«Solo con las iglesias no habríamos sido capaces de organizar» el Encuentro Europeo de fin de año y acoger a 5.000 jóvenes, reconocen desde la comunidad. La colaboración con los no creyentes ha sido una experiencia enriquecedora, aseguran
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Oración vespertina durante el encuentro. Foto: Taizé |
El pastor evangélico Albrecht Jax
conoció Taizé en
1999. «Me conmovió profundamente», recuerda. Desde entonces, organiza con
frecuencia viajes con los jóvenes con los que trabaja en Bad Doberan, una
pequeña localidad del noreste de Alemania. Muchos de ellos no pertenecen a
ninguna Iglesia; algo común en el estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental,
donde solo hay un 15 % de evangélicos y un 2 % de católicos. Aunque, subraya,
el resto no son «no creyentes», puesto que «todos buscan la verdad» en mayor o
menor grado.
A algunos jóvenes los invitaba él
mismo «para abrirles la posibilidad de un descubrimiento que pueda orientar su
vida». Otros iban con amigos, o por curiosidad después de escuchar el
testimonio de otros participantes. El ritmo de Taizé, «rezando, guardando
silencio y cantando tres veces al día, no parece muy atractivo de entrada para
los jóvenes».
Pero al cabo de una semana la
mayoría estaban encantados. «Aquí no me dicen cómo rezar, simplemente me
dejan», le han dicho con frecuencia. «En Taizé, descubren un lugar donde pueden
ser quienes son y experimentar que se les acepta y se confía en ellos». Con
cierta frecuencia, alguno «me ha preguntado a la vuelta si podía bautizarlo».
El camino difícil
Esta experiencia hizo que en él
naciera una idea: proponer a la comunidad ecuménica fundada por el hermano
Roger organizar uno de sus encuentros europeos de cambio de año en la cercana
Rostock, la ciudad más grande del estado. De entrada, parecía casi imposible
con solo 200.000 habitantes, y más de un 80 % de no cristianos. Pero Jax
insistió durante varios años. «Para mí era importante que el Encuentro Europeo
pudiera celebrarse también en un lugar no tan bien posicionado
eclesiásticamente como otras sedes».
Finalmente la comunidad decidió
«no escoger el camino fácil sino aceptar el desafío, obligándonos a dialogar
con los no creyentes», explica el hermano Richard, miembro del equipo
organizador. «Solo con las iglesias no habríamos sido capaces de organizarlo».
El resultado se vio del 28 de diciembre al 1 de enero: una ciudad orgullosa, a
pesar de todo, de haber sido elegida para un evento así y de haber acogido a
5.000 jóvenes a pesar de su tamaño.
La cita ha servido para resaltar
«la necesidad de que haya un diálogo entre creyentes y no creyentes y un
compromiso compartido por el bien común», señala el hermano Richard. En la
parroquia evangélica de Bad Doberan, familias sobre todo no confesionales han
acogido a 200 jóvenes.
Incluso en zonas muy mal
comunicadas del entorno, explica el hermano, con tal de poder acoger a jóvenes,
«las familias se han organizado para llevarlos cada día a la estación de tren
más cercana». Jax cita también a un senador que se define como ateo, pero que
financió las bolsas que se entregaban a los peregrinos.
Como en los Hechos de los
Apóstoles
Para el hermano Richard es parte
de la identidad de la ciudad, donde a pesar de estar tan secularizada «las
iglesias están presentes desde el punto de vista cultural», por ejemplo con una
gran convocatoria navideña para cantar villancicos en el estadio de la ciudad.
A diferencia de países con más creyentes pero también con más anticlericalismo,
«aquí la gente está muy poco interesada de entrada, pero si se les ofrece algo
interesante se alegran».
Lo compara con los Hechos de los
Apóstoles, donde se dice que los cristianos eran muy bien valorados por los
habitantes de Jerusalén. Todo esto, apunta, lleva a la pregunta sobre si esos
no creyentes «están perdidos, o si la Iglesia es un lugar de salvación y
esperanza también para los que no pertenecen a ella».
Quienes, sin pertenecer a ninguna
Iglesia, participaban en el encuentro, valoraban «que no se les tratara con
condescendencia», explica el pastor Jax. «Estoy convencido de que los
encuentros que se han producido aquí tendrán un efecto duradero para muchos de
ellos».
Oración y acción
Por las mañanas, los jóvenes
reflexionaban en sus comunidades de acogida sobre la carta del hermano Alois,
prior de Taizé, para el año 2023. El tema del encuentro, Vida interior y solidaridad,
era un eco de las palabras del pastor Dietrich Bonhoeffer, que en buena medida
fue un referente durante todo el encuentro: «Nuestro ser cristianos hoy se
limitará a dos cosas: la oración y la acción justa entre los hombres». O, como
dijo en otra ocasión, «la Iglesia solo es Iglesia cuando es Iglesia para los
demás». Sobre esta idea debatieron, en uno de los talleres, los obispos
católico y protestante junto con una laica que trabaja en un comedor social.
«Cómo aunar las fuentes de la
vida con el compromiso por la justicia y la paz ha sido un tema tradicional en
Taizé desde hace 60 años», explica el hermano Richard. Y en Rostock resultaba
más oportuno que nunca. «Hay dos cosas que la gente puede entender incluso si
no son cristianos: que existe un gran anhelo de espiritualidad, de silencio, y
que hacer lo correcto y la solidaridad son importantes para mantener unida a la
sociedad».
El interés de los jóvenes
alemanes
La experiencia ha sido también un
soplo de aire fresco para la Iglesia católica en Alemania. Allí, describe
Stefan Hesse, arzobispo de Hamburgo, «los fieles son menos numerosos y con más
edad» que en 2003-2004, cuando esta gran ciudad acogió otro Encuentro Europeo.
«Muchos fieles están enfadados o han abandonado la Iglesia» por la gestión de
los abusos u otros escándalos. Aunque «buscamos nuevas formas, nadie tiene un
remedio patentado».
Esta cita, continúa, «ha
demostrado que Dios y el mensaje cristiano siguen estando en el corazón y la
mente de los jóvenes», dispuestos a recorrer miles de kilómetros para
compartirlo. De hecho, como señala el hermano Richard, entre los asistentes la
presencia de jóvenes alemanes era mayor que la de los jóvenes del país
anfitrión en otros encuentros. «Buscan la oración, el silencio, la meditación y
la simplicidad», que para ellos «significa mucho» por el contraste con la
riqueza de las iglesias locales. Otras lecciones que extrae Hesse es que «la
experiencia de una Iglesia joven funciona mejor en un contexto internacional»,
como Taizé o las JMJ. Además, está la experiencia de que «ser cristiano es más
fácil en la unión ecuménica». De hecho, «en el futuro no será posible de otro
modo».
María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega