Con motivo de la Jornada de la Infancia Misionera, evoquemos algunos caminos para que también los niños puedan participar, en su medida, en la misión de la evangelización y convertirse en discípulos misioneros
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Todo cristiano está llamado a
convertirse en un “discípulo misionero”. Expresión querida por el Papa
Francisco, en el corazón de su pontificado y de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, invitando a todos los bautizados a dar
testimonio del amor de Cristo. Una manera, como los primeros discípulos,
la samaritana y san Pablo, de anunciar la Buena Noticia.
Si todo cristiano «ha
experimentado verdaderamente el amor de Dios que lo salva, no necesita mucho
tiempo de preparación para ir a anunciarlo», asegura el Papa. Y los niños
también están invitados a la misión, o al menos a preparar su corazón para ella. “Cada
bautizado, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el nivel de educación
de su fe, es sujeto activo de evangelización”.
Los niños tienen su lugar en la
proclamación del Evangelio. No se trata necesariamente de hablar todo el
tiempo de Jesús en el patio de recreo, sino de aprender a abrir el corazón a
los demás, y en particular a los más débiles.
Francisco, durante el Ángelus del
6 de enero de 2015, había declarado, hablando de la Jornada Mundial de la
Infancia Misionera: “Es la fiesta de los niños que viven con alegría el don de
la fe y oran para que la luz de Jesús llegue a todos los hijos del
mundo. Animo a los educadores a cultivar el espíritu misionero en los
pequeños. Que no sean niños y jóvenes cerrados, sino abiertos; que vean
un gran horizonte, que sus corazones avancen hacia ese horizonte, para que
nazcan entre ellos testigos de la ternura de Dios y heraldos del
Evangelio. ¿Cómo cultivar el espíritu misionero en un niño?
Para dar testimonio del amor de
Cristo, es necesario, río arriba, experimentarlo. Sin embargo, es difícil
para un niño aprehender el amor de Dios, esta persona que permanece invisible
en su vida cotidiana. Para animarlo a reconocer el amor de Dios,
simplemente hazle la pregunta: ¿cómo ves que Dios te ama? Algunas ideas
para ayudarlo a responder: es Dios quien creó estos árboles que ofrecen un
paisaje tan hermoso, estas frutas y verduras que nos permiten comer, esta agua
que quita la sed. Es Dios quien está en el origen de la vida, del amor en
la familia… Es de nuevo Dios quien envió a su Hijo Jesús a la tierra para
salvar a todos los hombres… Una vez reconocidos los dones, anímalo a dar
gracias a Dios. Un gesto de gratitud que ensancha su corazón.
El discípulo-misionero está
abierto al encuentro. En este ámbito, el ejemplo de los padres juega un
papel importante. ¿Es tu hogar un lugar acogedor? ¿Cuál es su opinión
sobre los más débiles? Un niño, desde muy pequeño, está en empatía. Cultiva
esta cualidad, que le permitirá «ir a las periferias» y cuidar de los que le
rodean.
“Ayúdame a compartir mi tiempo,
mi amistad y mi dinero”, pide la oración de los niños y jóvenes misioneros de
las OMP. Vivir la fraternidad con el prójimo, donar el tiempo yendo a
visitar a un enfermo o a un anciano, sacar del bolsillo dinero para donarlo a
una asociación… Son todos modos de aprender a compartir, cualidad esencial del
¡futuro discípulo-misionero!
“Hay cristianos que parecen tener
un aire de Cuaresma sin Pascua”, lamenta el Papa en la Evangelii gaudium. Un
discípulo-misionero no tiene cabeza sepulcral sino que irradia la alegría que
procura el amor de Cristo. Un niño a menudo posee esta alegría sencilla. Cultivémosla
regocijándonos con él. Porque “la alegría que resplandece en los que se
sienten atraídos por Cristo y por su Espíritu, es la que puede hacer fecunda y
fructífera toda iniciativa misionera”.
Para poder hablar personalmente
de Dios que ama y salva, es necesario haberlo conocido, hablarle regularmente,
considerarlo como una persona cercana y no lejana a uno mismo. Ahora es a
través de la oración que esta intimidad crece. Por eso es necesario
enseñarle a orar, mostrarle que puede crear y desarrollar una verdadera amistad
con Dios.
Oración de alabanza, oración de
petición, oración de acción de gracias… Inícialo también en la oración de
intercesión: para convertirse en discípulo-misionero, es importante invitarlo a
orar por los demás, a adoptar una forma de oración que no sea
egocéntrica. No se trata de orar sólo por uno mismo, sino de llevar
intenciones que conciernen al mundo y al prójimo. Esta oración extendida a
toda la Iglesia abre el corazón del niño y le permite tomar su lugar en la gran
familia de los bautizados. Como persona bautizada, es miembro de la
Iglesia y puede orar por otros miembros menos afortunados o más afligidos que
él.
Oración de los niños y jóvenes
misioneros
Amén
Mathilde
De Robien
Fuente: Aleteia