En su mensaje, el Papa dijo que estamos viviendo una grave carestía de paz: Ucrania, Siria, Israel, Palestina, Haití y Líbano, algunos escenarios “de esta tercera guerra mundial”
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Bendición Urbi et Orbi |
Recordó que toda
guerra provoca hambre y usa la comida misma como arma, impidiendo su
distribución a los pueblos que ya están sufriendo. Un pensamiento a los
migrantes y refugiados. También en el corazón del Papa los marginados, las
personas solas, los ancianos y huérfanos que corren el riesgo de ser
descartados.
El Papa en su mensaje
Urbi et Orbi recordó los conflictos que afectan a la humanidad y los países
donde se muere de hambre. Al mencionar Ucrania, dijo que desde que comenzó allí
la guerra muchos países especialmente en el Cuerno de África y Afganistán están
en peligro de carestía. Pidió que hoy, mientras disfrutamos la alegría de
encontrarnos con nuestros seres queridos, en una mesa bien preparada, pensemos
en las familias que están más heridas por la vida, y en aquellas que, en este
tiempo de crisis económica, tienen dificultades a causa de la falta de trabajo
y de lo necesario para vivir.
Jesús nace entre nosotros: es Dios con nosotros
Que el Señor Jesús,
nacido de la Virgen María, traiga a todos ustedes el amor de Dios, fuente de fe
y de esperanza; junto con el don de la paz, que los ángeles anunciaron a los
pastores de Belén: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los
hombres amados por él!» (Lc 2,14).
En este día de fiesta
volvamos la mirada a Belén. El Señor vino al mundo en una gruta y fue recostado
en un pesebre para los animales, porque sus padres no pudieron encontrar un
albergue, a pesar de que a María le había llegado ya la hora del parto. Vino a
estar entre nosotros en el silencio y en la oscuridad de la noche, porque el
Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de voces humanas. Él mismo
es la Palabra que da sentido a la existencia, la luz que alumbra el camino. «La
luz verdadera, al venir a este mundo —dice el Evangelio—, ilumina a todo
hombre» (Jn 1,9).
“Jesús nace entre
nosotros, es Dios-con-nosotros. Viene para acompañar nuestra vida
cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e
inquietudes. Viene como un niño indefenso. Nace en el frío, pobre entre los
pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar
calor y amparo”.
Palabras del Papa
Francisco en el mensaje Urbi et Orbi de este 25 de diciembre, donde nos pide
que, como los pastores de Belén, dejemos que nos envuelva la luz y vayamos a
ver el signo que Dios nos ha dado. Francisco nos pidió que venzamos el letargo
del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que hacen olvidar quién
es el homenajeado, que salgamos del bullicio que anestesia el corazón y nos
conduce a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el
Hijo de Dios que nació por nosotros.
Adoremos al Príncipe
de la Paz
Jesús, es nuestra
paz; esa paz que el mundo no puede dar y que Dios Padre dio a la humanidad
enviando a su Hijo, recordó el Santo Padre mencionando además a San León
Magno, que tiene “una expresión que, en la concisión de la lengua latina,
resume el mensaje de este día: «Natalis Domini, Natalis est pacis», «el
Nacimiento del Señor es el Nacimiento de la paz» (Sermón 6,5)”.
Jesucristo es
también el camino de la paz, dijo en su mensaje el Papa, Jesús con su
encarnación, pasión, muerte y resurrección, abrió el paso de un mundo cerrado,
oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la guerra, a un mundo abierto,
libre para vivir en la fraternidad y en la paz. Francisco nos pidió que sigamos
esa senda, pero para ser capaces de seguir a Jesús “debemos despojarnos de las
cargas que nos lo impiden y que nos mantienen bloqueados”.
Cargas que no nos
permiten seguir a Jesús
Las cargas que nos
impiden seguir al Príncipe de la Paz, son las mismas pasiones negativas que
impidieron que el rey Herodes y su corte reconocieran y acogieran el nacimiento
de Jesús, señaló Francisco: el apego al poder y al dinero, la soberbia, la
hipocresía, la mentira.
“Estas cargas
imposibilitan ir a Belén, excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el
acceso al camino de la paz. Y, en efecto, debemos constatar con dolor que, al
mismo tiempo que se nos da el Príncipe de la paz, crudos vientos de guerra
continúan soplando sobre la humanidad”.
Que sea la Navidad de
Jesús y de la paz
“Si queremos que sea
Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz”, dijo el Papa, contemplemos a Belén y
fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido:
“Y en ese pequeño
semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan
la paz”.
Francisco una vez más
recordó a Ucrania, pidió que nuestra mirada se llene de los rostros de los
hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la
intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por
diez meses de guerra.
Que abramos el corazón
a Dios y que permitamos que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos
de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo. Que Dios, dijo, ilumine
las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin
inmediatamente a esta guerra insensata.
“Lamentablemente, se
prefiere escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la
voz del Niño, ¿quién la escucha?”
El mundo necesita paz
En su mensaje Urbi et
Orbi, el Papa Francisco recordó otros escenarios de conflictos, algunos que
llevan tiempo, algunos han sido olvidados por la humanidad:
“Nuestro tiempo está
viviendo una grave carestía de paz también en otras regiones, en
otros escenarios de esta tercera guerra mundial. Pensemos en Siria, todavía
martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado;
pensemos también en Tierra Santa, donde durante los meses pasados aumentaron la
violencia y los conflictos, con muertos y heridos. Imploremos al Señor para que
allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de
confianza recíproca entre israelíes y palestinos”.
Pidió que el Niño
Jesús sostenga a las comunidades cristianas que viven en todo el Oriente Medio,
para que en cada uno de esos países se pueda vivir “la belleza de la
convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos credos”.
Francisco pidió al Niño Jesús que ayude al Líbano, para que, con el apoyo de la
comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y la solidaridad
pueda recuperarse.
Que Dios ayude a la
región del Sahel, donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se
ve perturbada por enfrentamientos y violencia. Pidió por una tregua en Yemen y
hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán, para que cese todo derramamiento
de sangre.
América Latina también
en el corazón del Papa, pidió al Niño Jesús, que inspire a las autoridades
políticas y a todas las personas de buena voluntad en el continente americano,
a esforzarse por pacificar las tensiones políticas y sociales que afectan a
varios países, recordó a Haití que está sufriendo hace mucho tiempo.
La humanidad sufre de
hambre
Francisco, pensando en
este día, en el que se reúne la familia en una mesa “bien preparada”, pidió no
desviar la mirada de Belén, que significa “casa del pan”, y cada uno piense en
las personas que sufren hambre, sobre todo los niños. Recordó una vez más, que,
mientras se desperdician grandes cantidades de alimentos y se derrochan bienes
a cambio de armas, pueblos enteros sufren de hambre.
Desde que comenzó la
guerra en Ucrania, poblaciones enteras en Afganistán y los países del Cuerno de
África, están sufriendo la carestía. Las guerras provocan hambre, afirmó el
Papa, y usan “la comida como arma, impidiendo su distribución a los pueblos que
ya están sufriendo”.
Que, aprendiendo del
Príncipe de la paz, afirmó, nos comprometámonos todos —en primer lugar, los que
tienen responsabilidades políticas—, para que la comida no sea más que un
instrumento de paz.
Un mundo enfermo de
indiferencia
Francisco dijo por
último, que, hoy como en ese entonces, Jesús, la luz verdadera, viene a un
mundo enfermo de indiferencia, que no lo acoge, más bien lo rechaza, como
ocurre hoy día con los extranjeros, o se le ignora a Jesús, como pasa con los
pobres.
"No nos olvidemos
hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de
consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas
solas, de los huérfanos y de los ancianos que corren el riesgo de ser
descartados; de los presos que miramos sólo por sus errores y no como seres
humanos".
Belén, afirmó, muestra
la sencillez de Dios, que no se revela a
los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón
puro y abierto como los pastores.
Nos pide que como ellos, vayamos también nosotros sin demora y dejémonos
maravillar por el acontecimiento impensable de Dios que se hace hombre para
nuestra salvación.
"Aquel que es
fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad.
Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que se despojó
de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud. ¡Feliz Navidad a
todos!"
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Vatican News