La figura de Benedicto XVI no solo desata muestras de elogio dentro de la propia Iglesia Católica sino también en ambientes tan diferentes como la intelectualidad, el arte o los medios de comunicación generalistas
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Ecclesia |
Esta
es solo una muestra del enorme
respeto que han expresado estos días al Papa alemán personalidades de
muy distintos ámbitos de la sociedad.
Eduardo
Verástegui
El actor, productor y provida mexicano
Eduardo Verástegui, dio gracias a Dios por la vida de Benedicto XVI.
"Gracias, Dios, por
habernos dado un Papa de su talla, enorme, humilde, sabio, bondadoso. Con
una extraordinaria vocación de servicio que brotaba de su amor a Dios, a la
Iglesia y a todos los hombres", escribió en
Twitter.
"Gracias, querido Papa Benedicto, por haber sido tan claro y
valiente al definir a la 'dictadura del relativismo' y alertar sobre 'la
ideología de género, la última rebelión de la creatura contra su condición de
creatura'", continuó Verástegui.
Para el mexicano, Benedicto XVI fue
"un Papa inteligente, gran teólogo y filósofo, maestro, profesor, amante
de la música, lleno de
amor por todos (...). "Dijo claramente que Jesús 'es la medida
del verdadero humanismo'. Aprendimos a quererlo, a escucharlo, a respetarlo, a
seguir sus consejos (...). Padre Dios, te lo encomendamos mucho, porque él te ha amado mucho, y
ha trabajado por tu pueblo durante toda su vida. Dale ahora la alegría del
cielo. Amén", concluyó.
Alfonso
Ussía
Uno de los más importantes columnistas españoles de las últimas
décadas, Alfonso Ussía, dedica su última publicación, titulada "Un soplo de
vida", a Benedicto XVI (que todavía no había fallecido). "Se apaga
el Santo Padre que, desde su profunda inteligencia y humildad, se sintió vulnerado por su modestia para
poner en orden el desorden de la Iglesia. El Papa místico, intelectual, músico,
amante de la solemnidad necesaria para mantener la distancia entre Dios y los
hombres", comenta.
"Un día, inesperadamente, se
encuentra sin fuerzas, abandonado y por vez primera en seis siglos, el Papa se pregunta ante Dios si
lo mejor para Él es seguir teniéndolo como su Vicario en la tierra, y entre
Dios y él alcanzan el acuerdo de recomendarse el retiro y la oración. Y el Papa místico, intelectual,
profundo, se retira y se reúne con Dios y con su desesperanza en la Casa de
Santa Marta de la Santa Sede, y se convoca el Cónclave de su sucesión",
expresa.
Ussía destaca la misión del Papa
alemán. "Se nos va el místico, el humanista, el intelectual, el sabio
humilde, el servidor de Dios que se creyó incapaz de servirlo. Se nos muere la esencia de Europa,
de aquel que retornó a la infancia para juntar las manos y pedirle a Dios que
no se dejara vencer por el sueño. El Santo Padre de la Fe, la cultura, la
inteligencia y la bondad", concluye.
Federico
Jiménez Losantos
El comunicador Federico Jiménez
Losantos ha resaltado la
enorme figura de Benedicto XVI. "Con Joseph Ratzinger se va uno de los personajes más notables de
la Europa del Siglo XX. Con Benedicto XVI muere el último gran Papa de la
civilización católica, a la que pertenece la España que aún se pertenece; un
hombre dedicado a estudiar, comprender y tratar de explicar a los demás cómo
podían convivir el Verbo y la Cosa, la Fe y la Razón, Occidente y la Cruz, esos dos milenios a la sombra de la
Cruz que han definido Occidente. Está a la vista que la pérdida de los
valores éticos asociados al catolicismo ha producido no sólo el hundimiento de
determinadas certezas, sino de algo sin lo que es imposible establecer una idea
moral: el valor de la
certeza misma", comienza diciendo.
Losantos elogia también la
sensibilidad por el arte del Papa alemán. "Sus textos sobre arte y
religión nos muestran un temperamento
exquisito, una delicadeza para apreciar el brillo trascendente de lo intrascendente
sólo en apariencia; de lo más humilde que entreabre la puerta de la
iluminación, de una forma
modestamente lírica de Revelación que no es la del Verbo, sino el
encuentro con lo real, la lectura de la diferencia, el culto a lo demás",
apunta.
"Con Ratzinger desaparece el
último gran Papa. De nuestro tiempo y quizás de todos los tiempos, que hoy
prevalecen contra la Piedra católica. Sería un milagro muy de agradecer que existiera el Cielo y,
desde allí, rezase por nosotros", concluye.
Salvador
Sostres
"Que Benedicto le sucediera fue la mejor noticia para una
Humanidad en vilo. Nunca Europa tuvo a un jefe de Estado tan refinado
y culto. No tenía la fuerza de Wojtyla para derribar muros pero su
inteligencia, su escritura y su santidad fueron nuestro último vínculo con un mundo de orden,
libertad y rigor intelectual que se vino abajo con el regreso de los populismos
contra los que tanto había luchado Juan Pablo. Benedicto era nuestra última esperanza hasta
que nos abandonó", comenta el
articulista Salvador Sostres en ABC.
"De la noche en que su marcha se
anunció, guardamos aún en la memoria el rayo que cayó sobre la cúpula de San Pedro
inmortalizado en una tremenda fotografía. La inmensa tristeza por su muerte, y
por todas las desapariciones que su desaparición implica, compite con el
sentimiento de orfandad anticipada por su renuncia. Renunció a nosotros. Algo tal vez comprensible desde
la estricta racionalidad y además germánica, pero de un Papa esperamos algo
distinto. Le quiero y le respeto, y siendo por él una admiración
infinita", relata.
Pedro García
Cuartango
El columnista de ABC escribió
recientemente una pieza titulada "Ratzinger, un
pensador original, un defensor de la tolerancia". "Ese valor de
la aportación del cardenal Ratzinger, un teólogo que había profundizado en la
historia de la filosofía, es el reconocimiento de que los hombres tiene que vivir de acuerdo con la razón y
que ésta es autónoma de la fe religiosa. Lo que no obsta para que ambas tengan
un sustrato común que hay que buscar y que fundamenta toda ética de la acción
humana", señala.
"Ratzinger tenía claro que hay un gran espacio de entendimiento entre
los hombres, sean cuales sean sus creencias, y en eso fue profundamente
original e innovador. Hay que reivindicar su legado intelectual, sin caer en
simplismos", comenta.
Juan Manuel
de Prada
"El papado de Benedicto XVI fue percibido
por muchos católicos –entre quienes me cuento– como un regalo precioso. Era –salvando las distancias– como si
John Henry Newman hubiese accedido al ministerio petrino. No sólo por tratarse
Ratzinger de un hombre de alta categoría intelectual –aunque no rayase a la
altura inalcanzable de Newman–, sino también porque desde un 'pasado' proclive
a la sombra había abrazado
la luz", comenta Juan Manuel de Prada en su último
artículo.
Para el reconocido escritor:
"Benedicto XVI tenía, desde luego, el más hermoso y suave guante de
terciopelo, pero su mano
era endeble y no tardaron en quebrarle el pulso. No le ayudó, por
supuesto, haberse rodeado de colaboradores que, lejos de suplir sus carencias, las aprovecharon en su beneficio.
Bieito
Rubido
El director de El Debate, Bieito
Rubido, rememora en un artículo lo
que más le llamó la atención del Papa alemán. "Me impactó el día que fue
elegido sucesor de Juan Pablo II. Cuando apareció en el balcón del Vaticano,
tras la fumata que anunciaba al nuevo Papa, el renombrado Benedicto XVI dijo
que 'era un humilde labrador en la viña del Señor'. Para mí fue el mayor teólogo de la Iglesia
Católica de los tres últimos siglos. Ayer se fue un doctor de la
Iglesia, un titán de la Fe", comenta.
"Benedicto planteó al hombre
moderno un reto gigante: ser
católico en el mundo moderno del relativismo es muy difícil. Lo hizo
desde su mayor aportación: la combinación de Fe y razón, y fue esa racionalidad
suya la que desde su condición de hombre le llevó al enorme gesto de humildad de renunciar a la púrpura de
la cátedra de San Pedro. Admirable", relata.
Rubido destaca la vida de oración que
llevó Benedicto XVI tras su renuncia. "Durante todos estos años en que fue
Papa emérito jamás se
entrometió en la labor de Francisco. Fue un gigante intelectual de la
Iglesia Católica, insisto, tal vez el mayor de los últimos tres siglos. Era humilde de verdad, de una
expresión oral dulcísima y como buen intelectual siempre abierto a escuchar al
que no pensaba como él", comenta.
Y, concluye recordando la visita del
Papa a Madrid. "Una de esas promociones de jóvenes católicos fueron los
cerca de dos millones que dieron cita en Madrid en agosto de 2011, en la JMJ, y
allí nos dejó un mensaje que en
mí caló muy hondo, como católico y pecador que me declaro: 'No os
avergoncéis'. Y no lo hago, por eso rezo hoy por Benedicto XVI, convencido de
que se nos fue ayer un
titán de la Fe, una cumbre del pensamiento católico", termina
diciendo.
Luis Ventoso
El columnista de El Debate Luis
Ventoso ha valorado en un artículo al "intelectual respetadísimo" de
Benedicto XVI. "Ya no se
fabrican muchas personas de la calidad de Joseph Aloisius Ratzinger.
Un intelectual respetadísimo, incluso por sus pares que discrepaban de sus
tesis. Un hombre de Dios, en realidad es lo más importante de su vida. Una persona dulce y modesta, a
pesar del potentísimo tesoro neuronal que albergaba bajo su pelo cano. Un
hombre que fue capaz de asumir la cátedra de Pedro cuando lo que deseaba era
retirarse a leer, pensar y escribir", relata.
"El hombre que sorprendía a
quienes se acercaban a él por su mirada amable y su esmerada delicadeza en el trato. El
clérigo sensible y con visión, que escuchando en Munich un concierto de Bach
dirigido por Leonard Bernstein cuchicheó a su compañero de la butaca de al
lado: 'Cualquiera que escuche
esto sabe que nuestra fe es la verdadera'. El ensayista consciente de que
la claridad es la cortesía de la inteligencia, por lo que fue capaz de expresar
con palabras llanas y frases límpidas los más abstrusos conceptos", añade.
Y concluye: "Un hombre
maravilloso. Por lo que solo en una era donde la idiocia campa a sus anchas es
posible presentarlo como un 'reaccionario' y desdeñar el valor de su formidable ejemplo y magisterio.
Benedicto XVI ya está con Dios, al que consagró su vida. Desde aquí solo queda
admirarlo, darle las gracias y aprender del magisterio de un sabio humilde, que se
definió de esta elegante manera: 'Soy un cooperador de la verdad'".
Juan Carlos
Girauta
"En realidad, lo de Benedicto XVI
es único en la historia de la Iglesia justamente porque esa renuncia, de por sí
excepcional, es la única ajena
a contextos conflictivos, los que conllevan cismas y prisiones. Por eso hay
otro modo de contemplar la rareza: el señor Ratzinger, intelectual de los que ya no
quedan, religioso de los que integran todas las dimensiones de lo humano
sin forzamiento ni contradicción, flor última de la Europa que nos define sin
que lo sepamos, es elegido
por el Espíritu Santo y se dispone a cumplir su papel, casi
inconcebible para un creyente y directamente incomprensible para un no
creyente", apunta el ex político y escritor Juan Carlos Girauta.
"Metido en harina, se encuentra rodeado de lobos, por usar la
expresión de 'L'Osservatore Romano'. Alguien como él no miente, y sabe que
callar del todo equivaldría a faltar a la verdad. Comprende que no tendrá fuerzas suficientes
para enfrentarse a lo que ve: hay días en que 'Dios parecía dormido',
dirá", comenta Juan
Carlos Girauta días previos a la muerte del Papa Benedicto XVI.
Gabriel
Albiac
El filósofo Gabriel Albiac ha querido
destacar en una columna titulada
"Ratzinger y el Dios de los filósofos" el discurso del Papa en
Ratisbona. "La
trascendencia de ese discurso de 2006 sobrepasa de lejos la anécdota
de las hostilidades musulmanas que puso en marcha. El discurso de Ratisbona no
habla de conflicto entre islam y cristianismo: para que exista conflicto se
requiere un territorio común que aquí no existe. Habla de conflicto entre cristianismo y
politeísmo griego, esto es, entre cristianismo y filosofía: esas dos
matrices de la razón europea", afirma.
"Un filósofo no tiene nada que
debatir con un creyente islámico, le es tan ajeno como un echador de cartas; y tiene todo que discutir con un
cristianismo con el cual comparte la lengua de Platón, que es la de
los Setenta. Y, con ella, la problemática que toda lengua arrastra. El cristianismo es griego.
Como la filosofía. El islam, no. Y esa es la clave de un discurso de Ratisbona,
que inaugura el diálogo serio entre Roma y los filósofos: ¿de qué estamos
hablando cuando decimos razón? De libertad", expresa.
Ignacio
Camacho
"Benedicto XVI nunca dejó de ser
durante su papado lo que
había sido toda su vida: un filósofo de la fe, un intelectual dogmático,
uno de los mayores eruditos del pensamiento cristiano contemporáneo. Un hombre de razón y de
estudio al que las circunstancias situaron en el trance de administrar el
legado de un gigante mediático, una figura de popularidad descomunal que había
generado a su alrededor la aureola casi mitológica de un santo", señala
Ignacio Camacho en ABC, en su columna "El filósofo de la
fe".
"Quizá intuyó desde el primer
momento que sólo podía abordar esa misión alejándose de la estela de su antecesor mediante un
cambio de estilo favorecido por su propio carácter introvertido. Más académico
que pastor, ninguna de sus encíclicas alcanza la profundidad ortodoxa de los
tres libros que, ya como Papa, dedicó a la figura de Jesucristo interpretándola
desde la visión doctrinal del Dios vivo. Sin embargo, y pese a haber ejercido
un fuerte poder en el entorno de Juan Pablo, entendió pronto que el gobierno
eclesial requería un tacto político para cuyo ejercicio no estaba listo", apunta Camacho.
Y concluye destacando la última
sorpresa del Papa alemán. "Benedicto volvió a ser Ratzinger, el pensador
reflexivo refugiado en su biblioteca, en la música celestial de Mozart, en la oración íntima por el
destino de la Iglesia. Su muerte escondía una última sorpresa: el
reconocimiento universal de
la coherencia que le llevó a marcharse sin hacer ruido al cerrar la
puerta", termina diciendo.
Olegario
González
Olegario González de Cardenal, teólogo
y sacerdote, ha escrito en ABC,
sobre el Papa emérito. "Ratzinger tuvo la genialidad de ejercer hasta el
final en su persona, diferenciándolas, dos funciones distintas, sin confundirlas y sin separarlas:
el magisterio propio de los obispos y el magisterio propio de los teólogos. Lo
específico de los primeros es dar el testimonio autorizado del mensaje
evangélico; de los segundos, dar razón coherente y consistente de la fe,
haciendo posible una adhesión tanto
de la inteligencia como de la voluntad a Jesucristo, reconocido y acogido
como supremo don y supremo perdón de Dios. Ratzinger, con su peculiaridad y sus
límites, fue hasta el final lo que se propuso al elegir el lema episcopal: 'Ser cooperador de la Verdad',
de la verdad de Dios y de la verdad del Evangelio con su propuesta de sentido y
salvación para todos los hombres", expresa.
Fuente: ReL