4- Noviembre. Viernes. San Carlos Borromeo, obispo
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Evangelio según san Lucas 16, 1-8
Decía también a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar
sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de
ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir
administrando”. El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a
hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas;
mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me
echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”. Fue
llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto
debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Toma
tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y
tú, ¿cuánto debes?”. Él dijo: “Cien fanegas de trigo”. Le dice: “Toma tu recibo
y escribe ochenta”. Y el amo alabó al administrador injusto, porque había
actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con
su propia gente que los hijos de la luz.
Comentario
El evangelio de hoy nos propone
una parábola, de entrada, desconcertante. En el capítulo 16 de su Evangelio,
Lucas comienza a hablar de las riquezas. Las enseñanzas que ahí se nos
transmiten no se limitan a hacer un juicio sobre la avaricia o el despilfarro.
Jesús quiere que los discípulos entiendan la necesidad de aprovechar el tiempo
porque el Reino está ya cerca, y éste es el bien que debe perseguirse por
delante de todos: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas se os añadirán» (Mt 6,33).
La parábola nos habla de un
administrador despilfarrador, como lo fue el hijo pródigo (Lc 15,13). Su amo,
viendo que no obraba razonablemente, dentro de lo que le competía por razón de
su oficio, decide prescindir de sus servicios y le pide el balance para dárselo
al que ocupe su puesto. Viéndose en la calle, el administrador echa sus
cálculos, decide a qué no está dispuesto, y de repente tiene una idea: «¡Me
granjearé amigos entre los deudores, rebajando el importe de sus deudas!».
Jesús, entonces, curiosamente –este es el efecto sorpresa tan buscado por el
Señor en sus parábolas – alaba a ese hombre injusto. Pero no lo alaba por su
deshonestidad, sino por la rapidez y astucia con la que ha obrado en el poco
tiempo que tenía. Esto es, por el empeño que ha puesto en lo que quería.
La parábola, por tanto, emite un
juicio sobre el despilfarro, pidiendo a los discípulos ser buenos
administradores de los bienes materiales: conformándose con lo necesario y
poniendo al servicio de los demás lo que se tenga en la medida de las
posibilidades (cfr. Lc 16,19-31). Pero, con sus palabras, Jesús también nos
está animando a aprovechar el tiempo presente en aras de la salvación, sabiendo
que el futuro se persigue en el hoy y el ahora, porque, «¿De qué le servirá al
hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?» (Mt 16,26). San Pablo lo dirá
así: «Mirad con cuidado cómo vivís: no como necios, sino como sabios;
redimiendo el tiempo» (Ef 5,15-16); «Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora
es el día de la salvación» (2Co 6,2).
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei