El escritor Claudio de Castro comparte su respuesta, que descubrió en un retiro de silencio que decidió hacer entre tanto ruido del mundo
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«Un cristiano fiel, iluminado por los rayos de la gracia al igual
que un cristal, deberá iluminar a los demás con sus palabras y acciones, con la
luz del buen ejemplo»
San Antonio de Padua
Quizás has notado que llevo algunos
días ausente, sin escribir. Entre otras cosas tenía muchos
motivos para reflexionar sobre mi vida, lo que hago y haré en este nuevo año,
una oportunidad que Dios nos da, un milagro. Pero sobre todo en lo que nos
conviene como católicos. ¿Lo has hecho?
El silencio siempre es lo mejor
que puedes hacer, para escuchar atento a Dios. Silencio,
recogimiento y oración. Necesitaba ese silencio, ante tanto ruido en el mundo.
Pensé tantas cosas, oré, leí libros de espiritualidad, la Biblia,
y me dije: «Está
bien Claudio, ahora escribe…».
Y aquí estoy nuevamente, contigo, amable lector, agradecido por
tus oraciones y compañía.
Al terminar mi pequeño retiro espiritual,
tuve varios caminos frente a mí pero todos con el mismo cartel: «Ora
más, Claudio».
Mi conclusión siempre ha sido la
misma, debemos orar para tener cercanía de Dios, abandonarnos en
sus manos amorosas y paternales y sobre todo… creer en su Palabra como nos
aseguran las Sagradas Escrituras que…
«…es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante
que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el
espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y
pensamientos del corazón. No hay para ella criatura invisible: todo está
desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de dar cuenta».
Hebreos
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Hablamos de las promesas de Dios, y pedimos que se cumplan. Recuerdo
años atrás que escuchaba en algunas emisoras de radio católicas una canción muy
bonita de un cantautor argentino, Daniel Poli. ¿La llegaste a a escuchar alguna
vez?
Se titulaba: «Yo creo en las promesas de Dios…». El coro decía:
Allí está… nuevamente me encuentro cantando: «Yo creo en
las promesas de Dios…«.
Las promesas
Partamos del principio. ¿Qué sé de las
promesas de Dios? La Biblia literalmente está llena de promesas
suyas, de todo tipo. Es impresionante. Son ofrecimientos generosos de
prosperidad, su protección, una larga vida, gracias y bendiciones que Dios da
voluntariamente a sus hijos por amor.
Una rápida búsqueda por internet da
cuenta que hay más de 3.500 promesas disponibles para cada uno de nosotros. Y
TODAS SE CUMPLEN.
Una de las más comentadas se encuentra en 1 Juan 1,9 y es
también una de las más reconfortantes:
«Si reconocemos nuestros pecados, fiel
y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia».
Otra que me encanta está en Mateo 7:
«Pidan
y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el
que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama».
Aquí te dejo dos más de las miles de promesas que podrás encontrar
si abres tu Biblia y la lees:
«Respeta a tu
padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yahvé, tu
Dios, te da»
Éxodo 20, 12
«Dichoso el que se preocupa del débil
y del pobre, en el día de la desgracia el Señor lo salvará» (Salmo 41).
La verdad es que me emociono cuando hablo y escribo sobre este
tema.
Tenemos un Dios al que me gusta llamar «Dios de las oportunidades, la misericordia
y el amor». Esto es porque siempre nos está brindando nuevas
oportunidades para volver a empezar.
Suelo decir, creo que te lo he
comentado alguna vez, que si Dios tuviera otro nombre, lo llamaría «Ternura».
Quiero mostrarte algunas de esas maravillosas promesas. Para mí
una de las más importantes se encuentra en Mateo 17.
No es poca cosa. Es una promesa a la que poca atención prestamos,
porque de creer en serio en ella, nuestras vidas serían totalmente diferentes. Léela
con cuidado, despacio.
«Jesús
les dijo: «Porque ustedes tienen poca fe. En verdad les digo: si tuvieran fe,
del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro: Quítate de ahí y
ponte más allá, y el cerro obedecería. Nada sería imposible para ustedes».
Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas. Tenemos ese poder.
Pero necesitamos la fe, esa certeza de que de así ocurrirá.
Y lo que nos pide es tan poco, una fe del tamaño de un grano que
apenas mide de 1 a 2 milímetros de diámetro. ¡Qué bondadoso es Jesús!
¿Qué te parece si esta noche elevas
una plegaria?
Hagamos con fervor nuestras oraciones, por los países que está en
guerra para que alcancen la paz, por lugares con gobiernos conflictivos como
Nicaragua en los que los católicos son perseguidos por su fe. Pidamos por
nuestras hermanas las benditas almas del purgatorio y por la salvación de los
pobres pecadores.
Te repito las fuertes palabras que nuestra Madre del cielo, la
santísima Virgen María dijo en Fátima:
Nunca las olvides….
¡Dios te bendiga!
Claudio de Castro
Fuente: Aleteia






