Es en contacto profundo con la realidad y con lo que Dios hace en ella, como podremos entender qué es la providencia divina. Luisa Restrepo nos explica cómo
![]() |
| Recibir todo de Dios/Shutterstock |
Dios
actúa en nuestra realidad. Es en la realidad donde está Dios y
donde se manifiesta su acción.
Contrario a esto, a veces creemos que su acción se puede ver o
percibir en nuestra vida solo en ciertos momentos en los que lo extraordinario
se hace presente, sea bueno o malo.
A veces creemos que Él diseñó el mundo y luego lo dejó para que
todo marche con una autonomía absoluta. Pensamos que solo
se manifiesta de vez en cuando para darnos algún mensaje.
También solemos creer que las cosas pasan solo porque “Dios quiere”.
En este pensamiento nuestra libertad no juega
ningún papel, pues nuestro destino está ya fijado. Nuestras decisiones son una
ficción, no importa qué camino tomemos, al final llegaremos a un mismo lugar ya
predestinado por Dios.
Por
otro lado, la vida nos lleva a pensar que la voluntad de Dios es
caprichosa. Si Dios quiere, interviene. Y si no quiere,
no. Sus decisiones no obedecen a otra razón que lo que sienta en el momento.
Todas estas afirmaciones nos llevan a pensar que Dios actúa como
un ser humano y nos hacen olvidar que Dios actua con sus propias categorías que
a nosotros nos cuesta entender porque no somos Dios.
Una relación con Él nos permite conocerlo como un Dios providente
que cuida
a sus criaturas.
La
vida del mundo no está acabada. La realidad no termina en lo que
podemos dimensionar los seres humanos. Somos seres en
movimiento, en cambio constante, y Dios está al tanto de
ello.
Él guarda la creación desde su providencia y la conduce a su
perfección. Tiene
cuidado de todo, desde las cosas más pequeñas hasta los grandes
acontecimientos de la historia.
Todo lo que sucede, aunque parezca arbitrario y sin sentido, tiene
una lógica dentro
de esa realidad de perfección en el amor a la que Él nos
quiere conducir.
«No andéis,
pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? […] Ya sabe
vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su
Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura».
Mt 6, 31-33; Mt 10, 29-31
En la escritura nos ha ido mostrado cómo es su providencia. Él es
el Emmanuel, el Dios con nosotros, que se ha hecho hombre
para experimentar todo lo que es humano. Él es el buen pastor que nos cuida y
nos demuestra su constante atención por nosotros.
Siendo sus amigos comprenderemos cada vez más cómo obra para
unirnos a Él en la construcción de este mundo.
Dios busca al ser humano como socio para sus
designios. En medio de un mundo que está en vía de perfección, Él nos elige
como aliados
para construir juntos este mundo y permitir que su amor se
manifieste.
En la medida en que nos dispongamos a recibir el
amor de Dios y seamos receptores activos de este, la
realidad estará más llena de Dios, incluso las circustancias más complejas.
Benedicto XVI nos dice:
Esto
es importante también en nuestra oración: debemos aprender a abandonarnos más a
la Providencia divina, pedir a Dios la fuerza de salir de nosotros mismos para
renovarle nuestro «sí», para repetirle que «se haga tu voluntad», para
conformar nuestra voluntad a la suya. Es una oración que debemos hacer cada
día, porque no siempre es fácil abandonarse a la voluntad de Dios, repetir el
«sí» de Jesús, el «sí» de María.
Démosle nuestro sí a Dios, aun en las
situaciones más adversas. Así, su providencia y su amor se manifestarán de
formas misteriosas en nuestra vida.
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia






