Santa Teresa de Jesús (1515-1582), la primera Doctora de la Iglesia, relató en sus escritos una de las experiencias místicas que marcó profundamente su corazón.
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La transverberación de Santa Teresa de Josefa de Obidos. Crédito: Wikimedia (Dominio Público) |
Este hecho fue tan impactante que
la llevó a hacer un voto especial a Dios que la impulsó en sus reformas,
fundaciones y camino de santidad.
Cuenta la santa y escritora
mística que cierta vez vio a su izquierda un ángel en forma humana. Era de baja
estatura y muy hermoso, su rostro lucía encendido y dedujo que debía ser un
querubín, uno de los ángeles de más alto grado.
“Veíale en las manos un dardo de
oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me
parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al
sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor
grande de Dios”, describió Santa Teresa de Jesús.
“Era tan
grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad
que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se
contenta el alma con menos que Dios”.
“No es dolor corporal sino
espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un
requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad
lo dé a gustar a quien pensare que miento”, explicó la Doctora de la Iglesia
(Vida 29,13).
Este tipo de vivencias espirituales
es llamado en la Iglesia como “la transverberación”, que es la experiencia
mística de ser traspasado en el corazón, causando una gran herida.
Más adelante, buscando
corresponder a este regalo divino, Santa Teresa hizo el voto de hacer siempre
lo que le pareciese más perfecto y agradable a Dios. Es así que el resto de su
vida, la reformadora y fundadora carmelita se esforzó por cumplir perfectamente
este juramento.
Cuando la santa partió a la Casa
del Padre, la autopsia reveló que en su corazón había la cicatriz de una herida
larga y profunda. Los carmelitas celebran el 26 de agosto la fiesta de “la
transverberación” de Santa Teresa de Jesús.
Como legado, la Doctora de la
Iglesia también dejó plasmada su experiencia mística en la siguiente poesía de
amor, titulada “Mi Amado para mí”:
Fuente: ACI Prensa