No conocía a la Virgen: «El Rosario terminó de engancharme a la fe»
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Josué Cárdenas, durante una de sus intervenciones en las ruedas de prensa del Congreso de los Diputados. |
Josué
Cárdenas entró a formar parte de la Iglesia católica el
pasado mes de junio: en apenas unos días recibió los sacramentos del bautismo, eucaristía -el 17 de junio, Corpus Christi- y confirmación. Como corresponsal del canal
televisivo 7NN en el Congreso de los Diputados vio cómo alguno que
otro de sus miembros asistía a ceremonias en las que eran 'acristianados'.
"Eran de Vox, del PP, de Ciudadanos", explica: "Sorprendería la fe de muchos diputados". Pero ese no es el tema
Lo peculiar es su gradual itinerario desde la confesión evangélica
hacia el catolicismo. Cárdenas es hijo de un matrimonio -el padre, vendedor de
pipas y caramelos, la madre, ama de casa- que abrazó la fe evangélica a través de una asociación llamada
Remar, de la que ya formaban parte en 1999 cuando vino al mundo el segundo de
sus hijos. Lo hizo en Sagunto,
pero al poco tiempo la familia se afincó en Salamanca, donde transcurrieron su infancia y juventud.
"Mis padres", recuerda, "me dieron una educación
estricta, basada en los valores evangélicos: prácticamente a diario leíamos la Biblia, orábamos a Dios. Eso fue calando en mí. Iba a reuniones evangélicas. Es algo
que iba marcando todos los órdenes de la vida, siempre tenía que juntarme con
buenas personas, nunca con los gamberretes del instituto, tenía que no irme de fiesta.
En suma: tenía que intentar no impregnarme del mundo".
-Moralismo protestante, podría decirse.
-Eso es, puritano en ese sentido. Así crezco, creyéndomelo de
verdad en mi corazón. Desde que tengo uso de razón. En mi juventud iba a los campamentos evangélicos.
-Frecuentando a chicas de su comunidad, por ejemplo.
-De mi comunidad. Y siempre con cierta distancia. Era una
cuestión…
-No hacen falta detalles...
En cambio, Cárdenas desmiente que imperase, en el seno del
evangelismo, un ambiente sectario. "No lo es, porque he podido salir de
allí sin ningún tipo de problema, pero sí que es un ambiente endogámico, de entre-soi,
que dirían los franceses. Así se fabrican las amistades, las relaciones y así
viví hasta los 21 años".
En esa época, estamos en 2020, brotan las primeras dudas, cuando
conoce al intelectual tradicionalista Guillermo Pérez Galicia. Es la primera persona que confronta
a un Cárdenas que pisaba un terreno no tan desconocido: "Había tenido
mucho contacto con la Iglesia católica. En España es imposible no
tenerlo". Había asistido a clase de religión católica en el instituto y a
la primera comunión de algún amigo. "Todo mi entorno era católico, pero de boquilla".
-¿Cómo tomaste ese señalamiento?
-Al principio lo tomé desde la altura intelectual.
-Pero no como un ataque.
-No, para nada, sino 'voy a discutir, a ver quién convence a
quién'. Nos tirábamos hablando hasta las tres de la mañana, constatando
nuestras diferencias. Él me hablaba, sobre todo, de la historicidad de la Iglesia, de
sus Padres. Me
empezaron a surgir más dudas.
Unas dudas que subsistieron pese a frecuentar en León -adonde se tuvo que
trasladar- una iglesia evangélica, aún más conservadora, con unos valores muy
afianzados. La siguiente etapa de su periplo fue Barcelona, adonde le
permitieron viajar por razones relacionadas con el covid. Conoce Cárdenas en la
Ciudad Condal a otros chicos adeptos de la Misa tradicional. "Volvemos a tener discusiones. Una de
ellas un 14 de febrero", recuerda.
Allí le dicen que esas discusiones están muy bien, pero le
sugieren algo más. Ese "algo más" consiste en rezar el Rosario en modo on
line. "Empecé a asistir a esos Rosarios en los que me quedaba
callado. Pero con cierto interés, les observo. ¡Joé, una
comunidad de jóvenes, fervientes, que creen en el mismo Dios que yo, pero no como todos los
católicos que hasta ahora me he encontrado!".
"Su convencimiento es profundo, es un detalle que me llama
mucho la atención", prosigue. Profundidad combinada con un toque tan
placentero como legítimo: una chica de ese grupo le parecía bastante guapa,
aunque no llegó a salir con ella. Con todo, el interés de Cárdenas por lo
católico iba creciendo; y se consolidó al conocer a un sacerdote, el padre Pablo Pich, con el que empieza
a tener conversaciones más profundas acerca de lo que Cárdenas pensaba y de lo
que la Iglesia defendía.
"Lo que me gustaba era la capacidad argumentativa que él
tenía, no desde su punto de vista u opinión, sino desde la Tradición apostólica que desde siglos la
Iglesia iba manteniendo". Recuerda: "Al final, yo le confrontaba con
argumentos personales o de mi congregación, y él 'destruía' esos argumentos con
lo que la Iglesia ha pensado desde siglos. Me parecían argumentos sólidos".
Ahí empieza el camino sin retorno de Cárdenas hacia la Iglesia de
Roma. Pich le propone ir a misa. Estamos a principio de 2021. "Los
domingos por la mañana iba a la Iglesia evangélica y por la tarde a misa".
En León, adonde había vuelto, conoce otro sacerdote, el padre José Antonio Bardal: "Con
la ayuda de estos dos sacerdotes y los cada vez más frecuentes rezos del
Rosario, a los que se suman la lectura de los Padres de la Iglesia, empiezo a comprender que mis
argumentos formaban parte de las conclusiones que yo había sacado desde la
congregación evangélica concreta que creía esa cuestión. Y me había empapado de
ello". "Pero -añade- carecía de la capacidad para rebatir a
aquellos que habían estado con Cristo, escuchado a Cristo y que habían estado
transmitiendo su mensaje".
-Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia...
-Demoledor. La iglesia evangélica lo interpreta como que la piedra
es el mensaje que Cristo da. Pero, cuando uno se detiene ante el texto y revisa
lo que enseñaron los Padres de la Iglesia, concluye que la piedra es Pedro, al que se le cambia el nombre,
Petros, Cefas… Por eso a Pedro se le dice, al final del Evangelio de Juan: Tú
eres Pedro, Pedro, apacienta mis ovejas, Pedro, ¿me amas? (por partida triple).
Por eso Pedro es el que da el primer discurso en los Hechos de los Apóstoles.
Cárdenas quería una roca firme en la que sustentarse. Por eso,
empieza a rezar el Rosario, y a ir cada vez más a misa. Estos acontecimientos
cruciales en la vida de Cárdenas coinciden con su llegada a Madrid.
-Una aclaración: ¿cómo compatibilizaba el rezo del Rosario con una fe aún
evangélica?
-Primero, en secreto; segundo, le hacía una oración a Dios:
'Señor, si me estoy equivocando y faltándote el respeto, perdóname'. Pero el
rezo del Rosario -el arma más poderosa, según Juan Pablo II- me parecía la manera más preciosa de dirigirme a Dios.
Siguiendo las pautas, Cárdenas comenzaba "con una oración que
es el Padrenuestro, salida directamente de la boca de Cristo cuando los
Apóstoles le preguntaban, no cómo hacer milagros, sino cómo orar".
La forma repetitiva de las oraciones está muy denostada en la
iglesia evangélica, pero "cuando uno se adentra en los salmos o en
averiguar cómo se rezaba en el Israel bíblico, perdí el miedo al estilo repetitivo".
Después estaba el cómo dirigirse a la Madre de Dios. "¿Mi
reencuentro con la Virgen
María? Me emocioné al ver que tenía también una Madre espiritual, además de
la terrenal. Veintidós años sin conocerla. ¿Cómo dirigirme a ella? La oración
más bonita es el Ave María.
Y, por supuesto, no podía faltar en un Rosario el Gloria al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo: "Para una religión trinitaria como la católica, me
parece la fórmula perfecta. El Rosario terminó de engancharme a la Fe".
Quedaban, con todo, algunos flecos que el joven periodista
resolvió con la lectura, a instancias de Luis Felipe Ulecia, su futuro padrino de bautizo, de Roma,
dulce hogar, de Scott
Hahn: "Logro desmentir los últimos argumentos que me quedaban para no
caer rendido ante la
religión verdadera". Resultado: en mayo de 2021, "reconozco en mi
corazón que la única Iglesia y el Arca de Noé en el que hay salvación es la
Iglesia Católica".
De ahí, a los sacramentos:
"Hoy pertenezco a la Iglesia de Cristo Rey, Nuestra Señora de la Paz, sita
en Madrid. Voy a Misa en
latín y es una liturgia que acerca a la Iglesia primitiva".
-Por cierto, ¿padece el furor del converso?
-En mi época de León era absoluto. Ahora, quizá, padezco uno que
intento transmitir a amigos y compañeros de trabajo, a los que me intentan
confrontar y a los protestantes que ahora me intentan atacar. Pero el valle que
supone caer de ese furor a la
monotonía de la rutina también es una fase bonita. Estoy en ella: ya ha
pasado ese fuego, pongo los pies en el suelo, y decido que cada día es una batalla espiritual para conseguir
la santidad.
José María Ballester Esquivias
Fuente: ReL