26.11.22

¿CÓMO SABER SI TENGO ALGUNA INFLUENCIA DEMONÍACA? (2/2)

Infestación, posesión, obsesión, vejación, influjos ordinarios,... Distingue las distintas maneras destructivas del diablo

La salud mental de muchas personas es algo a lo que la Iglesia
no quiere dar la espalda. 
triocean | Shutterstock

1. INFESTACIÓN

En este caso un ente demoniaco impregna la materia inerte o el mundo animal o vegetal.

Las manifestaciones son varias: sombras (llámense fantasmas), ruidos materiales, oloresmovimientos inexplicables de cosas, aparición extraordinaria de insectos, etcétera.

En consecuencia la persona afectada percibe conscientemente la acción demoniaca.

2. POSESIÓN

Esta influencia, como las otras dos siguientes, afecta sólo a las personas.

La posesión es la acción del demonio o de un demonio (o espíritu maligno) que ejerce un control tiránico sobre la persona que le hace hablar y moverse a su antojo.

El demonio se posesiona del cuerpo y la racionalidad de la persona (nunca del alma), y dicha entidad se expresa sin el consentimiento de la víctima.

La persona poseída capta dentro de sí una presencia extraña permanente, percibe que tiene algo interno que la ha invadido aunque no haya manifestaciones especiales.

Se han visto casos de personas prácticamente normales, incluso personas de vida religiosa, que reaccionan demoniacamente cuando accidentalmente, y de manera personal o ajena, se ha tocado una tecla «equivocada» o «insospechada».

Es decir, el demonio puede permanecer a veces oculto durante mucho tiempo y se manifiesta fuertemente cuando la persona entra en contacto con lo sagrado.

Ante esta situación, el demonio no tiene otra posibilidad que hacerse sentir con violencia para no perder poder sobre la persona.

Dicho de otra manera, pueden distinguirse en los posesos dos estados diferentes: el de la calma y el de la crisis.

La crisis es el momento en que el demonio manifiesta su dominio despótico sobre la persona produciendo en su cuerpo una agitación febril o fuerte sacudida acompañada por gritos de rabia, palabras blasfemias e impías, y otros hechos extraordinarios.

En esos momentos de crisis, las personas poseídas pierden toda noción de lo que pasa en ellas y con ellas.

Y una vez que la víctima despierta de su trance, no recuerda absolutamente nada; no recuerdan lo que dijeron o hicieron, o más exactamente, lo que hizo el demonio por medio de ellas.

Como la liberación de la persona no siempre se da después de la primera sesión de exorcismo, hay entonces intervalos de sosiego.

Puede haber intervalos de sosiego prolongados en los que el demonio parece haberse ido de la persona, para seguir actuando en otro momento sin ser descubierto.

Durante estos intervalos de sosiego no hay por dónde se pueda descubrir la presencia del espíritu maligno, hasta el punto de que cualquiera podría decir que el demonio se fue.

Pero a veces su presencia se manifiesta de otra manera como, por ejemplo, a través de una especie de enfermedad crónica que desconcierta a la ciencia médica.

3. OBSESIÓN

En este caso el ente demoniaco afecta a la persona sin entrar en posesión de ella.

Los exorcistas son concordes al afirmar que no pocas veces el demonio está en el origen de problemas psíquicos.

También se da el caso en que el demonio se aprovecha de ciertos desórdenes o problemas mentales o psicológicos para potenciar su influjo en la persona.

Es decir, es más contundente la acción del demonio cuando su influencia debilita también la precaria salud física y mental.

¿De qué desordenes hablamos? Hablamos, por ejemplo, de pensamientos depresivos (la persona llega a escuchar una voz interna que le diría «deberías suicidarte»), pensamientos de ansiedad (la persona llega a escuchar «tal tormento no va a terminar»), pensamientos de frustración (la persona llega a escuchar «tú no le importas a Dios»), pensamientos de miedo extremo sin lógica causa (la persona llega a escuchar «tu vida no tiene sentido»), pensamientos de constantes ideas desagradables (la persona llega a escuchar «tú eres un total fracaso»), pensamientos de baja autoestima (la persona llega a escuchar «no hay esperanza para ti»), etcétera.

Estas obsesiones demoníacas son peligrosas porque las personas no se dan cuenta de la fuente.

En ocasiones se buscan alternativas ajenas a Dios para darles equivocadamente la solución.

Esto puede alejar aún más a la persona de la salvación, reforzar en ella la certeza de que su desdicha es irremediable y hundirla aún más en la desesperación

La obsesión es prácticamente la acción demoniaca con la que se atormenta a la persona psicológicamente.

La persona puede llegar a ver imágenes, o escuchar sonidos insistentes que nadie más oye.

Esta influencia diabólica altera la manera de percibir las cosas, y provoca en la mente imágenes blasfemas cuando, por ejemplo, la persona va a comulgar. O la visión distorsionada de imágenes sagradas.

En este caso la persona ignora la influencia del demonio pues experimenta situaciones que le hacen pensar que está demente.

Al principio el intelecto sabe que esas situaciones son absurdas, pero es incapaz de rechazarlas o ahuyentarlas.

Otras veces puede experimentar arrebatos de antipatía, odio, angustia, desesperación, arranques de asesinar a alguien, de suicidarse, etcétera.

Cuando hay problemas serios hay que recurrir también al especialista (psiquiatra, psicólogo). Ahora bien, estas manifestaciones es preciso distinguirlas de un trastorno de personalidad.

4. VEJACIÓN

Es la acción diabólica dirigida a agredir físicamente a la persona o a imprimirle un sufrimiento corporal. Esto les ha sucedido a varios santos.

El demonio busca así sembrar desánimo y desesperanza.

El cuerpo tiene la dignidad de ser morada del Espíritu Santo. Por eso el enemigo va contra ese cuerpo.

El demonio pretende «castigar» a la persona que busca a Dios. Esta acción demoniaca tiene variadas manifestaciones.

El demonio puede golpear a la persona, hacerla caerinfligirle marcas físicas (como moretones y rasguños), generarle enfermedades y/o dolores inexplicables, e incluso tocamientos o actos sexuales por parte de los llamados demonios íncubos (para las mujeres) o demonios súcubos (para los hombres). Aquí la persona es consciente de que es vejada.

 Henry Vargas Holguín 

Fuente: Aleteia



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