Desde la educación más básica a costumbres de oración... y ya en el templo
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Foto: Theo Rivierenlaan / Pixabay. |
Hay una edad primeriza en la que los niños van a misa porque les
llevan sus padres sin
cuestionarse nada más: pueden portarse mejor o peor en el templo, pero no
se plantearán por qué están en él. Y luego puede haber una edad rebelde en la
que los padres tengan que recurrir en alguna ocasión a toda su autoridad (es decir, a la amenaza de un
castigo) para que sus hijos cumplan con el precepto dominical...
Para prevenir esa situación y que ir a la iglesia juntos toda la
familia se haga de forma
natural y con convicción (sin perjuicio de la formación específica que
puedan recibir en la parroquia, el colegio o el propio hogar), una buena idea
es trabajar en casa tres
aspectos de la vida en común: la oración, las Escrituras y las comidas familiares.
Buenas costumbres
Así lo sugiere Mikki
Sciba, madre de tres hijos, quien trabaja en métodos de evangelización y
catequesis para niños de hasta 12 años en la diócesis de Tyler (Texas). En su
artículo Cosas que puedes hacer en casa para ayudar
a tus hijos a comprender la misa, publicado en Catholic
East Texas, hace mucha incidencia en lo que podríamos llamar
'preparación remota', es decir, una forma de vida en el hogar que prepare los espíritus para la
misa, de forma que ésta no sea un elemento postizo o incomprensible.
En ese sentido, lo fundamental es "convertir la oración en el
centro de tu vida familiar".
-Sacraliza tu hogar: invierte en arte religioso como parte
de la decoración de tu casa; son objetos que atraen a nuestros sentidos y
elevan a Dios nuestro corazón y nuestra mente.
-Ten un altar doméstico: basta un
pequeño espacio que esté dedicado exclusivamente a la oración, ante el cual pueda
juntarse la familia, ya sea a diario o en ocasiones especiales.
-Rezad juntos: vale
cualquier rutina diaria adaptada a vuestro caso, ya sea un pequeño ofrecimiento
de obras por la mañana, el rosario vespertino, una bendición al acostarse...
A continuación, Mikki recuerda el papel fundamental de las Sagradas Escrituras en la misa, no
solo en la lectura de la Epístola y el Evangelio, sino en los pasajes, sobre
todo de los Salmos y los libros sapienciales, que conforman las oraciones
litúrgicas. Por tanto, "leer la Biblia en casa mejorará la comprensión que
tengan tus hijos de quién es Dios, cómo actúa y la relación que mantiene con su
pueblo. Empezarán a reconocer las lecturas de la misa porque antes tú les habrás introducido a la
Palabra de Dios en casa".
Propone tres hábitos:
-Leed la Biblia en las comidas: bastan
unos pocos minutos en aquellos almuerzos o cenas en los que pueda hacerse con
mayor tranquilidad.
-Escuchad con frecuencia la Palabra de
Dios: cada vez hay más recursos
de audio (podcasts, audiolibros, programas de radio donde se lee la
Biblia de forma sistemática) que son accesibles con dispositivos móviles y
permiten hacerlo aprovechando los desplazamientos o las esperas.
-Leed por anticipado los pasajes de la
misa dominical: ya decía Aristóteles que
"la repetición frecuente produce una tendencia natural", así que ¿no
sería maravilloso que los hijos desarrollasen una tendencia natural hacia las
Escrituras?
Por último, hay una forma de introducirles inadvertidamente en la
idea de la Eucaristía como Comunión: durante la liturgia, "ellos captan su
significación de comida
sagrada, de alimento espiritual, de comunión con el Señor". Y lo harán
mejor si tienen la costumbre de ver también las comidas familiares como un momento "de
conversación, de relación, de comunión", en el que aprender algo de la
"etiqueta" que es imprescindible en la liturgia: "Mantenerse
sentado en un lugar, escuchar, responder, la importancia del alimento"...
Por eso sugiere:
-Haced comidas familiares: siempre
que sea posible, priorizar ese
tiempo especial de estar juntos sobre cualquier otra actividad.
-Planificad alguna comida relajada: no es
necesario que sean muy elaboradas, de forma que quien las prepara llegue
agotado a la mesa; si es preciso, vale la pena simplificarlas pero alargar la
conversación y la sobremesa.
-Deja a un lado la tecnología: los
dispositivos electrónicos, de la televisión a los móviles, distraen de las
relaciones humanas; las comidas son el momento de desconectarlos para
re-conectar con la familia.
Buena educación
Hay un aspecto más general de la educación infantil que también influye de forma directa
en la comprensión de lo que es la misa. Lo explica Michael P. Foley, padre de seis hijos, católico aunque
profesor de Patrística en la baptista Baylor University, de Waco (Texas), y
autor, entre otros libros, de varios sobre historias de santos en relación a la
bebida y de una Guía
políticamente incorrecta del cristianismo. Por qué es verdad, por qué eso
importa y por qué es bueno para ti.
En un artículo publicado en The
New Liturgical Movement, Foley relaciona los principios básicos de la
educación de los hijos con la propia naturaleza del sacrificio de la misa.
"Una forma de aproximarse a esta cuestión", dice,
"es considerar las
cuatro cosas más importantes que enseñamos a decir a nuestros hijos: 'Te
quiero', 'Gracias', 'Por favor' y 'Perdón'. Estas cuatro expresiones, tan
sencillas, no solo son aptas para encaminar tanto a jóvenes como a adultos por
la vía de la felicidad humana,
sino que también aportan una analogía útil
de lo que sucede en cada sacrificio de la misa".
Si les transmitimos bien la importancia de esas cuatro expresiones, será
mucho más fácil hacerles comprender en qué consiste ese acontecimiento que les
hace levantarse los domingos más temprano de lo deseado.
-Acostúmbrales a decir "Te
quiero": "Una persona capaz de decir 'Te quiero' y de sentirlo
es apta para el compromiso, la devoción y la abnegación", y por tanto se
prepara para el fin latréutico de
la misa, que consiste en adorar a Dios.
-Acostúmbrales a decir "Por
favor": "Una persona capaz de decir 'Por favor' y de sentirlo
confiesa su dependencia respecto a una realidad exterior a sí misma" y se
aleja del "egoísmo que la convertiría en alguien vil y miserable
concentrado solo en sí mismo", y además les prepara para el fin impetratorio de la misa,
que nos anima a pedirle a Dios lo que necesitamos.
-Acostúmbrales a decir
"Perdón": "Una persona capaz de decir 'Perdón' (o, para ofensas
menores, 'Lo siento') y de sentirlo ha dado ese salto adelante, difícil pero
crucial, del desagradable conocimiento de sí mismo, reuniendo el coraje para
reconocer sus faltas y tomar la determinación de corregirlas"; con ello se
está preparando para el fin expiatorio de la misa, que consiste en obtener la
remisión de las penas temporales que todavía se deben por los pecados
perdonados gracias a la renovación incruenta del sacrificio del Calvario que
lleva a cabo el sacerdote actuando in persona Christi [en
la persona de Cristo].
-Acostúmbrales a decir
"Gracias": "Una persona capaz de decir 'Gracias' y
sentirlo reconoce que su propia existencia es un regalo inmerecido, y que está
en deuda con un mundo que él no ha creado", y de esta forma se prepara
para el fin eucarístico de
la misa, adonde también acudimos para dar gracias a Dios por los beneficios
recibidos de Él.
Buenas actitudes
Pues bien, si con toda esta preparación educativa y esas sanas
costumbres hogareñas bien interiorizadas llegamos al momento de ir a misa el
domingo, ahora toca aplicar los seis consejos que
daba San Juan Bosco para
la ocasión:
-Sé puntual: estar
unos minutos antes de que comience la misa abre al alma a gracias maravillosas.
-Santíguate con agua bendita: hazlo al
entrar y salir del templo; hecho con devoción auténtica, es un sacramental que
purifica de los pecados veniales.
-Haz una genuflexión al entrar o salir
de tu asiento: es un acto de adoración a Dios Todopoderoso, presente en el
sagrario, que puede ir acompañado de la jaculatoria ¡Señor mío y Dios mío!
-No hables si no es necesario: la misa
es el momento de hablar a Jesús y
dejar que hable, para eso has ido a visitarle.
-Presta atención al sermón: está
concebido como un mensaje de Dios que lleva consigo un fruto para ti.
-No abandones el templo hasta que el
sacerdote haya regresado a la sacristía: mientras
tanto, da gracias a Dios por las gracias recibidas durante la misa.
Este variopinto código
de buenas prácticas, extraído por sus autores del sentido común y de la
teología elemental, hará más atractivo para padres e hijos ese momento de vida
familiar y elevación espiritual con el que cumplimos el mandamiento de
santificar las fiestas.
C. L.
Fuente: ReL