El presidente de EE.UU., Joe Biden, ha advertido de la posibilidad de un "Armagedón nuclear". El término proviene de la Biblia; concretamente, del libro del Apocalipsis
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| Alex Gontar - Shutterstock |
La cultura popular, sobre todo a
través del cine, ha hecho que el término «Armagedón» tenga resonancias
catastróficas. Se entiende como sinónimo de «Apocalipsis». Y no está
desencaminado, ya que se trata de un concepto que aparece por primera vez en el
último libro de la Biblia.
Pero hay que aclarar algo desde
el principio: en castellano, la transcripción más correcta de la palabra que
aparece en el texto griego del Apocalipsis, concretamente en el capítulo 16,
versículo 16, es con una H inicial.
Si abrimos una edición del Nuevo
Testamento en su lengua original leemos el término Ἁρμαγεδών, lo que debería
transcribirse como Harmagedón o Harmaguedón, por el espíritu
áspero –esa especie de apóstrofe– que precede a la primera letra, y que obliga
a pronunciarla aspirada.
Un origen geográfico
No es un simple detalle de
erudición, sino un recordatorio de lo mucho que se nos han impuesto las maneras
anglosajonas de decir las cosas. ¿Hemos visto una película titulada Armageddon?
Pues todos a escribir «Armagedón». Lo que es correcto en inglés no tiene por
qué ser lo más apropiado en castellano, después de siglos de estudios
lingüísticos del griego y del hebreo…
Porque –y ahora sí avanzamos– esa
palabra griega proviene, a su vez del hebreo, la lengua propia del pueblo de
Israel. Ap 16, 16 es la única vez que aparece en la Biblia, y los expertos en
el texto sagrado explican que, para entender su significado, debemos partirla
en dos.
Así, har- significa
“montaña” en hebreo. Y -magedón tendría que ver con Megido o Meguido,
una colina que se encuentra a unos 80 kilómetros de Jerusalén. Como todo alto (tell)
en la Antigüedad, fue un enclave muy importante en las diversas civilizaciones
que habitaron el territorio, por su carácter estratégico.
En dicho lugar hoy se conservan
unas ruinas que han merecido la consideración de Patrimonio de la Humanidad por
la UNESCO. Pero en el pasado, los valles que lo circundan fueron escenario de
importantes batallas y hechos que refleja el Antiguo Testamento, ya desde el
siglo XV a.C.
Un significado violento
Y aquí parece encontrarse el
sentido del uso de este término, Harmaguedón, o «montaña de Meguido», en el
libro del Apocalipsis. Veamos qué dice exactamente Ap 16, 16: «Y los congregó
en un lugar llamado en hebreo Harmaguedón».
¿De quiénes habla? ¿Y cuál es su
significado? En una parte ciertamente dramática, el autor del libro relata
cómo, tras anunciar los ángeles que llega la hora del Juicio Final, y después
de que los justos entonen el cántico del Cordero (una representación de Jesús),
salen del cielo siete ángeles que portan copas llenas del furor de Dios.
Uno tras otro, los siete ángeles
van derramando sobre la tierra sus plagas, causando un gran sufrimiento. Y,
cuando se ha detallado lo que ha pasado con el sexto ángel, de repente se
afirma que tres espíritus inmundos o demoníacos aparecieron en aquel momento, y
fueron congregados en Harmaguedón.
Ésta es la razón por la que se
asocia a la batalla final entre el bien y el mal; entre los reyes y las
naciones de la tierra, por un lado; y el Señor Jesús y sus ángeles y los seres
humanos fieles, por otro. Estamos hablando de violencia y guerra, sí. Pero con
un final que es el triunfo de Dios sobre los enemigos de la humanidad que él
creó (y salvó).
Además, hay que prevenir frente a
un uso interesado e ideológico del término: cuando se emplea ‘Harmaguedón’
siempre está de fondo una convicción, por parte de quien lo dice, de ser quien
representa al bien, mientras que el enemigo sería la encarnación del mal,
inevitablemente.
Un final esperanzador
A la palabra ‘Harmaguedón’ le ha
sucedido lo mismo que al término ‘Apocalipsis’ y el adjetivo ‘apocalíptico’,
que en nuestra sociedad se asocian con catástrofes y tragedias –aunque su
sentido etimológico es el de «revelación» de un Dios que muestra el sentido de
la historia y su amor infinito–.
El habernos detenido en idiomas
antiquísimos y cosas de filólogos –no olvidemos que la Biblia debería leerse
siempre con ese serio apoyo– puede ayudarnos a percibir la luz que brilla en
esas palabras aparentemente tenebrosas: la historia está en las manos de Dios,
pero él ha querido que los seres humanos nos empeñemos en ella como actores
principales.
Por supuesto que la historia
tiene un componente fundamental de lucha entre el bien y el mal. Que en
momentos de crisis bélica y hasta de amenaza nuclear se use el término
‘Harmaguedón’ es una ocasión para que los cristianos, que consideramos la
Biblia como Palabra de Dios, mostremos la esperanza como virtud fundamental, y
el compromiso en hacer la voluntad de Dios para hacer un mundo mejor.
Luís Santamaría
Fuente: Aleteia






