En la Audiencia General de este miércoles 29 de marzo, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre el celo apostólico y destacó la figura de San Pablo y su pasión por la evangelización
![]() |
El Papa Francisco llega a la Audiencia General. Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa |
A continuación, la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
En nuestro itinerario
catequético sobre el celo apostólico, comenzamos hoy fijándonos en algunas
figuras que, de modos diversos y en épocas diferentes, han dado un testimonio
ejemplar de lo que significa la pasión por el Evangelio. Y el primer testigo
es, naturalmente, el apóstol Pablo. A él quisiera dedicar dos catequesis.
La historia de Pablo de Tarso es
emblemática a este respecto. En el primer capítulo de la Carta a los Gálatas,
así como en la narración de los Hechos de los Apóstoles, podemos ver que su
celo por el Evangelio aparece después de su conversión, y ocupa el lugar de su
anterior celo por el judaísmo.
Era un hombre celoso de la ley de
Moisés, del judaísmo, y después de la conversión este celo continúa, pero para
anunciar, para predicar a Jesucristo. Pablo era un enamorado de Jesús. Saulo
-nombre de pila de Pablo- ya era celoso, pero Cristo convirtió su celo: de la
Ley al Evangelio. Su celo primero quería destruir la Iglesia, luego la
construye.
Podemos
preguntarnos: ¿qué sucedió, qué pasa de la destrucción a la construcción? ¿Qué
ha cambiado en Pablo? ¿En qué sentido se transformó su celo, su impulso por la
gloria de Dios?
Santo Tomás de Aquino enseña que la
pasión, desde el punto de vista moral, no es ni buena ni mala: su uso virtuoso
la hace moralmente buena, el pecado la hace mala. En el caso de Pablo, lo que
le cambió no fue una mera idea o convicción: fue el encuentro con el Señor
resucitado -no lo olvidéis, lo que cambia una vida es el encuentro con el
Señor-, fue para Saulo el encuentro con el Señor resucitado lo que transformó
todo su ser.
La humanidad de Pablo, su pasión por
Dios y su gloria no es aniquilada, sino transformada, “convertida” por el
Espíritu Santo. El único que puede cambiar nuestros corazones es el Espíritu
Santo. Y así en todos los aspectos de su vida. Igual que sucede en la
Eucaristía: el pan y el vino no desaparecen, sino que se convierten en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El celo de Pablo permanece, pero se convierte en el celo de Cristo. El
significado cambia, pero el celo es el mismo. Se sirve al Señor con nuestra
humanidad, con nuestras prerrogativas y características, pero lo que lo cambia
todo no es una idea, sino la vida real, como dice el propio Pablo: “Si alguno
está en Cristo, es una criatura nueva; las cosas viejas pasaron; he aquí que
las cosas nuevas existen” (2Cor 5,17).
El encuentro con Jesucristo te cambia
por dentro, te convierte en una persona distinta. Si uno está en Cristo, es una
criatura nueva. Hacerse cristiano no es un maquillaje que te cambia la cara,
¡no! Si eres cristiano te cambia el corazón, pero si eres un cristiano de
apariencia, eso no va... los cristianos de maquillaje no van. El verdadero
cambio es de corazón. Y esto le pasó a Pablo.
La pasión por el Evangelio no es una
cuestión de comprensión o de estudios, que son útiles pero no la generan, sino
que significa pasar por esa misma experiencia de “caída y resurrección” que
vivió Saulo/Pablo y que está en el origen de la transfiguración de su impulso
apostólico.
Puedes estudiar toda la teología que
quieras, puedes estudiar la Biblia y todo eso y volverte ateo o mundano, no es
cuestión de estudios; ¡en la historia ha habido muchos teólogos ateos! Estudiar
es útil, pero no genera la vida nueva de la gracia. De hecho, como dice San
Ignacio de Loyola: “No es el mucho saber el que sacia y satisface el alma, sino
el sentir y gustar interiormente las cosas”. Son las cosas las que te cambian
por dentro, las que te hacen conocer otra cosa, gustar otra cosa. Cada uno de
nosotros piensa en esto: “¿Soy una persona religiosa?”. -“Sí” -“¿Rezo?” -“Sí”
-“¿Intento cumplir los mandamientos?”- “Sí” - “Pero ¿dónde está Jesús en tu
vida?” -“Ah, no, yo hago las cosas que manda la Iglesia”. Pero, ¿dónde está
Jesús? ¿Has conocido a Jesús, has hablado con Jesús? ¿Tomas el Evangelio o
hablas con Jesús, recuerdas quién es Jesús?
Y esto es algo que se nos escapa
tantas veces, un cristianismo no digo sin Jesús sino con un Jesús abstracto...
Cuando Jesús entra en tu vida, como entró en la vida de Pablo, Jesús entra y lo
cambia todo. Tantas veces hemos oído comentarios sobre personas: 'Pero mira
aquel otro, que era un desgraciado y ahora es un hombre bueno, una mujer
buena... ¿Quién lo cambió? Jesús, encontró a Jesús. ¿Ha cambiado tu vida de
cristiano? “Y no, más o menos, sí…”. Si Jesús no entró en tu vida, no cambió.
Sólo puedes ser cristiano por fuera. No, tiene que entrar Jesús y eso te cambia
y eso le pasó a Pablo. Tienes que encontrar a Jesus y por eso Pablo dijo que el
amor de Cristo nos impulsa, lo que te impulsa a seguir adelante. El mismo
cambio le ocurrió a todos los santos, que cuando encontraron a Jesús siguieron
adelante.
Podemos seguir reflexionando sobre el
cambio que se produce en Pablo, que pasó de perseguidor a apóstol de Cristo.
Observamos que se da en él una especie de paradoja: en efecto, mientras se
considera justo ante Dios, entonces se siente autorizado a perseguir, a
detener, incluso a matar, como en el caso de Esteban; pero cuando, iluminado
por el Señor resucitado, descubre que ha sido “un blasfemo y un violento” (cf.
1Tim 1,13), -así dice de sí mismo: “He sido un blasfemo y un violento”-,
entonces comienza a ser verdaderamente capaz de amar.
Y éste es el camino. Si uno de
nosotros dice: ‘Ah gracias, Señor, porqe soy una buena persona, hago cosas
buenas, no cometo grandes pecados’: éste no es un buen camino, éste es un
camino de autosuficiencia, éste es un camino que no te justifica, te hace un
católico elegante, pero un católico elegante no es un católico santo, es
elegante. El verdadero católico, el verdadero cristiano es el que recibe a
Jesús dentro, el que cambia el corazón. Esta es la pregunta que os hago hoy a
todos: ¿qué significa Jesús para mí? ¿Le he dejado entrar en mi corazón,
o sólo le tengo cerca, pero no entro tanto? ¿Me he dejado cambiar por Él? O
Jesús es sólo una idea, una teología que sigue.
Y eso es celo, cuando uno encuentra a Jesús siente el fuego y como Pablo debe
predicar a Jesús, debe hablar de Jesús, debe ayudar a la gente, debe hacer
cosas buenas. Cuando uno encuentra la idea de Jesús se queda como ideólogo del
cristianismo y eso no salva, sólo Jesús nos salva, si lo has conocido y has
abierto la puerta de tu corazón. La idea de Jesús no te salva.
Que el Señor nos ayude a encontrar a
Jesús, a encontrarnos con Jesús, y que este Jesús interior cambie nuestras
vidas y nos ayude a ayudar a los demás.
Fuente: ACI Prensa