Sacerdote con miles de seguidores en Twitter reconoció sufrir soledad y el escritor Claudio de Castro indica algo inquietante
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Theo Duijkers / www.shutterstock.com |
Corría el año 2018. La noticia corrió como pólvora en los
servicios informativos católicos y luego en la prensa secular,
noticieros radiales y otros.
Todos lo comentaban. Parecía una de esas noticias que son
imposibles, difíciles de creer. De esas que esperas nunca tener que escuchar.
Pero era cierto.
Había que asimilarlo y de pronto, buscar sus raíces, conocer el
por qué para evitar que siguiera ocurriendo.
Además de ser un escritor y un periodista estupendo y muy
conocido, fue durante 25 años un sacerdote colombiano de la comunidad de los padres Eudistas, fundada por san Juan Eudes.
Para mí era
uno de esos curas extraordinarios que destacan por su generosidad, entrega y su
anhelo de llevar almas a Dios.
Siendo él un autor católico exitoso, con innumerables libros, me
gustaba seguirlo, lo veía como un ejemplo y procuraba
aprender.
Estudiaba su técnica impecable y su capacidad para seguir
publicando sus libros sin rendirse, con perseverancia.
Tenía y aún tiene millones de seguidores en las redes
sociales, entre ellos yo. Actualmente su cuenta de Twitter que
llena con mensajes y reflexiones edificantes tiene 3.4 millones de seguidores.
¡Impresionante! Pero aun así, se sentía muy solo.
Nunca antes había escuchado una revelación de este tipo a un
sacerdote. Es cierto que he recibido e-mails de nuestros
lectores hablando de la soledad. Es un tema difícil y a menudo medito sobre
ello. Pero, ¿de un sacerdote? Apenas me lo creía.
Con tantos seguidores y admiradores, ¿cómo pudo experimentar la soledad? En una conocida emisora de Radio declaró:
La
gran tragedia mía ha sido la soledad de los últimos tiempos. Es un tema
existencial, la soledad
Soledad escondida
Una vez leí que la soledad del
sacerdote no es benévola. Es difícil de sobrellevar. Le
ocurrió al buen padre Linero, a quien admiré, admiro mucho y aun rezo por su
bienestar y santidad.
Este
buen sacerdote era muy dinámico. Solía animar y empoderar espiritualmente a sus
lectores y oyentes.
Pero en su interior, estaba pasando momentos difíciles,
una soledad persistente y parece que nadie se percató para ayudarlo a salir
adelante. ¿Cómo fue esto posible?
Siempre se le veía animado, contento, predicaba lleno de
entusiasmo. Me hizo recordar aquel viejo refrán que decían nuestros abuelitos: «Caras vemos,
corazones no sabemos».
Seguro me preguntarás amable lector, por qué toco este tema
habiendo transcurrido algunos años. Y es muy sencilla la respuesta.
Siempre he tenido una gran admiración y cariño por los sacerdotes.
Los reconozco en su humanidad pero también en su vida
sobrenatural que da frutos de eternidad. Y me pregunto:
¿Habrá
en este momento algún sacerdote sintiéndose solo?
Ante esta realidad, no puedes evitar hacerte algunas preguntas y
reflexionar:
Si lo piensas bien, es inquietante. Algo debemos hacer con
urgencia, sin demora, por nuestros sacerdotes. Se lo debemos por tanto bien que
han hecho a nuestras almas.
Y ahora dime: «¿Qué piensas que podemos hacer los laicos por nuestros
sacerdotes? ¿Cómo podemos ayudarlos a vencer la soledad?».
Reza ante el Santísimo y pide al Espíritu Santo que te ilumine
antes de responder.
Claudio de Castro
Fuente: Aleteia