En la homilía por la solemnidad de la Epifanía ha explicado que la aventura de los Magos representa «la búsqueda incesante de nuestro corazón»
![]() |
Foto: CNS |
Francisco ha presidido en la
basílica de san Pedro la misa por esta solemnidad de la Epifanía. El Papa retoma así la
tranquilidad de la rutina tras la pérdida de Benedicto XVI, los días de luto y
el funeral de este jueves.
Como suele ser tradicional en
esta jornada, su homilía ha versado sobre la empresa de los Reyes Magos y el
significado de su viaje hacia el Niño de Belén.
«¿Cuál es el lugar en el que
podemos encontrar a nuestro Señor?». El Santo Padre ha articulado su homilía a
partir de esta pregunta. Precisamente, el primer lugar donde encontrar al Señor
es «la inquietud de las preguntas»: «La fascinante aventura de estos sabios de
Oriente nos enseña que la fe no nace de nuestros méritos o de razonamientos
teóricos, sino que es don de Dios. Su gracia nos ayuda a despertarnos de la
apatía y a hacer espacio a las preguntas importantes de la vida, preguntas que
nos hacen salir de la presunción de estar bien y nos abren a aquello que nos
supera».
El Papa ha asegurado que lo que
vemos en los Magos es «la búsqueda incesante de nuestro corazón» que les
impulsa a ponerse en movimiento. Así, Francisco ha indicado que esa inquietud,
ese dejarse interrogar, es el punto de partida del camino de la fe: «El camino
de la fe comienza cuando, con la gracia de Dios, damos espacio a la inquietud
que nos mantiene despiertos; cuando nos dejamos interrogar, cuando no nos
conformamos con la tranquilidad de nuestros hábitos, sino que nos la jugamos,
nos arriesgamos en los desafíos de cada día; cuando dejamos de mantenernos en
un espacio neutral y nos decidimos a vivir en los espacios incómodos de la
vida, hechos de relaciones con los demás, de sorpresas, de imprevistos, de
proyectos que sacar adelante, de sueños que realizar, de miedos que afrontar,
de sufrimientos que hieren la carne».
Sin embargo, ese camino puede
verse amenazado por obstáculos que no nos lleven a buscar a Dios. El Papa los
ha llamado «tranquilizantes del alma»: «Sustitutos para sedar nuestra inquietud
y apagar esas preguntas, desde los productos del consumismo a las seducciones
del placer, desde los debates sensacionalistas hasta la idolatría del
bienestar; todo parece decirnos: no pienses mucho, deja que pasen, disfruta la
vida». Francisco ha recordado que si los Magos hubieran sucumbido a tales
comodidades jamás hubieran encontrado al Señor.
El segundo lugar donde encontrar
a Dios «es en el riesgo del camino». Porque después de hacerse las preguntas
hay que ponerse en camino para buscar la respuesta. Francisco lo ha explicado
citando una frase de Benedicto XVI de 2013 en referencia a los Reyes Magos: «Su
peregrinación exterior era expresión de su estar interiormente en camino, de la
peregrinación interior de sus corazones».
Nuestra fe es como el camino de
los Reyes Magos que
perseveraron hasta encontrar a Dios pese a que el suyo era un viaje arriesgado.
Por ello, Francisco ha insistido en que «sin un camino continuo y un diálogo
constante con el Señor, sin la escucha de la Palabra, sin la perseverancia, no
se puede crecer»: «Una mera noción de Dios y alguna oración que calma la
conciencia no son suficientes; es necesario hacerse discípulos que siguen a
Jesús y su Evangelio, hablarlo todo con Él en la oración, buscarlo en las
situaciones cotidianas y en el rostro de los hermanos». Ha destacado que la fe
no puede crecer «si permanece estática, si se reduce a una devoción personal o
se confina entre los muros de los templos».
El tercer lugar donde Francisco
ha invitado a reconocer a Jesús es el asombro de la adoración. Porque los
Magos, tras su largo viaje, al encontrar al niño se postraron de rodillas y lo
adoraron, como narra san Mateo en el Evangelio.
«Este es el punto decisivo.
Nuestras inquietudes, nuestras preguntas, los caminos espirituales y las
prácticas de la fe deben converger en la adoración del Señor. Allí encuentran
la fuente esencial de la que todo nace, porque es el Señor quien suscita en
nosotros el sentir, el actuar y el obrar. Todo nace y todo culmina allí, porque
el final de cada cosa no es alcanzar una meta personal y recibir gloria para
nosotros mismos, sino encontrar a Dios y dejarnos abrazar por su amor, que es
lo que da fundamento a nuestra esperanza, nos libra del mal, nos abre al amor a
los demás y nos hace personas capaces de construir un mundo más justo y
fraterno», ha subrayado el Papa que además ha añadido que de poco o nada sirve
una gran actividad pastoral sin Jesús y la adoración en el centro. Por eso, ha
invitado a hacer como los Magos cuando encontraron a Jesús, es decir, rendirse
ante Dios en el asombro de la adoración: «Adoremos a Dios y no a nuestro yo;
adoremos a Dios para no inclinarnos ante las cosas que pasan ni ante las
lógicas seductoras y vacías del mal». Si no apagamos esa inquietud y adoramos,
«descubriremos que una luz ilumina también las noches más oscuras, es Jesús, la
estrella radiante de la mañana, el sol de justicia, el fulgor misericordioso de
Dios, que ama a todos los hombres y a todos los pueblos de la tierra», ha
concluido el Pontífice.
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega