«Yo hablo con Dios», «me da claustrofobia» o «no sé qué decir» son las más comunes
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| Krzysztof Nykiel se refirió al orgullo, la resistencia al amor o el rechazo a pedir ayuda al sacerdote como los principales escollos a la hora de confesarse. |
Un secreto a voces de las últimas décadas es que los confesionarios están
cada vez más vacíos. Los motivos y causas pueden ser muchos: los fieles
dicen que el confesionario está vacío cuando pasan por una iglesia y los
confesores que generalmente los fieles no acuden con frecuencia a la confesión.
Es el caso del polaco Henryk Hoser, anterior
visitador papal en Medjugorje fallecido en agosto de 2021: tras una larga
experiencia en París, Bruselas y Bosnia llegó a afirmar que "los
sacerdotes en Occidente
han dejado de confesar", en parte movidos por la convicción de que
"la confesión es culpabilizar".
Otros, como el sacerdote converso Tim McCauley, presentan la
otra cara de la moneda cuando afirman que si los fieles no frecuentan tanto la
confesión es debido a que esta supone admitir que son malas personas y que han hecho cosas
malas, pensar continuamente en los pecados cometidos hasta el punto de obsesionarse
o bien por el miedo a ser juzgados.
Por eso, siguiendo el refrán de "a situaciones desesperadas,
medidas desesperadas", también hay sacerdotes que salen a las calles
estola al cuello y rosario en mano dispuestos a recibir a todo el que desee el
sacramento de la reconciliación. Es el caso del napolitano Michele Madonna, que salió a las calles al ser consciente de que tras la pandemia "cada
vez menos personas van a la iglesia para asistir a misa y acercarse
al sacramento de la penitencia".
Precisamente hace unas pocas semanas, el arzobispo de Valladolid, Mons. Luis Argüello, invitó a
los seminaristas a "llevar un distintivo y ser reconocibles, para que se
vea en la plaza pública" y quien lo necesite pueda acudir. "En el
tren, yendo y viniendo a Madrid, las personas que han querido hablar conmigo y confesarse se dirigían a mí porque
me vieron", subrayó.
En todo caso, la cuestión de los confesionarios vacíos ha llegado
al Vaticano, donde la Penitenciaría Apostólica ha organizado un seminario dirigido
a "redescubrir" este sacramento.
En su conferencia, el regente de la Penitenciaría Apostólica, Mons. Krzysztof Nykiel,
resumió las principales
razones que da la gente para no confesarse y ofreció una breve
respuesta a cada objeción.
Las diez objeciones que más siguen al "no me confieso
porque…" entre los fieles son:
1º "…Puedo hablar directamente
con Dios"
Tras explicar las bondades de la oración personal, el examen de
conciencia o la propia petición de perdón por los pecados, Nykiel incluso
afirmó que "no es
imposible obtener el perdón incluso simplemente 'hablando directamente
con Dios' en oración".
¿El problema? "Que nunca podemos estar seguros de ello. Y es precisamente en
esta 'certeza' en la que radica la diferencia fundamental entre el perdón
solicitado y esperado en la humilde oración a Dios y el perdón obtenido en la
celebración del sacramento de la reconciliación", añadió.
En la confesión, continuó Nykiel, "el penitente que obtiene la absolución del sacerdote está
moralmente seguro, por certeza de fe, de que sus pecados le son perdonados
y no le serán imputados en el día del juicio. La diferencia entre una esperanza
y una certeza vale todo el esfuerzo de la confesión".
2º "… Porque el
sacerdote es, o puede ser, más pecador que yo"
El regente de la Penitenciaría reconoció que esto podía ser cierto
en muchos casos de confesores que no estaban en gracia al recibir la confesión.
Sin embargo, explicó que "la condición moral del sacerdote en el momento
de la absolución sacramental es completamente irrelevante para la validez de la
absolución".
Por ello, "renunciar a la confesión por la incertidumbre
sobre la condición moral del confesor sería como renunciar a un tratamiento médico por la
incertidumbre sobre la salud del médico".
3º "… Porque siempre
confieso los mismos pecados"
Y esta, lejos de ser una objeción, es para Nykiel
"exactamente lo contrario", ya que "solo la humilde entrega de
uno mismo a Dios implorando su
misericordia hace posible vencer y luchar contra los vicios que pueden
atar y a veces apoderarse de nuestras almas".
En este sentido, se refirió a dos grandes santos que hablaron al
respecto. El primero de ellos, San Agustín, que afirmó que “Si derrotamos un vicio al año,
pronto seríamos santos”. San
Juan María Vianney, el santo Cura de Ars, afirmó igualmente que "Dios
siempre nos perdona, incluso si sabe que volveremos a pecar. Así que
cometer siempre los mismos pecados no es razón para no confesarse, sino al
contrario, [es razón] para acudir al sacramento con mayor frecuencia y
fidelidad".
4º "…Porque soy una
buena persona que no mata a nadie"
Este motivo, sin embargo, es más grave, ya que el no cometer
pecados, que es un don de la gracia, podría convertirse en "un motivo de orgullo para creerse
justo ante los demás o, mucho peor, ante Dios… Y nadie puede ser justo
ante Dios".
Así, también destacó que “el sentido del pecado y la indignidad de
uno ante Dios es siempre directamente proporcional a la proximidad de uno mismo
a Dios: Los grandes santos
siempre han mostrado sentirse grandes pecadores. Si no nos sentimos
pecadores, probablemente todavía no seamos santos”.
También comparó a Dios con la luz y el calor para ejemplificarlo:
"Cuanto más nos acercamos al 'sol de Dios', más intensamente sentimos el
fuego ardiente de nuestro pecado y deseamos profundamente ser libres de
él. Si no sentimos este deseo ardiente, probablemente aún estemos lejos
del sol de Cristo”.
Refiriéndose a la excusa de no haber cometido ciertos pecados
graves, preguntó: "¿No es
un intento de autojustificación que acaba por prescindir de la salvación ofrecida
por Cristo? ¿No se esconde un miedo a la realidad del yo detrás de esas
máscaras? ¿Estamos seguros de que la única forma de 'matar' es privar [a
alguien de] la vida física? ¿O matamos con palabras, con indiferencia y de
tantas otras formas? ¡Pensemos en ello!".
5º "…Porque la última
vez que lo hice no me fue bien"
También se dirigió a los que ya no se confiesan porque tuvieron
una mala experiencia con un sacerdote que no estuvo acertado en sus palabras,
que pudo haber sido poco empático o desproporcionado.
"Primero, debemos preguntarnos: ¿qué esperamos del sacramento
de la reconciliación? Si nuestra expectativa está fuera de lugar o está mal
dirigida, corremos el riesgo de ser decepcionados. La confesión no resuelve nuestro sentimiento de culpa ni
resuelve todos nuestros problemas personales y espirituales. La absolución
sacramental destruye el
sentido del pecado, que es teológico y sobrenatural". Por eso, ante
situaciones desagradables en una confesión aconsejó comenzar a hacerlo con otro
sacerdote, pero en ningún caso dejar de hacerlo.
6º "… Porque no me gusta
hablar de mi vida personal con otra persona"
En este caso, Nykiel subrayó que un sacerdote no es cualquier otra persona, sino alguien a
quien Dios ha conferido su poder para perdonar en la tierra. Por ello, aunque
verbalizar y reconocer los propios pecados pueda ser difícil, recordó que
"nos sentimos verdaderamente amados cuando todo lo que nos rodea es amado,
no solo las cosas buenas o agradables que mostramos o cuando se creen las
mentiras y las verdades parciales. Cuando las personas se presentan completamente ante Dios, se
dejan amar plena y completamente por Dios".
7º "…Porque no sé qué
decir"
Nykiel afirmó que si esta no es la más frecuente, es de las más
comunes a la hora de retrasar la confesión, pero también de las más fáciles de
superar: "Simplemente dígale al sacerdote: `Quiero confesarme, pero no sé qué decir. ¿Me puede ayudar?´".
Asimismo invitó a aprender a hacer "un buen examen de conciencia" y a
buscar "lo que realmente cuenta", un deseo sincero de "pensar en
la verdad de la propia vida ante Dios".
8º "…Porque el
confesionario me da claustrofobia"
Por raro que parezca, es una razón argumentada por algunos
católicos para no acercarse al sacramento de la reconciliación. Por ello,
Nykiel recordó que en algunos casos se puede prescindir o eximir del uso del
confesionario. Sin embargo, alertó del empleo de esta y otras excusas que pueden ser triviales a la hora de
confesarse como "no tengo tiempo, no me acordaba, o me viene mal
la hora
"El maligno
tienta con tonterías” y no siempre ataca de frente a la hora de ofrecer
dudas sobre la misericordia de Dios o el poder del sacramento, "sino que
se aleja progresivamente de su celebración con aparentemente inofensivas
trivialidades que, sin embargo, con el tiempo, terminan socavando tanto la
práctica regular de la confesión como, Dios no lo quiera, la fe misma".
"La
misericordia divina siempre nos espera; no huyamos de ella como
niños traviesos, inventando excusas que nadie creería y, al final, nosotros
tampoco", instó.
Fuente: ReL






