16 – Lunes de la II semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Marcos 2,
18-22
Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo,
mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden
ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces
ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un
manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un
roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino
revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres
nuevos».
Comentario
“¿Por qué los tuyos no?”
La Ley judía tenía 613 preceptos
que los fieles judíos debían cumplir. Uno de ellos era el referente al ayuno,
que los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos cumplían. Al ver
que los discípulos de Jesús no ayunaban le preguntaron “¿por qué los tuyos
no?”.
Este contexto nos lleva a
plantearnos el sentido del ayuno y de toda práctica ascética. Sabemos que no
tienen valor por sí mismas. Siempre se hacen en vistas a algo. Hemos oído decir
a Jesús que el mandamiento primero y principal de la ley para sus seguidores es
el amor: amar a Dios, al prójimo y a sí mismo. Así que ayunar y cualquier otra
práctica ascética hemos de hacerla en vista al amor, buscando siempre aumentar
nuestros tres amores: a Dios, al prójimo y a nosotros mismos.
Por eso, si hay una situación
donde puedan entrar en colisión el ayuno y el amor… hemos de dejar el ayuno y
vivir con más intensidad el amor. Por lo que si hay un motivo de alegría, y de
vivir y potenciar el amor, no se puede ayunar. “¿Es que pueden ayunar los
amigos del novio, mientras el novio está con ellos?”. Estando con el novio, hay
que disfrutar de su presencia y de su amor, entre otras cosas con una buena
comida y un “vino nuevo”. No se puede ayunar.
Sabemos que el ayuno que agrada a
Dios va por el camino del amor al hermano que es la mejor manera de amar a Dios
y a uno mismo. Al final de nuestra vida, el Hijo del hombre no nos preguntará
por nuestros ayunos, sino por el amor concreto a nuestros hermanos. “Tuve
hambre y me disteis de comer…”.