22 – Noviembre. Martes. Santa Cecilia, virgen y mártir
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Evangelio según san Lucas 21, 5-11
Y como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra
reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Comentario
Estamos ya en
los últimos días del año litúrgico y es tiempo para escuchar las palabras de
Jesús sobre el fin de los tiempos. No nos va a desvelar lo que quizá muchos
quisieran saber: ¿cuándo será?; pero el Maestro, que siempre nos pide confianza
en su palabra, no quiere dejarnos en la total ignorancia acerca del final.
Se encontraba
Él ante el Templo, y quienes le acompañaban se maravillaban de su esplendor.
Ese Templo, destruido una vez por el ejército babilónico y levantado de nuevo
tras el exilio, había sido ampliado y embellecido a manos de Herodes el Grande.
Sin embargo,
Jesús les avisa de que será destruido definitivamente. Así ocurrió en el año 70
a manos del ejército romano de Tito. Una predicción tan alarmante provocó
preocupación en los oyentes: querían conocer los indicios de semejante desgracia.
Pero Jesús cambia su discurso: mayores cataclismos estaban por venir. Y habrá
quien aproveche la llegada de esos desastres para proclamar falsos mesianismos,
anuncios de un fin inmediato.
Un vistazo a
la historia confirma las palabras de Jesús: ¡cuántas guerras, cuántas
calamidades, cuánto sufrimiento! A pesar de todo, Jesús, con su divina
autoridad, quiere darnos seguridad, fortaleza.
Son señales
aterradoras, pero no para un cristiano, pues “sabemos que todas las cosas
cooperan para el bien de los que aman a Dios” (Rm 8,28). También cada uno, en
su particular presente, puede verlo todo difícil, pero la palabra de Dios,
Jesús, está siempre cerca para sostenernos.
Por eso, nos
dice San Josemaría: “Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no
se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades. Pero,
¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente
sabio, misericordioso. Él no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te
conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos. –Omnia in bonum”[1].
[1] San
Josemaría, Via Crucis, estación 9ª, n. 4.
Josep Boira
Fuente: Opus
Dei