El P. Juan José Pérez Soba, sacerdote diocesano y profesor de Pastoral Familiar en el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las ciencias del Matrimonio y la Familia en Roma, destaca algunas claves para vivir este tiempo de Cuaresma
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Imagen referencial de persona rezando el rosario. Foto:Daniel Ibáñez/ACI Prensa |
1. Cosechar los frutos
El P. Pérez Soba explicó que este
tiempo litúrgico “es un camino para la Pascua” y que “la esperanza es la virtud
del caminante porque le permite superar la gran tentación del cansancio”.
“Vivimos en una sociedad del
cansancio que nos llena de obligaciones y urgencias a las que apenas
sabemos responder. La llamada cuaresmal no es una obligación más, sino el
anuncio de un fruto. De aquí se pasa del símil del camino al del cultivo,
también iluminado por la esperanza. Siempre basada en la existencia previa de
un don de Dios, que nos llama y nos ha enriquecido con esa semilla que promete
el fruto mejor”, aseguró el sacerdote desde Roma.
A continuación, el P. Juan José
Pérez Soba explicó que el primer paso a dar en el camino es “ser conscientes
del don que nos da Dios” y animó a “romper la pereza mental de pensar solo en
nuestros planes y nuestros problemas”.
“Por eso el fin del camino es la
nueva vida pascual, su fruto, la vida eterna que gozamos ya en esta tierra como
la presencia santificadora de Dios en nuestras almas”, continuó.
“Esperamos porque tenemos una
promesa de Dios que ilumina nuestro corazón. La seguridad más grande de nuestra
esperanza está en el perdón divino. Dios es mayor que nuestros pecados, el amor
que nace de su gracia es más fuerte que nuestras debilidades”.
“Experimentamos esa grandeza en
su misericordia que significa sanar nuestras heridas. Eso requiere un tiempo de
sanación y un cuidado de la enfermedad. Pide poner nuestro corazón en las manos
de Dios que nos cura como Buen Samaritano”, afirmó el sacerdote.
2. Superar el “cansancio en la
oración”
“Uno de los ámbitos donde el
cansancio acecha es la oración. Esto sucede porque proyectamos en ella una
mentalidad utilitarista: ¿por qué rezar si parece inútil? La Cuaresma
nos introduce en el desierto, donde el único fin es una intimidad con Dios: ‘te
sacaré al desierto y te hablaré al corazón’ (Os 2,14). Es el ámbito real de la
oración, conformar en el corazón una intimidad con Dios, una fidelidad a un
amor”, explicó a continuación.
Asimismo, el profesor del
Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II dijo que durante este tiempo se
debe renovar la oración y “hablar de amor con aquél que sabemos que nos
ama” (Santa Teresa de Jesús), o por el contrario “el desánimo y la tristeza
sepultarán nuestra oración”.
“Es el amor el que lleva a buscar
el recogimiento, y para hacerlo crecer hemos de repasar sus beneficios. Es el
mismo Dios el que nos busca y nos llama, ‘para que estemos con Él’ (cfr. Mc
3,14). Como recordaba San Agustín, el secreto está en cuidar y avivar el deseo
de Dios, un hambre de Él que nos hace buscarle como lo mejor de nuestras vidas,
‘lo único Necesario'” (Lc 10,42), señaló.
3. Cuaresma en familia y
confesión
Asimismo, el P. Juan José afirmó
que una de las claves para vivir correctamente la Cuaresma es hacerlo “en
familia” y recordar que este tiempo de preparación para la Pascua “es un camino
común en el que nos apoyamos unos a otros en el seguimiento de
Cristo”.
También subrayó la importancia de
realizar una exámen de conciencia diario que “permita darnos cuenta de lo que
Dios nos da cada día, porque así seguiremos alegres las huellas de
Cristo”.
“Otra clave es hacer pronto una
buena confesión en la que mirar con la luz de Dios las raíces de nuestros
pecados, porque es donde la gracia del Señor puede curar nuestras
heridas”.
“El perdón libera de la
esclavitud del pecado -continuó el P. Pérez Soba, y nos hace capaces de llegar
a la intimidad con Dios. Pero queda nuestra debilidad que debe conducirnos a no
confiar en nuestras propias fuerzas muy limitadas”.
“Santo Tomás recordaba que
debíamos esperar en Cristo como nuestro Amigo porque con Él sí podemos: ‘Lo
que podemos por los amigos de algún modo lo podemos por nosotros mismos’. Dejémonos
acompañar por Él, como los discípulos de Emaús, y arderán nuestros corazones en
su presencia”.
“Los evangelios de cada día están
especialmente elegidos para adentrarnos en la Cuaresma como un camino. La vida
de Cristo nos introduce en el misterio de su corazón que anhela llegar a la
Cruz para llenarla de un Amor que nos salva”, aseguró.
4. Consolar y acompañar al
Señor
“El consuelo es un don divino.
Cristo dice en Getsemaní que ‘está triste hasta la muerte’ (Mt 26,38), por eso
se consuela por el Espíritu en la oración con el Padre. De aquí saca la fuerza
en medio de la debilidad para ser fiel a su misión de salvarnos”, dijo el
sacerdote.
“La fuerza del Espíritu es
entonces nuestro consuelo, una llamada para entrar en ese misterio del
ofrecimiento del Hijo al Padre que nos salva. La vida del cristiano consiste en
participar de ese misterio de Amor del Hijo, con todo lo que supone de
sufrimiento, entrega y amor hasta el fin”, aseguró.
Por último, el P. Pérez Soba
aclaró que “el sacrificio es obrar por un motivo sagrado, por un amor más
grande que nosotros, que nos transforma. Libera nuestro corazón del apego
excesivo a cosas que nos atan y lo dirige a abrazar a Cristo en la Cruz para aprender
de Él un amor que nos hace hijos”.
“Eso supone un vencimiento
interior para que el Señor sea nuestra vida, no se trata tanto de lo que más
nos cuesta, sino de lo que más nos une a su don de su vida, por amor al Padre”,
concluyó.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa