Quien se siente amado experimenta lo que es el cielo, pero nosotros despreciamos el Amor y nos condenamos al infierno. Una impactante reflexión del sacerdote Luigi Maria Epicoco
![]() |
Tinnakorn jorruang|Shutterstock |
«Todo el que diga una palabra
contra el Hijo del Hombre será perdonado, pero el que blasfeme contra el
Espíritu Santo no será perdonado».
Todo se nos puede perdonar menos
no dejarnos amar. El Espíritu Santo es Amor, y no podemos blasfemar contra el
Amor. De hecho, es el Amor el que nos salva.
Quien se siente amado experimenta
lo que es el cielo, pero nosotros despreciamos el Amor, nos condenamos a
experimentar su contrario: la ausencia del Amor, o el infierno.
Casi nunca pensamos que somos
tan libres que podemos marcar la diferencia.
¿Qué quieres hacer con el Amor?
El Evangelio nos pregunta qué
queremos hacer con el Espíritu Santo, qué queremos hacer con el Amor de
Dios. Si nos dejamos amar, ese mismo Amor nos instruirá en todo. Él mismo nos
conducirá en la dirección correcta:
“Cuando os lleven ante las
sinagogas y ante los gobernantes y autoridades, no os preocupéis por cómo o
cuál será vuestra defensa ni por lo que vais a decir. Porque el Espíritu Santo
os enseñará en ese momento lo que debéis decir”.
La verdadera oración
Esta es la gran enseñanza
de santa Teresa de Ávila, quien enseñó un tipo de oración que
nada tiene que ver con la mera repetición de palabras. Se trata más bien
de consolidar la relación con este Amor que se nos ha revelado en la
persona de Jesucristo. Para ella rezar no era simplemente decir cosas, sino
dirigirse a Alguien.
Si en la oración perdemos de
vista “Quién” está frente a nosotros, entonces se convierte en un paliativo
psicológico, una forma más de ponernos a nosotros mismos y a nuestros problemas
en el centro.
En cambio, orar significa
dejar de mirarnos a nosotros mismos y empezar a mirar a Alguien que, por
el solo hecho de estar ahí y existir, hace cambiar la esencia de toda nuestra
vida.
Prof.
Luigi Maria Epicoco
Fuente: Aleteia