La lectio divina significa leer la Biblia con veneración y apertura hacia lo que el espíritu nos dice en el momento presente
De seguro – o
tal vez no tanto – has escuchado hablar sobre la lectio divina. Es una preciosa
manera de hacer oración, de entrar en la soledad del corazón y en ese silencio
escuchar la voz de Dios que nos interpela.Catholic Link
Pero ¿por dónde
empezar?, ¿cómo hacerla?, ¿qué implicaría…? Tal vez alguna vez te has hecho
estas u otras preguntas. ¡Vayamos por parte y te las voy respondiendo!
¿Cómo empezar?
Henri Nouwen en
su libro «El discernimiento» nos da algunas pistas sobre cómo entender la
lectio divina:
«Leyendo un
texto bíblico tres veces y deteniéndonos a ponderar la palabra, frase o imagen
que llama nuestra atención, tomamos mayor conciencia de la presencia activa del
espíritu de Dios dentro de nosotros. No se trata de leer para adquirir nuevas
informaciones o para aprender a desarrollar una habilidad importante. Más bien,
es una forma de lectura devota en la que permitimos a Dios que nos “lea” y
responda a nuestro deseo más profundo».
Por lo tanto,
esta lectura debe ser «detenida, deliberada, meditativa, en la que dejamos que
las palabras penetren en nuestro corazón e interroguen a nuestro espíritu».
«¿Qué dice?»
La primera
pregunta que podemos hacernos cuando nos ponemos a leer un texto y lo llevamos
a la oración es «¿qué dice?». ¿Qué dice el texto que estoy leyendo? Entender en
primer lugar el sentido de lo que leemos es importante para, a partir de ahí,
comenzar a entender lo que quiere decir a nuestra vida.
«¿Qué me dice?»
Eso nos lleva a
nuestra siguiente pregunta. «¿Qué me dice?» el texto, a mí, en lo personal. Una
vez que hemos entendido el sentido de un pasaje bíblico, por ejemplo, nos
podemos poner a meditar cómo ese pasaje se relaciona con nuestra propia vida.
¿Vivimos las
mismas dificultades?, ¿tenemos los mismos sentimientos que uno u otro personaje
del Evangelio?, ¿sentimos el deseo de repetir algunas de las palabras que
leemos?
«¿Qué le digo?»
Finalmente,
acabar con un propósito. Mediante afectos, inspiraciones, buenos propósitos,
Dios nos fue hablando en ese rato de oración. Nuestra conciencia nos fue
moviendo hacia uno u otro lado. Ahora, ¿qué le respondemos?
¿Nos propuso un
plan y es hora de decir que sí?, ¿nos habló de un defecto y es tiempo de
erradicarlo de nuestras vidas? Recuerda que la oración es un diálogo, la lectio
divina, aunque sea una lectura sagrada, también es oración.
Por lo tanto,
no dejes de tener un espacio para esta última parte: para responder a Dios a la
invitación que, de seguro, te hace cada vez que hablas con Él.
No siempre
serán cosas grandes, inmensas, complicadas. A veces simplemente, como digo,
es corregirnos un poquito, mejorar una virtud o ir sacando un
defecto; ser más atento con una persona que necesita nuestro cariño; ser más
delicado a la hora de hacer oración… Él irá diciendo.
¿Con qué hacer
la lectio divina?
Es hermoso utilizar
el Evangelio, las Sagradas Escrituras para meterse dentro de cada pasaje y
transformarse en un personaje más que camina junto a Jesús, que charla con los
apóstoles y que escucha los consejos que María guardaba en su corazón. Pero
también puedes usar otros libros.
En el mismo
libro de Henri Nouwen, nos dice:
«La lectio
divina significa leer la Biblia con veneración y apertura hacia lo que el
espíritu nos dice en el momento presente. Aparte de la Biblia, se pueden usar
muchos otros libros para la lectura espiritual, como textos religiosos judíos y
cristianos, autobiografías espirituales y vidas de los santos, o relatos sobre
nuevas comunidades de fe, entre otros. Lo más importante es cómo leemos: no
para comprender o controlar a Dios, sino para ser comprendidos y formados por
Dios».
Fuente: Catholic Link