Ha concluido su visita a la tierra de sus raíces familiares con una misa en la catedral de Asti, región de donde emigraron sus padres en 1929
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Foto: Vatican Media |
«De estas tierras partió mi padre
para emigrar a Argentina», con estas palabras ha comenzado el Papa su homilía
de este domingo en la catedral de Asti. Francisco ha viajado hasta esta región
para vivir un fin de semana familiar. Por primera vez desde que fue elegido
Pontífice, se ha desplazado por motivos únicamente personales a la tierra
de sus raíces.
Precisamente ha evocado la importancia de vivir enraizados también en la fe. En esta Solemnidad de Cristo Rey ha señalado la paradoja de un rey que no se corresponde con la idea que el mundo tiene de la realeza. «Mirando a Jesús, vemos que Él es todo lo contrario. No está sentado en un cómodo trono, sino más bien colgado en un patíbulo», ha asegurado el Santo Padre. Desde ese patíbulo, Cristo, que se dejó insultar y humillar, «extiende los brazos para todos». El Papa ha dicho que esta es la forma en la que «se manifiesta nuestro rey, con los brazos abiertos, a brasa aduerte», utilizando esta expresión en dialecto piamontés. Con esos brazos abiertos en la cruz, «se dejó insultar y que se burlaran de él, para que en cualquier humillación ninguno de nosotros esté ya solo» y «entró en la oscura inmensidad del odio y del abandono para iluminar cada vida y abrazar cada realidad».
Francisco ha
insistido en que estos son los ropajes del rey del universo. Ha invitado a
fijarnos en su mirada y hallar en Él que nada de lo que sucede a sus hijos le
es ajeno, porque su mirada no es fugaz: «Sintamos como dirigida a nosotros la
frase que Jesús hoy, en el Evangelio, pronuncia desde la cruz: ‘Hoy estarás
conmigo en el paraíso’. Esto es lo que quiere decirnos Dios cada vez que nos
dejamos mirar por Él».
Dos actitudes ante la cruz
Así, el Santo Padre ha asegurado
que hay dos actitudes ante la cruz. La primera es la del mero espectador que
mira, pero que no hace nada. Esa pasividad deriva en «el contagio letal de la
indiferencia»: «La ola del mal se propaga siempre así: comienza tomando
distancia, mirando sin hacer nada, sin dar importancia, y luego se piensa solo
en los propios intereses y se acostumbra a mirar hacia otro lado». Este riesgo
también puede llegar hasta la fe si se queda en teoría y no se practica, ha
dicho Francisco. La otra actitud es la de involucrarse. El Papa ha explicado
que este compromiso produce una ola de bien. Dejando de ser meros espectadores
se vence al mal. Para ello, ha indicado el Santo Padre, es necesario confiar en
el Señor: «Y nosotros, ¿tenemos esta confianza, le llevamos a Jesús todo lo que
tenemos en nuestro interior, o nos disfrazamos frente a Dios, quizás con un
poco de sacralidad y de incienso?».
Carestía de paz
Además de esta, ha planteado en
su homilía otras preguntas como si ante las iglesias vacías actuamos o nos
limitamos a elaborar teorías o criticar: «Todos creemos saber qué es lo que no
está bien en la sociedad, en el mundo, incluso en la Iglesia, pero luego,
¿hacemos algo? ¿Nos ensuciamos las manos como nuestro Dios clavado al madero o
estamos con las manos en los bolsillos mirando?».
La hermosa catedral gótica de
Santa Maria Assunta de Asti ha albergado esta Eucaristía en la que el Papa
también ha dirigido el rezo del ángelus. Francisco ha pedido reforzar la
oración por Ucrania cuando están a punto de cumplirse nueve meses de la
agresión rusa que comenzó la noche del 24 de febrero: «nuestro tiempo está
viviendo una carestía de paz: pensemos en los muchos lugares del mundo asolados
por la guerra, en particular en la martirizada Ucrania. Esforcémonos y sigamos
rezando por la paz». El Papa también ha dedicado unas palabras a la veintena de
personas que han perecido hace unos días en el campo de refugiados de Jabalia,
en Gaza. Francisco ha aprovechado para recordar que el conflicto arabo-israelí
sigue causando mucho sufrimiento.
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega