Fundador de Comunión y Liberación: radiografiaba el alma del que tenía delante
![]() |
ReL |
Desio, Lombardía (Italia). Una localidad de 40.000 habitantes que,
a pesar de su tamaño, tiene el honor de haber aportado a dos grandísimas figuras de
la historia de la Iglesia. Aquellas personalidades no son otras que Achille
Damiano Ambrogio Ratti, tiempo después sería Pío XI, y Luigi
Giussani (1922-2005), fundador de la Fraternidad de
Comunión y Liberación.
Si "Don Gius" todavía viviera habría cumplido en 2022 un siglo de vida. El
sacerdote italiano pasó buena parte de su vida rodeado de jóvenes: en el
seminario, en el instituto, en retiros y en encuentros. En la convulsa Italia
de los años 50 y 60 descubrió que muchos
separaban la vida y la fe, que creían en Dios (o no) pero sin pensar que
tuviese nada que ver con la razonabilidad, la experiencia o lo real.
En esos años surgió bajo su pastoreo un movimiento joven, la Juventud
Estudiantil, que luego se convertiría en Comunión y Liberación (CL). Presente en 90 países, la Fraternidad ha organizado durante este último año
numerosos actos para recordar la figura del sacerdote italiano. También se han
publicado varios libros sobre él. Uno de ellos es Don Gius. Luigi Giussani, una vida apasionante, de la editorial Encuentro.
En la obra de la escritora Carmen Giussani se relatan una serie de
encuentros entre personas comunes y el fundador de CL, que demuestran su
perspicacia y delicadeza para leer
en profundidad el alma del que tenía delante. Un puñado de valiosas
anécdotas y episodios aparentemente sencillos donde emerge la humanidad de una
de las figuras más
significativas de la Iglesia Católica en el siglo XX.
No sabía en lo que creía
Era el año 1972. La madre de Franco Nembrini tiene un gran dolor.
Su hijo mayor se ha salido
del seminario, arrollado por la ola del 'mayo del 68'. Ha abandonado la
Iglesia, y con otros siete ex seminaristas ha fundado un grupo político. Don
Giussani visita la casa de los Nembrini y confiesa a la madre. El hijo mayor no
está en casa ese día.
La semana siguiente llega un paquete desde Milán para el ex seminarista. Se
lo envía Giussani, que aunque todavía no lo conoce ya le está enviando unos
libros. Para sorpresa de todos, el paquete no contiene biblias ni evangelios,
sino ¡libros de Karl Marx! y
otros de este género. Giussani quiere provocar al joven a tomarse en serio lo
que ahora dice creer.
"Este cura tiene que ver con Dios, porque no le pide a mi
hermano que cambie antes de quererle: le quiere de antemano, tal como es", reconoce
Franco.
Con esa misma humildad
Alessandra estudia Filología en la Universidad Católica de Milán.
Está en la sede de la CL ayudando
a limpiar baños. Lleva en la mano detergente y estropajos. Deja la puerta
abierta y se pone de rodillas, cantando, a limpiar enérgicamente el váter. Al
cabo de unos minutos oye
la voz ronca de Giussani, ella no tiene el valor de darse la vuelta.
Y el sacerdote dice: "Niña, pide a la Virgen poder servir a la Iglesia con la
misma humildad y la misma alegría interior con la que lo estás
haciendo ahora". Y se va.
En busca de la oveja perdida
Es 1982. Tonino Romano es de Nápoles, estudia Ingeniería y
pertenece a CL. Le han invitado, junto a otros cuatro amigos, a participar en
unos ejercicios
espirituales en Rímini. Como no tienen dinero deben renunciar a viajar. Pero,
reciben una reprimenda de los organizadores.
Tonino se lo cuenta a Giussani. Él, sin pestañear, le dice:
"Alguna buena razón tienen en corregirte. De todas formas, no te preocupes, voy yo la próxima semana a
Nápoles y hacemos los ejercicios con tus amigos".
En la casa de los salesianos de la costa de Sorrento, Giussani da los ejercicios a
este grupo de jóvenes que no pudieron viajar hasta Rímini. "Nos sigue con
extrema atención y nos propone escuchar cantos rusos. Dice que son como esas
piezas que se meten en los zapatos estrechos. A nosotros nos pueden ensanchar también el corazón",
comenta Tonino.
Pendientes y
"dependientes"
Es 1987 y Flora Crescini ha comenzado a vivir en una casa de
Memores Domini (perteneciente a CL). No se entera muy bien de cómo funcionan
las cosas, solo sabe que debe
poner todo en común, desde su dinero hasta su tiempo. La joven tiene muchas
ganas de comprarse unos pendientes, se lo propone a la responsable y esta le
dice que por la tarde se
lo comentará a Giussani.
Por la tarde, la responsable le entrega a Flora un dinero y le
dice que los pendientes se
los quiere regalar Giussani. Al cabo de unos días la joven va a una tienda
y se los compra. Una semana después, ve a Giussani y corre hacia él para
enseñarle los pendientes. Le da un abrazo y este le dice que le gustan mucho.
Con su mirada paternal, Giussani añade: "Estoy muy contento
contigo porque estás aprendiendo
a depender. La pobreza no consiste en no tener, sino en depender de Otro. Y tú en
esto has sido pobre". La joven no solo ha recibido unos pendientes nuevos
de regalo sino una de las mayores enseñanzas de su vida.
Lo que indicaba la realidad
Maurizio Caprari está a punto de casarse cuando recibe la noticia de que su
hermana, un año más joven, ha muerto después de caerse por un precipicio.
Giussani llama a Maurizio para darle ánimo, y la pareja aplaza la boda para
dentro de dos meses.
El joven viaja a Milan a ver a Giussani, y le pregunta si la
muerte de su hermana es un
signo de una llamada vocacional al sacerdocio o a la vida religiosa.
El sacerdote, con tono impetuoso, le contesta: "No hay que ir en contra de
las circunstancias por las que Dios marca nuestra propia historia. El que tú
tengas novia y estés a punto de casarte es lo que te indica la realidad. Y la muerte de tu hermana
es la ocasión para que tomes en serio hasta el fondo tu vocación". El 12
de junio de 1988 Giussani casó a Maurizio y Donatella.
Una madre... y la Virgen
María
El hijo de Silvana va
a entrar en el seminario. A pesar de haberlo educado siempre en la fe, le
cuesta mucho el momento de la separación. El desgarro es repentino y doloroso.
No puede dormir, y cuando sus amigos la felicitan, por la vocación de su hijo,
ella llora. Siente vergüenza
por su ingratitud. Alguien le hace llegar esta situación a Giussani y él
pide verla.
"¿Por qué estás desconsolada?", le pregunta Giussani.
"Si me comporto así es porque me falta fe", contesta Silvana. El sacerdote la mira
sorprendido y le dice: "¿Sabes por qué la Virgen bajo la cruz estaba
destrozada?". Ella llora y no sabe qué contestar. Y, él, continúa: "Porque lo había llevado nueve meses en su
vientre. Llora, tienes todo el derecho a hacerlo. ¿O acaso quieres ser
mejor que la Virgen?".
"Dejé de llorar, me sentí liberada de todos los sentimientos
de culpa por mi ingratitud o por mi falta de fe. Este momento me acompaña para
siempre, librándome del
lazo de cualquier moralismo", comenta Silvana.
J. Cadarso
Fuente: ReL