Aprovecha un aniversario o cualquier día especial para renovar tu entrega, y la angustia dará paso a la esperanza. Una reflexión de Carlos Padilla llena de luz
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| Mariia Korneeva | Shutterstock |
Aprovecha un aniversario o
cualquier día especial para renovar tu entrega, y la angustia dará paso a la
esperanza. Una reflexión de Carlos Padilla llena de luz
Hay
días de gracias, días de bendiciones. Días en los que el cielo se abre y derrama
su amor.
Hay momentos que marcan la vida, los propios pasos. Decisiones tomadas
en el corazón de Dios.
Hay silencios más elocuentes que mil palabras. Como el sí de
María pronunciado en la gruta en la que el Ángel vino a
comunicarle el más íntimo deseo de Dios.
O
cuando en la vida un día tomas la decisión más importante. O empiezas un camino
callado, meditabundo, consciente del peso de lo que estás haciendo.
Un sí que lo cambia todo
Hay
horas que marcan todas las siguientes. Cuando una persona da a Dios un sí
pequeño y grande al mismo tiempo.
Un sí seguro y dubitativo, audaz y lleno de miedo. Un sí capaz de
cambiar el rumbo de los acontecimientos.
Porque en el sí de cada uno se esconde la semilla del árbol más
grande. En la fe que ve más allá del horizonte visible. Detrás
de las nubes donde se esconden el sol, la luna y las estrellas.
El sí más solemne y el más sencillo.
La hora en la que todo cambia cuando uno mismo cambia y mira
la vida de forma diferente.
Pasado el tiempo…
El
primer sí se vuelve a renovar tiempo después con el convencimiento de que no
depende tanto de la propia fidelidad como de la de María, de la de Dios.
Ellos no fallan, no se esconden, no se callan.
Y al pronunciar el sí de nuevo se carga el corazón de esperanza.
No todo será un desastre. La vida es mucho más que lo que ahora veo y
presiento.
Y el futuro comienza en esta hora temprana en la que se vuelve a
decir que sí como si de una aventura mágica se tratara.
Sin miedo
Somos tan pequeños. La misión es tan grande. Los peligros tan
inmensos… Pero la alianza nos hace creer que todo es posible.
Que podrán ocurrir cosas terribles. Y apremiarme peligros
inminentes e incontrolables. Y en medio de mil tempestades María nos dirá al
oído:
No
tengas miedo, hijo mío, yo estoy contigo
Y esa promesa basta para salir adelante, para no
naufragar, para no perderse.
No intentemos en vano controlar nuestra vida. Ofrezcámosla a Dios
como un niño pequeño que confía en su Padre, en su Madre.
María nos mira conmovida al ver nuestros miedos, al ver nuestros deseos más íntimos, al ver nuestras angustias y soledades. Y nos abraza con fuerza.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






