Jesús Silva, Patxi Bronchalo y A.M.Doménech hablan en «Red de Redes» de misas mal hechas
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| Doménech, Silva y Bronchalo, curas blogueros, que hablan de todo en Red de Redes, sin tapujos |
"Recuerdo estar en Culebra, una isla de Puerto Rico, y al ir
a empezar la Eucaristía el sacerdote me advirtió: «Aquí celebramos con el rito de Culebra»… ¡y el tío se
inventó la misa, de principio a fin!”
Esta anécdota sirve al padre Jesús Silva para introducir la cuestión de los abusos litúrgicos en
la misa durante
el segundo episodio de Red
de Redes, el programa de humor y formación de la Asociación Católica
de Propagandistas (ACdP) conducido por los sacerdotes Patxi Bronchalo, Antonio María Domenech y el propio
Silva.
En
este capítulo, titulado “La Santa Misa”, los tres clérigos exploran el significado profundo de la
Eucaristía, y abordan sin pelos en la lengua polémicas como los bailes
en el altar, las misas tradicionales o la relación de la misa con las fiestas
judías.
En este
artículo, recogemos las cinco principales reflexiones del episodio, empezando
por:
1) La misa
no tiene por qué ser entretenida
“En una boda, durante la misa, bajaron una pantalla y pusieron un capítulo de Los
Simpson doblado por los amigos de los novios”, apunta Silva, junto a
ejemplos vistos a través de redes sociales, como un sacerdote bailando
sevillanas con la casulla puesta o un altar decorado con la bandera LGBTI.
“La Iglesia no es un teatro, y a veces
pensamos que tenemos que hacer cosas para que la gente esté a gusto y pase un
rato ameno, pero es porque no entendemos lo que pasa en la misa, que es sagrado
y precioso”, señala Bronchalo.
Para Silva, “este tipo de abusos
desmerecen el misterio
esencial de la Eucaristía, que no es algo que hagamos sino algo a lo que
servimos”. Domenech añade a esta reflexión que “quien actúa en la misa es
Cristo”, y que las normas litúrgicas de la Iglesia “encauzan la conversación”
entre Él y nosotros.
“No hemos de inventar cosas pensando
que así es mejor, sino ser como el pincel con el que pinta un artista; somos los pinceles de Dios para
que Él se derrame sobre su pueblo”, añade Bronchalo.
2) No hay
una misa mejor que otra
Los tres sacerdotes, no obstante,
también identifican un vicio en el extremo contrario: el de quienes piensan que
una misa es mejor que otra. “Hay personas que celebran la misa de San Pío V
-que se puede hacer sin problema-, pero que piensan que es el mejor modo de
celebrar la misa, o el único, y que no vale el Nuevo Orden”, lamenta Silva.
El padre insiste en que estos “lo
hacen también como un símbolo de distinción, una seña de identidad para
diferenciarte, del mismo modo que otros ponen banderitas o bailan”. “En el
fondo -comenta Domenech- se olvidan de que no es mejor tu misa que la mía,
porque misa solo hay una:
la del Calvario, y yo me uniré a ella o no según lo que haga”.
3) La
presencia de Cristo en la Eucaristía es real, no un símbolo
“Hay quien dice que la presencia de
Cristo en la Eucaristía es un símbolo, o una imagen”, plantea Bronchalo, y
Domenech sienta cátedra: “Su presencia es real, está verdaderamente presente en
la forma del pan y el vino; Jesús
está en su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad”, señala el
sacerdote, y añade que, una vez acabado el sacrificio eucarístico, Cristo sigue
estando en el sagrario.
Ahondando en la teología, Silva cita
al Concilio Vaticano
II y apunta que allí se dice que la presencia real de Cristo se da en muchas realidades
-por ejemplo, en los pobres-, pero que la Eucaristía es el único lugar donde se da una presencia
“substancial” de Cristo. “Su presencia en el vino y el pan es real por
sublimación, no por exclusión”, elabora.
En esta línea, los tres sacerdotes
destacan que la misa es la
renovación del sacrificio de Cristo. Citan dos fiestas judías: el Yom
Kipur, donde se sacrificaba un cordero para expiar los pecados del pueblo, y la
Pascua, donde se comía el cordero pascual como símbolo de la liberación del
pueblo de Israel de Egipto.
“Jesús -explica Silva- asume en sí las
dos figuras: Él es el
cordero que quita el pecado del mundo con su sacrificio único, y también se hace alimento y
banquete para nosotros, como símbolo de que hemos sido liberados y
estamos en la Salvación”. Domenech, además, cita que en este sacrificio, Cristo es a la vez sacerdote, víctima y
altar.
4) La misa
no se celebra en solitario
Otro aspecto fundamental que destacan
es el hecho de que la misa es una asamblea, una convocación de los fieles a
reunirse y celebrar juntos el sacrificio.
“Un sacerdote puede celebrar solo, pero no es lo ideal; el Señor
nos reúne como Iglesia y así manifestamos juntos que somos el cuerpo
de Cristo presente”, señala Silva, y Domenech añade que “el número de personas
es indistinto, aunque
estés solo, contigo está celebrando toda la Iglesia”.
5) Para
comulgar hace falta ir “vestido de boda”
Por último, citan la parábola del
Evangelio en la que se prepara un gran banquete de boda -“la Eucaristía es un
anticipo del Cielo, del banquete futuro”-, y echan a uno que no llevaba traje
de boda. Para Bronchalo, este traje de boda necesario para participar en el
banquete es el bautismo,
que lava el pecado original y “blanquea” el vestido.
Domenech considera que también se
puede ver como la disposición interior de querer ir a misa, y Silva lo liga a
la confesión. “Claro, una cosa es asistir a misa y otra comulgar -recuerda
Domenech-, y para comulgar
hace falta estar en gracia de Dios, saber que recibimos a Cristo y
estar una hora sin comer nada antes, por respeto a lo que es la comunión en
sí”.
Por último, como en cada programa, los
tres participantes recomendaron la figura de un santo -San Pío de Pietrelcina-,
una película -El
gran milagro, dirigida por Bruce Morris y dirigida a los más
pequeños- y un libro: La cena del cordero, de Scott Hahn.
J. A. A.
Fuente: ReL






