de bofetada sonó
bruscamente. Todas las charlatanas se volvieron hacia Francisca, en realidad
era ella quien había recibido la bofetada porque su cara era toda roja… Por
otro lado, los actos virtuosos de la santa fueron igualmente misteriosamente
recompensados
Letras de Oro
Otro día, mientras leía el oficio
de la Santa Virgen en su habitación, la llamaron en medio de un verso. Se movió
sin murmurar, luego regresó a su oración.
Pero parecía que tenían una gran
necesidad de ella ese día: por tres veces más, en medio del mismo verso,
llamaron a Francisca, quien inmediatamente se apresuró y realizó el servicio
solicitado sonriendo. A la cuarta vez, encontró en su libro el verso escrito en
letras doradas.
Su ángel custodio y los demonios
que la acosaban
A santa Francisca como a tantos
santos contemplativos, el demonio le tenía envidia, celoso de la felicidad que
llenaba en todo su ser esa vida de contemplación.
Una noche el demonio se apareció
en forma de corderito y se postró ante ella, para crearle el deseo de orgullo.
Francisca que se dio cuenta enseguida,
lo alejó bruscamente, y el diablo tomó la forma de un enorme lobo que lanzaba
fuego de su boca y la quería devorar.
La santa mientras quemaba, no
perdía la confianza en la misericordia de Dios, y su ángel de la guarda
apareció apagando las llamas y el diablo desapareció.
Otra noche que los demonios
aparecieron a molestarla ella los amonestó tratándoles de cobardes, porque eran
capaz de rebelarse ante una pobre mujer y no ante la Divina Majestad.
Estos enfurecidos tomaron a
Francisca para lanzarla por el balcón, pero su ángel vino al rescate poniendo
en fuga los demonios
En 1925 el Papa Pio XI la declara
la patrona de los automovilistas, a causa de una leyenda según la cual un ángel
solía alumbrarle el camino con una linterna mientras andaba, manteniéndola a
salvo de infortunios.
Marcello
Stanzione - Maria
Paola Daud
Fuente: Aleteia






