25 – Noviembre. Viernes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario
![]() |
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san Lucas 21, 29-33
Y les dijo una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta
generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán.
Comentario
El Evangelio
nos relata cómo el Señor tomaba pie de los campos de trigo que contemplaba,
listos para la cosecha, para hablar a los suyos de esa otra recolección de amor
que iba a darse con la Redención.
Podemos
aprovechar la luz que Dios nos da al contemplar las circunstancias que nos
rodean y la naturaleza, para escuchar lo que Dios quiere decirnos o para abrir
un diálogo con Él al caminar por la calle, por el campo o junto al mar. Forma
parte de la contemplación cristiana ver la mano de Dios en las cosas creadas y
en las circunstancias de la vida.
La palabra de
Dios es eterna y veraz. En su Sabiduría tiene todo delante de su mirada: el
pasado, el presente y el futuro. Cristo es la verdad y nosotros estamos
llamados a vivir en Él. Todo se cumplirá tal y como el Señor ha dicho.
Vivir en la
verdad supone no solamente rechazar toda hipocresía, toda mentira o falsedad,
sino también procurar llevar una vida conforme a la verdad, costara lo que
costase, y contribuir a que la sociedad se construya sobre este fundamento.
El diablo es
el padre de la mentira e intenta continuamente que recurramos a ella para
halagar nuestra vanidad, para quedar bien o para esquivar las dificultades,
pero podemos rechazar esas insinuaciones con la humildad y la gracia de Dios,
porque una vida edificada sobre la mentira no se sostendría, sería semejante a
una casa edificada sobre arena.
La verdad,
como nos dice el Señor en el Evangelio, nos libera (cfr. Jn 8,32) porque
mediante ella se rompen las cadenas del pecado y alcanzamos el verdadero bien:
la unión con Dios.
Miguel Ángel Torres-Dulce
Fuente: Opus
Dei






