Amelia, el enésimo ejemplo de resistencia al lobby trans: «Mi detransición fue mi desintoxicación»
![]() |
ReL |
El lobby trans es
un colectivo reducido. Muy reducido, pero con mucha influencia mediática. Según
datos oficiales entre el 0,3 y el
0,5% de la población "es transgénero". Un dato imposible de
demostrar por completo, ya que no termina de diferenciar si estos padecen disforia o incongruencia de género.
Tampoco si deciden
"transicionar" o, por el contrario, tratarse médicamente. Muchos
de los que acuden a especialistas ven aliviada o suprimida la disforia, otros
muchos lo hacen simplemente al superar la adolescencia, y otros que la padecen
deciden no transicionar.
Aún así, los gobiernos occidentales "implantan"
legislaciones que contribuyen a una clara discriminación positiva, pero que sin
embargo, son claramente perjudiciales para las personas transexuales a las que
se dirigen. Es al menos la tesis que sostuvo Amelia Guerrero durante su intervención en la IIª
Jornada Clínica organizada por la FCPOL (Fundación
para la Clínica Psicoanalítica de Orientación Lacaniana).
Andaluza y de 20 años, la suya es una opinión a tener en cuenta.
No solo porque ha sufrido
en sus carnes la manipulación del lobby trans-queer, sino porque aún
después de comenzar su "transición" y arrepentirse de la misma tras
mostrarse perjudicial e ineficaz, se sigue considerando víctima de la disforia.
La transición, explica, lejos de lo que prometen sus apologistas, no cambia nada. De hecho lo
empeora. Y las actuales legislaciones como la que se encuentra en vías de
aprobación en España, también. Con ella, "las personas con disforia"
se ven "abandonadas, sin ninguna
solución para aliviar el sufrimiento". Explica que solo se les da vía
libre para transicionar… pero no para sanar.
Su pesadilla comenzó a los doce años y se prolongó durante los
seis siguientes. Su caso también es revelador porque la sucesión de
acontecimientos que desató el comienzo de su "transición" podría
calificarse "de manual".
¿Una transición de manual?
Descubre cómo todas ellas siguen casi el mismo patrón en nuestras
historias de trans arrepentidos.
"En la transición a la adolescencia me encontraba sola y sufría mucho,
también por el abuso
sexual al que me vi expuesta siendo muy pequeña y por el acoso escolar
que desde el final de Primaria hasta Bachillerato he sufrido sin encajar en ningún
sitio", relata.
Cuenta que "no encajaba" solo porque siendo chica le
gustase el tenis, los videojuegos o leer cómics (manga),
pero también por algo tan lógico como no estar dispuesta a ceder un palmo de su
dignidad.
"Yo era
la chica rara porque no subía fotos en bañador o ropa interior a las
redes sociales, algo que ahora parece ser empoderador para la mujer",
afirmó, y que ella contempla como "muy negativo, especialmente para chicas
jóvenes".
A los estragos generados por el acoso escolar y el miedo a los
abusos sexuales, que la "sexualizasen" en el día a día se sumó a la
cartera de razones que la llevó, finalmente, a cambiar su forma de vestir -"mucho más ancha" o
incluso con "bañador de chico" en la playa o la piscina-.
"Eso creó un muro entre cualquier chica con la que intentaba
socializar y yo. Esa chica parecía tan alejada de mí que pensé que no podía acercarme a ser
una chica normal", recuerda.
Ya solo faltaban uno o dos pasos para que este caso, otro más
"de libro", llegase a término. Y uno de ellos es el de las redes sociales.
¿Transiciones bajo velada coacción? "O lo
haces, o morirás"
"Tuvieron un papel crucial, debido a que ya tenía esa idea de
que en mi cabeza había algo mal conmigo pero no sabía qué era ni cómo solucionarlo.
Fue mediante la exposición a este tipo de temáticas en redes sociales lo que me
dijo que mi problema es que yo
era en realidad un chico y no lo sabía", recuerda.
La cosa fue a más: no solo es que no lo supiese, sino que le
aseguraron que "para ser
feliz tenía que transicionar".
"Me obsesioné. Cuando estás en una situación tan dolorosa te
agarras a lo que sea para seguir adelante y yo me agarré a esa narrativa que se
me inculcó en Tumblr, Tuenti -que ya no
existe- Pinterest, Instagram o
incluso Facebook. Estos mensajes están
en todos lados y parece que desde
todos los sitios se inculcan", explica.
Hoy, Amelia se sorprende ante lo "peligroso" de una
situación en que le decían que "si no transicionaba no iba a ser feliz y me acabaría quitando la vida. La
única forma en que podía ser feliz era transicionando y por eso me
obsesioné".
La estafa de la transición y
su "desintoxicación"
Cuenta que no solo quería ser un hombre, sino que también tomó la
decisión de "transicionar" como si esto fuese "una especie de
refugio" para evitar que le hiciesen más daño, ya fuese mediante el bullying en
la escuela o bajo el acoso sexual.
"Pensaba que
nunca más iba a tener que sufrir por estas problemáticas. Solo buscaba
poder vivir tranquila", cuenta.
De hecho, Amelia "siempre" tuvo claro que quería
transicionar. Y lo hizo, convencida de que le haría feliz. "Pero cuanto
más cerca estaba [de la transición], más sufría y más lejos estaba de la felicidad. Sabía
perfectamente que nunca iba a tener los cromosomas de un hombre, que podría
hacerme muchas cirugías y operaciones, pero que nunca sería un hombre",
confiesa.
Fue en torno a los 16 años cuando decidió ir al psicólogo. Si bien
no abordó directamente el abuso o sus planteamientos sobre la transición, esto
le ayudó a lograr una gran mejoría en la percepción que tenía de sí misma, en
su autoestima o en sus relaciones con los demás. El motivo, entre otros, fue
que su psicóloga siguió la praxis opuesta a la cada vez más extendida de la
afirmación de género por defecto y abordó los problemas que llevaron a Amelia a esa situación.
"Mi detransición se podría llamar también desintoxicación.
[Mi transición] fue algo
muy nocivo para mí y me mantuvo durante muchos años obsesiva",
asegura.
Contra la "Ley
trans"
Por su experiencia, la voz de esta joven "detrans" debe
tenerse en cuenta en lo relativo a la forma de entender la llamada "Ley Trans", en sus
últimas fases antes de ser aprobada en España y de la que no augura buenos
resultados.
Principalmente por los "problemas que acarrearía", como
"el borrado de las mujeres, que ya nada recae en cuál es tu sexo sino tu
forma de pensar o de sentirte o lo peligrosa que es para las personas con disforia que no queremos
transicionar y que nos vemos abandonadas sin ninguna solución para
paliar el sufrimiento".
Cuestiona también las repercusiones que tendrá en los profesionales dedicados a la salud mental
que no quieran seguir una terapia afirmativa con sus pacientes. "Se
enfrentan a multas muy grandes por no querer acatar este dogma. [La ley] se
plantea de una manera horrenda", concluye.
J.M.C
Fuente: ReL