El Arzobispo de Pamplona (España), Mons. Francisco Pérez, advierte a los “buenistas”, quienes creen y difunden la idea de que todo es bueno y nada es malo, que al final de la vida Dios “nos examinará y dictaminará”
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Detalle del Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Crédito: Dominio Público |
En un reciente mensaje pastoral
titulado “Dios
es un maestro que examina y dictamina” considera como un “grave error” que
haya “un sentimiento en el ambiente cultural, social o incluso religioso donde
se ha puesto de moda el ‘buenismo’ (todo es bueno y no existe nada
malo)”.
Sin embargo, subraya el Prelado,
“el pecado, por mucho que se le quiera eliminar, existe”. Pese a que el ser
humano quiere justificarse, “reafirmándose y creyéndose más en sí mismo que en
Dios y busca la alternativa afirmando que el pecado no existe”, al final “va
dando tumbos racionalistas que le llevan al vaciamiento interior”.
“Me hace gracia cuando oigo decir
que Dios no es un juez y es ‘tan bueno’ que siempre acoge a todos por igual”,
prosigue el Arzobispo de Pamplona, quien utiliza la figura de un colegio para
explicar la doctrina sobre el papel de Dios al final de la vida humana.
"El que suspende no es el profesor, es el alumno"
“¿Qué sucedería en un Centro
Educativo si el profesor, a todos los alumnos, les diera la mejor nota aunque
muchos hubieran adquirido menores calificaciones e incluso otros hubieran
suspendido?”, se pregunta.
En opinión del Prelado, “los
buenistas dirían que no pasa nada pues, total, todos somos buenos, puesto que
todos somos iguales y todos merecemos lo mismo”. Esos mismos son los que a su
entender se escandalizan cuando se afirma “que Dios es un Juez que, al final de
la vida, nos examinará y dictaminará”.
El Arzobispo indica que los
buenistas no caen en la cuenta de que “Dios no es el que condena, sino el que
examina y dictamina. El que suspende no es el profesor, es el alumno”.
Por eso, añade, “al atardecer de
la vida nos examinarán del amor realizado o del amor no realizado”.
En consecuencia, recuerda Mons.
Pérez, como está recogido en el numeral 1002 del Catecismo de la Iglesia
Católica, “morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor
misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por
nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la
comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra
infierno”.
El Prelado destaca que “Dios no
predestina a nadie al infierno. Cada uno somos responsables de aquello que
vivimos y realizamos. Por lo tanto, el que examina no es responsable del mal
resultado”.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: Aleteia